“La pandemia de COVID-19 está infligiendo enormes y crecientes costos humanos en todo el mundo”. 

Así inicia el Fondo Monetario Internacional (FMI) el resumen ejecutivo de su última actualización del conocido informe WEO, el cual recoge los pronósticos para la economía mundial, así como un desglose del conjunto de las economías. Un informe preocupante para todos los analistas, ya que recogía los pronóstico, incluyendo en el cálculo los efectos ocasionados por el brote vírico, el cual está sacudiendo duramente a las economías. Un brote vírico que, como indica el Fondo Monetario Internacional, nos podría llevar a la mayor recesión de los últimos años.

De acuerdo con los pronósticos que arroja dicho informe, el crecimiento para la economía mundial pronosticado por el organismo se sitúa en el -3% para este 2020. En este sentido, la contracción que sufrirá la economía se postula como la peor caída en el crecimiento del PIB de los últimos años, valga la redundancia; peor incluso que la registrada durante la crisis financiera de 2008. Sin embargo, en aras de favorecer al optimismo social, el informe también recoge el pronóstico para la evolución de la economía en 2021, recogiendo un crecimiento para el ejercicio 2021 del 5,8%. En este sentido, recuperando parte del crecimiento perdido durante este año.

Como vemos, el organismo multilateral sostiene ese ambiguo mensaje ante la disyuntiva a la que se enfrentan los gobiernos, sobre si reanudar la actividad económica mediante el levantamiento del confinamiento y las medidas de distanciamiento social, o, en contraposición, mantener las líneas de actuación previas aplicadas hasta nueva orden. Y es que, el propio Fondo Monetario Internacional suscribe el hecho de que existen variables que, por el momento, son muy difíciles de cuantificar. Variables de mucho peso, las cuales no permiten un cálculo objetivo.

“La trayectoria de la pandemia, la intensidad y eficacia de los esfuerzos de contención, el grado de las perturbaciones en la oferta, las repercusiones del endurecimiento drástico de las condiciones en los mercados financieros mundiales, variaciones de los patrones de gasto, cambios de comportamiento (como una renuencia de las personas a visitar centros comerciales y utilizar transporte público), efectos en la confianza y volatilidad de los precios de las materias primas”. Son algunas de las variables que provocan esa incertidumbre, a la cual se supedita la evolución de la economía.

Y es que, dicho sea de paso, el propio FMI ha indicado la importancia de estas variables para el cumplimiento de los pronósticos. En este sentido, el organismo multilateral ha basado el cálculo en una reapertura total de la economía para el segundo semestre del año. Eso sí, descartando posibles recaídas para los meses de octubre y noviembre, así como posibles alargamientos de los periodos de confinamiento y distanciamiento social. Hechos que, de darse, destrozan todos los pronósticos publicados hasta el momento.

En el caso de México, el organismo pronostica un decremento del -6,6%. Pese a los recortes realizados por la OPEP, el precio de las materias primas no se está comportando como debería, amenazando los ingresos del país. Por otro lado, el nuevo tratado de libre comercio con América del Norte, alcanzado antes de finalizar el año, tampoco desempeñará un buen rendimiento, ya que las transacciones, como muestra la Organización Mundial del Comercio (OMC), se muestran paralizadas, lastrando el comercio, así como las propias previsiones del organismo. Esto, junto a una serie sucesos, al igual que ocurrió el año pasado, dificultan el camino a una economía mexicana que no se mostraba muy boyante.

Un estancamiento, no obstante, inferior y más limitado que el pronosticado para las economías europeas. Sin embargo, el crecimiento previsto, también por el organismo, para el próximo año muestra un crecimiento del 3%. Con una caída del 6% y contando que México venía de cosechar un crecimiento acumulado en el año anterior del 0,2%, el estancamiento de la economía mexicana se confirma. En este sentido, el país debe adoptar medidas que traten de contener las pérdidas de capacidad productiva, consiguiendo contener incrementos masivos del desempleo, pues este venía comportándose mal ya al inicio del año.

También es muy importante que los sistemas sanitarios más vulnerables -entre los que se incluiría México-, como indicaba el propio organismo multilateral, puedan contener la situación, evitando un colapso que, al igual que las economías europeas, incapacite la gestión sanitaria de los infectados. Para ello, el confinamiento es la mejor estrategia. Este tiene un coste en su aplicación, especialmente económico. Sin embargo, de contener la curva de contagio, la actividad podría reanudarse antes que de la otra forma, evitando también posibles recaídas en un levantamiento forzado y que, además, sería muy parcial.

Sea como sea, lo único seguro en esta crisis que nos dejará el Coronavirus es una extrema incertidumbre que nos mantiene a economistas y analistas dando palos de ciego, a la espera de que la curva de contagio en los países europeos vaya amainando, así como la capacidad de contención del virus en países que, como México, acaban de sumarse a esta crisis -por ahora con una intensidad y un impacto mucho más limitado- sea efectiva. Sin embargo, por el momento, sí podemos también apreciar la magnitud de una crisis como tal, así como las secuelas que esta crisis nos traerá; pues hablamos de una crisis sin precedentes, una crisis muy dañina y que, como indica el resumen de este informe, dañará a todas las economías en su conjunto.

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