“Decimos a nuestros empleados que, si nadie se ríe al menos de una de sus ideas, probablemente es que no están siendo lo suficientemente creativos.”

Bill Gates

Se nos llena la boca cuando decimos que los empleados son activos más valiosos que cualquier organización puede tener. Nos paramos el cuello cuando declaramos que la gente ofrece más valor a sus empresas a través del tiempo. Mucha tinta se ha escrito en torno a lo valioso del talento humano y todo lo suscrito es verdad, las organizaciones sin su gente, serían bodegas llenas de máquinas, muebles, formatos y mucho polvo. Sin embargo, se ha vuelto tendencia eso de despreciar la experiencia de nuestro personal. Hemos vuelto a nuestro factor de éxito un recurso renovable y le hemos asignado una caducidad anticipada. Si ya cruza la línea de los cuarenta años de edad, le empezamos a ver como un candidato remplazable y francamente sustituible. Eso es una verdad tan contundente que casi la podemos tocar. La gente que tiene mucho tiempo en la empresa sabe tanto que muchos creen que es demasiado. Conocen los recovecos y los atajos. En algunos casos, son personas adversas al cambio. Además, muchos de ellos están instalados en un área de confort de la que es difícil sacarlos y la rutina se los come sin que ellos se den cuenta. Cierto, sin embargo, el efecto de perder estos empleados puede ser devastador para los administradores y sus organizaciones. Perder el conocimiento institucional, conjuntos de habilidades perfeccionadas, la confianza de los empleados y la cooperación que han sido acumulados por los empleados a mitad de carrera es costoso. Según Serenity Gibbons, de NYU, hay casos en los que podemos cuantificar la pérdida de este tipo de empleados por una suma de 213% de un empleado de salario en un año. La cifra nos hace pensar en posibles soluciones. Los líderes interesados en mantener a esos empleados valiosos que no rinden lo que debieran porque están aburridos, harían muy bien en tratar de entender para después ejecutar. Estas personas, generalmente, se encuentran en pleno curso de una crisis de la mediana edad que es un periodo de cuestionamiento personal, que usualmente ocurre al alcanzar cierta edad en la que se dan cuenta de que ha pasado la etapa de su juventud y se encuentran a la entrada a la madurez. Por lo general, podemos reconocer que se trata de personas valiosas que están en busca de un significado sólido. En esta condición, desarrollar una misión interna para aquellos que necesitan un sentido más profundo de propósito es una buena idea. Ver que el trabajo diario está apoyando una misión más profunda puede estimular a un empleado a seguir con la tarea del día con día, si encuentran un significado en lo que están haciendo. Cuentan que cuando se estaba construyendo la catedral de Chartres, el obispo se acercó a los trabajadores lo que estaban haciendo. El primero le contestó que estaba pegando piedras, el segundo, el tercero, el cuarto y muchos más contestaron exactamente lo mismo. No obstante, uno entre ellos le dijo: yo estoy construyendo una catedral. En realidad, todos estaban haciendo lo mismo, pero la visión era lo que marcaba la diferencia. Se trata de hacer partícipes de esa misión ulterior que tiene la labor del día con día. Lo que pasa es que estos empleados con experiencia que están aburridos están inmersos en un círculo vicioso. ¿Qué fue primero, que se aburrieran, se desmotivaran y por eso dejaran de ser tomados en cuenta o viceversa? Dejamos de involucrarlos porque son percibidos como un lastre pesado de cargar, porque enrarecen el ambiente del equipo de trabajo y ralentizan el ritmo con el que se deben de desarrollar las actividades; empezamos a pasarles tareas poco interesantes con retos muy menores y terminamos desplazándolos porque no dan el ancho. No han sido pocos los empleados aburridos que, al ser tomados en cuenta, son capaces de generar soluciones muy efectivas. No es magia ni cuento de hadas, es que la experiencia y el conocimiento que tienen de la organización los hace ser precisos y eficientes. Por supuesto, cuando hablo de empleados aburridos, no me refiero a estas personas que boicotean el trabajo de los demás ni a los flojos que no quieren colaborar, sino a personas que están buscando una oportunidad para demostrar de lo que son capaces y, por innumerables circunstancias, han caído en un lapsus de apatía. También me refiero a estas personas que tienen un punto de vista distinto y que frente a agentes del cambio, se asustan y se paralizan. Incluyo a personas que por ciertas circunstancias personales y por los problemas que se presentan en ciertas etapas de la vida, se sienten relegados o abandonados. En todos los casos anteriores, la claridad y el planteamiento de retos resultan un antídoto glorioso. Escuchar y entender a nuestra gente. Para que esto sea más atractivo, las instituciones deben dar cabida a los horarios de los trabajadores para incluir el trabajo, darles un sentido a sus labores, oportunidad de organizar su trabajo, respetar sus tiempos de descanso, abrirse a la posibilidad de trabajo en casa, de horarios flexibles, buscar resultados más que personas que vayan a ocupar una silla por un periodo durante el día. Se trata de liderar el trabajo y dar atención, especialmente para aquellos que no son ejecutivos o típicamente en el candelero y pueden no sentir la autoridad para hacerlo. Asimismo, se pueden crear oportunidades para aquellos que necesitan la estimulación intelectual. Profesionales a mitad de carrera que se sienten cómodos con su nivel de responsabilidad o no están interesados en tomar el trabajo de dirección – pero que también son ellos mismos aburridos o en necesidad de estimulación – pueden necesitar un reto lateral. Hacer algo diferente a menudo puede sacudirse las telarañas de una carrera que ha crecido rancio través de la repetición. Permitir que expresen sus opiniones en forma libre e incitarlos a opinar y si dicen alguna sandez, ¡cuánto mejor! Muchas pueden ser caminos alternativos que nos lleven a soluciones creativas y planteamientos innovadores. Y, sin duda, así se romperá el círculo vicioso y se podrá llegar a restituirlos al equipo y lograr beneficios mutuos. Para los líderes, la ganancia será la experiencia; para los aburridos será la motivación de participar como pieza del equipo. Todos ganan. De otra forma, corremos el peligro de desperdiciar talento y perder mucha experiencia acumulada.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @CecyDuranMena Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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