La falta de lluvias durante este año impidió que tres de las siete presas que componen el Sistema Lerma Cutzamala llenaran su capacidad, y con ello se comprometió el abasto de agua para 13 municipios del Estado de México y 8 alcaldías de la Ciudad de México, en donde aproximadamente 600 mil personas están siendo afectadas ante la disminución del caudal, que será de aproximadamente 500 litros por segundo durante dos días a la semana.

Para atender esta situación, las autoridades han anunciado una serie de acciones como la dotación a través de pipas y pozos ubicados en las alcaldías y municipios afectados. Esta situación se prevé duré hasta las primeras semanas de enero, es decir, entre 8 y 10 semanas en las que autoridades del Gobierno de la Ciudad de México, del estado de México y de la Comisión Nacional del Agua, realizarán una tarea titánica para llevar millones de litros de agua a las comunidades afectadas.

Sin duda, el abastecimiento de agua para la Ciudad de México es uno de los retos más grandes y complejos del mundo. Estamos hablando que esta mega urbe, que se encuentra a más de 2,000 metros de altura, cuenta con 8.92 millones de habitantes y 4.2 millones de población flotante. Se abastece de 2 millones 712 mil 960 m3 de agua al día (aproximadamente 31,000 litros por segundo), para lo cual depende de fuentes internas y externas: 12% proviene de manantiales, 30% de los sistemas Lerma y Cutzamala, y el 58% de su propio acuífero.

La gran demanda de agua para la ciudad y sus habitantes ha provocado la sobreexplotación de los acuíferos, ya que se extrae más del doble del agua de la que se recarga de manera natural, lo que provoca hundimientos, afectaciones a la red de agua potable y de drenaje, daños a edificios e infraestructura pública y privada, socavones y mayor vulnerabilidad ante sismos.

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Según estimaciones oficiales, la sobreexplotación del acuífero rebasa los 763 millones de metros cúbicos, esta cantidad equivale a llenar de agua 382 veces el Estadio Azteca. Además alertan de que al ritmo actual de sobreexplotación, se estima que la vida útil de los acuíferos se pudiera ver comprometida en 60 años.

El gran riesgo que representa para la Ciudad de México la falla de una de sus principales fuentes de abastecimiento externas como lo es el sistema Cutzamala, que por si solo abastece cerca del 30% del agua, pone de manifiesto la urgencia de dar una vuelta de timón a la gestión del recurso.

Estamos hablando de millones de personas afectadas ante una suspensión del servicio, con afectaciones importantes a la economía y las actividades productivas, al no contar con reservas suficientes para hacer frente a crisis como la anunciada.

La urgencia y la necesidad de contar con un plan integral regional de agua que atienda toda la Cuenca del Valle de México, es decir los 60 municipios del Estado de México, uno de Hidalgo, y las 16 Alcaldías de la ciudad, es prioritaria.

Se requiere de un esfuerzo colectivo, coordinado, metropolitano, con planeación de largo plazo, metas, objetivos y financiamiento adecuado y, sobre todo, con reglas claras y eficientes acordadas entre los distintos usuarios y actores relevantes.

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La atención efectiva de la problemática que representa el abasto de agua requiere acción colectiva y visión común, que debe congregar a todos los usuarios del agua, agrícolas, industriales, municipales, autoridades de los tres órdenes de gobierno, la academia, organizaciones de la sociedad civil e incluso a organismos internacionales.

Un enfoque importante de atención de la cuenca del Valle de México es la protección y conservación de los bosques y del suelo de conservación, como fuentes principales de infiltración y recarga de los acuíferos. Basta mencionar que las cuencas que abastecen de agua a las presas de captación del Cutzamala, más las áreas locales del Valle de México que aportan agua a la Ciudad, se han deforestado más de nueve mil hectáreas en 13 años. Anualmente se pierden entre 150 a 200 hectáreas de bosques del Suelo de Conservación de la CDMX. La protección de las áreas naturales de infiltración y recarga son claves para la seguridad hídrica a largo plazo.

Los mismo sucede con la necesidad de contar con los planes y políticas necesarios para enfrentar de manera debida los efectos del cambio climático sobre los recursos hídricos, ya que sus mayores efectos se resienten en el agua, al afectar el ciclo hidrológico, los patrones de lluvia, provocar mayores sequías e incidir en la cantidad y calidad de agua disponible.

Debemos tener presente que eventos como el que estamos viviendo a través de las sequías en el sistema de presas del Cutzamala son una realidad y cada vez serán más frecuentes, y que necesitamos desarrollar las capacidades institucionales, técnicas, operativas, y financieras, así como una mayor sensibilización de la sociedad para poder enfrentarlo debidamente. De no hacerlo ahora, viviremos cada vez mayores consecuencias.

De allí la urgencia de tomar acciones a escala de forma inmediata, sobre todo replantear la forma en la que nos relacionamos con el agua como sociedad, desde la comprensión de las causas raíz de los problemas hasta fomentar la innovación, el desarrollo de nuevas tecnologías y planes integrales, así como el cuidado de la naturaleza.

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