Hay años que trazan líneas al futuro. 1993 fue uno de ellos. El 2 de diciembre murió, abatido a tiros, Pablo Escobar Gaviria en Medellín, Colombia. Se terminaba así el reinado de uno de los narcotraficantes más peligrosos de la historia y que había sumido a su país en la zozobra de la violencia.

La caída del capo ocurrió después de un largo operativo de la Policía Nacional en colaboración con la DEA. 

En México, aquello días también fueron de sangre y plomo, por las diputas entre bandas delincuenciales que conformarían estructuras poderosas: el cártel de Juárez y el de los hermanos Arellano Félix. En el primer caso de un ascenso vertiginoso y en el otro de una caída paulatina desde la cumbre.

Escobar Gaviria marcó pautas en los mercados ilegales, logrando un aumento del trasiego de cocaína a los Estados Unidos pocas veces visto. Estableció alianzas con Amado Carrillo Fuentes, “el señor de los cielos”, desde años antes de su caída y cuando la expansión del cártel de Medellín parecía incontenible. 

Los acuerdos significaron el empoderamiento de Carrillo Fuentes, quien finalmente mandó asesinar a Rafael Aguilar Guajardo, un exagente de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), que lidereaba el cártel de Juárez.  

Aguilar Guajardo murió en Cancún, el 12 de abril de 1993. Desde ese momento ya no existió otro jefe que pudiera disputar el control establecido por Carillo Fuentes.

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Semanas después, el 24 de mayo, sicarios de los hermanos Arellano Félix matarían al cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo, en una confusión, ya que por quien iban era a Joaquín “El Chapo Guzmán”. 

Posadas Ocampo llegó al aeropuerto de Guadalajara en un automóvil Grand Marquis que era igual a otro en el que se solía transportar a Guzmán Loera. Los asesinos del prelado, Juan Jesús Murillo Díaz “El Güero Jaibo” y Edgar Mariscal Rábago “El Negro”, se encontraban drogados en el momento del ataque. 

Pero esos hechos significaron que las autoridades desatarán un combate directo al cartel de Tijuana y que los Arellano se convirtieran en los criminales más buscados.

Esto aumento la oportunidad de Amado Carrillo en el control del negocio de las drogas y además ocurrió cuando ya era aliado de los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, principales enemigos de Escobar Gaviria y jefes del cartel de Cali. 

La vida de los narcotraficantes y su poder son fugaces, pero las consecuencias perniciosas de su actuación se prolongan en el tiempo. 

La violencia y el narcoterrorismo que desató Escobar son una herida aún no cerrada del todo. 

En el caso de sus pares mexicanos, y en particular de Carrillo Fuentes, las herencias se han diluido, pero no las condiciones de inseguridad que no han dejado de prevaler en Chihuahua y su frontera. 

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