DW.- Con sus grandes ojos negros y la comisura de su boca levantada como si estuviera sonriendo, es difícil creer que la simpática ardilla voladora siberiana (Pteromys volans) provoque la ira de alguien. Sin embargo, en Finlandia, este animal del tamaño de la palma de una mano no solo es visto como una molestia por los terratenientes y promotores urbanos, sino que se ha convertido en un blanco de la ira antieuropea. La Directiva de Hábitats de la Unión Europea (UE) protege el entorno de la ardilla voladora, sobre todo, los bosques de valor económico. La silvicultura representa aproximadamente una quinta parte de las exportaciones de Finlandia. Muchos propietarios de tierras perciben las medidas de protección europeas como una indeseada intromisión. Además, los proyectos de construcción urbana se han paralizado desde que la ardilla también se ha trasladado a las ciudades. TAMBIÉN LEE: Iglúes de cristal y auroras boreales: solo en Finlandia “Cuando la gente habla de ardillas voladoras, no se refiere realmente al animal, sino que lo emplea como símbolo, que representa el poder de la UE sobre la población local”, cuenta a DW Maarit Jokinen, investigadora de la Universidad de Helsinki que ha estudiado las actitudes de la sociedad hacia la ardilla voladora.

Ardillas voladoras frente a leñadores

A pesar de estar protegidas, la población de ardillas voladoras ha disminuido en Finlandia un 40 por ciento en los últimos diez años. Los intereses económicos, como la tala de árboles, son su mayor enemigo. Las ardillas voladoras tienen una piel peluda entre sus patas delanteras y traseras. Cuando saltan de árbol en árbol, planean como un parapente. Pero en el suelo son lentas y torpes, y por ello presas fáciles para los depredadores. Sin embargo, la simpatía hacia las ardillas es escasa. Los medios de comunicación han recogido historias de casos extremos en los que proyectos de construcción se han visto obstaculizados por medidas de conservación, bajo titulares como “La ardilla voladora roba el espíritu navideño” y “Un guante volador que puede incluso desviar las autopistas”.

Las ardillas voladoras no vuelan sino que planean, haciendo un lento descenso de árbol en árbol.

Mejorando la mala imagen de la ardilla voladora

Un nuevo proyecto financiado por la UE y dirigido por Metsähallitus, una empresa estatal que gestiona los bosques del país, pretende mejorar la imagen pública del animal. El proyecto “Flying Squirrel LIFE” permite observar a estos tímidos habitantes del bosque en acción, a través de una retransmisión en directo. Pero, sobre todo, el proyecto pretende involucrar a los propietarios de tierras en los planes de expansión de las áreas protegidas, en lugar de combatirlas. Juho Korvenoja es propietario de una extensión de tierras agrícolas y forestales al sur del país. Como parte del proyecto LIFE, ha aceptado dejar algunas de sus áreas boscosas intactas para su conservación. “Ha sido un largo camino para la ardilla en términos de imagen. Y creo que quienes tratan de protegerla tienen todavía mucho que aprender”, cuenta a DW. TAMBIÉN LEE: Así es Sandymount, el hotel más ecológico de Europa “El camino es hacerlo en cooperación, no dictando a los terratenientes lo que tienen que hacer”, añade. Eso es exactamente lo que tratan de hacer los conservacionistas. Sin embargo, algunos también piden una regulación más estricta para las áreas donde se asientan los roedores voladores. En la actualidad, corresponde a los propietarios de tierras decidir cuánto bosque dejan sin talar alrededor de los sitios de anidación de las ardillas voladoras. Andrea Santangeli, investigador de la Universidad de Helsinki, se queja de que hay muy pocos lugares y de que las autoridades no los vigilan con la suficiente atención. “Creo que debería ser regulado de manera clara y estándar, en lugar de dejar la decisión en manos de los propietarios de bosques”, cuenta a DW. La Asociación Forestal Finlandesa critica que los terratenientes son conocidos por cortar aquellos árboles que proporcionan el hábitat perfecto para las ardillas voladoras. Con ello, evitan que la ardilla se establezca en esa zona.

Los perros rastreadores recogen datos

Por otra parte, Eija Hurme, directora del proyecto LIFE, cree que detrás del comportamiento de los propietarios de bosques hay más ignorancia que malas intenciones. Es por eso que ella y su equipo tratan de recopilar datos sobre el tamaño actual de población de esta especie. No obstante, la ardilla es escurridiza y nocturna por lo que no es tarea fácil. Por ello, han decidido reclutar perros de rastreo. Tanja Karpela es responsable del entrenamiento de perros para el reconocimiento de olores. Dice que el uso de perros para rastrear los excrementos de ardilla ya está ofreciendo los primeros datos para hacerse una idea general del tamaño de población.

Buenos vecinos 

En Espoo, la segunda ciudad más grande de Finlandia, no lejos de Helsinki, las cifras ya son prometedoras. Allí viven cerca de 800 ejemplares. La ciudad se considera un modelo para el equilibrio entre la conservación de la naturaleza y la planificación urbana. Lejos de ser un símbolo de intromisión extranjera, la ardilla voladora puede ser una fuente de orgullo local. Ciudades como Espoo demuestran que “las zonas de descanso y las ardillas voladoras pueden ir de la mano”, señala Hume.

Los conservacionistas creen que vivir al lado de una ardilla voladora atraería a muchos finlandeses.

De hecho, subraya que vivir cerca de las áreas verdes donde anidan las ardillas, podría aumentar el valor de una propiedad, ya que los compradores saben que “si hay ardillas voladoras viviendo allí, nadie talará los árboles, así que seguiré disfrutando del bosque desde mi ventana”. Este contenido se publicó originalmente en DW.COM y puedes ver esa nota haciendo click en el logo:

 

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