En la pequeña ciudad de Cabo Cañaveral (Florida), en Estados Unidos, están acostumbrados a que el silencio se interrumpa en cualquier momento con un estallido que se escucha con fuertes vibraciones cada vez que un cohete despega. 

La zona es perfecta para los lanzamientos, ya que éstos se realizan en dirección al este, permitiendo que los cohetes sean seguidos con facilidad en su ascenso y puedan caer en el mar sin causar ningún perjuicio. Fue algo que empezaron a hacer con misiles a mediados del siglo pasado y que terminó convirtiendo esta zona en sede del Centro Espacial Kennedy de la NASA, y de lanzamientos privados que cada vez ocurren con más frecuencia. 

En la estación local de televisión, hay una sección en la que muestran cuáles son los despegues del día y quién los hace. En los hoteles es común ver trajes de astronautas en el lobby y, en los restaurantes, las paredes muestran fotos de personas que, desde ahí, han salido a la órbita terrestre e incluso más allá. 

El pasado 16 de diciembre, el clima parecía retrasar un lanzamiento que se había preparado con años de antelación. Pero SES, un proveedor de internet satelital con sede en Luxemburgo, pudo finalmente enviar al espacio los primeros dos de los 11 satélites de nueva generación de órbita media que marcarán el futuro del negocio de su compañía. 

“Estaba nervioso”, dice a Forbes Steve Collar, ceo de SES. “Siempre estoy muy nervioso con nuestros lanzamientos porque, aunque las probabilidades de fallo son muy pequeñas, siempre hay un riesgo. Son cosas díficiles; suceden cosas que te sorprenden e incluso hasta en el último momento tienes que estar realmente concentrado para verificar. Es la parte más emocionante de nuestro negocio, porque todo el trabajo duro se combina con ese momento de nerviosismo”. 

Collar sostiene que, para llevar a cabo este proyecto, que garantizará una latencia de ida y vuelta de menos de 150 milisegundos, se ha requerido de una inversión de 2,000 mdd, que forman parte de los cerca de 15,000 mdd que han invertido para que su servicio satelital (que usan desde compañías de telecomunicaciones, hasta gobiernos y cruceros) sea posible. 

“Cuando lanzamos nuestros primeros satélites, la industria se mostró completamente escéptica, tanto sobre la necesidad de una latencia más baja en la conectividad como en la aceptación para usar tecnologías que nunca antes se habían lanzado. Era una industria conservadora con una inversión bastante modesta”, afirma Collar. “Es mucho dinero, pero es mucho menos de lo que necesitarías invertir para satélites en órbita terrestre baja”. 

El 702X, el software de Boeing que produce para SES y para el gobierno de los Estados Unidos, permite construir satélites más pequeños, más flexibles y con rentabilidad a largo plazo. 

“Hemos sido pioneros en la misma evolución de nuestros satélites que ha tenido que ver con muchos de los dispositivos electrónicos personales que disfrutamos hoy: un aumento exponencial en la capacidad, al tiempo que introducimos la escala en la producción, mayor calidad y un factor de forma más pequeño”, dijo a Forbes Michelle Parker, vicepresidente de sistemas de misiones espaciales para Boeing Defensa, Espacio y Seguridad. “El 702X elimina por completo la necesidad de hardware voluminoso, reduciendo la masa y la pegada, al tiempo que aumenta la capacidad. Esencialmente, es una supercomputadora de grado espacial que opera desde el espacio”. 

El lanzamiento se hizo con el cohete Falcon 9 de SpaceX. Para llegar a la plataforma de lanzamiento de SpaceX desde la entrada del complejo, hay que recorrer ocho minutos en carro por una vía recta. Durante el camino no se permite grabar ni tomar fotografías. Un hombre musculoso con pasado militar vigila a los asistentes durante ese tiempo. Es una zona que no está abierta al público; pero, durante nuestra visita, el pasado diciembre, nos dieron un acceso exclusivo. Quienes vayan como turistas a Cabo Cañaveral pueden hacer un recorrido por el Centro Espacial Kennedy, que queda cerca. A los lados, cada ciertos metros aparecen bodegas con varios carros Tesla estacionados y edificios con densidad horizontal en los que trabajan cientos de personas. 

Al fondo está el Complejo de Lanzamiento Espacial 40 de SpaceX, que arrienda a la Fuerza Aérea de Estados Unidos desde 2007. La firma tiene otros tres complejos de lanzamiento: en Florida, California y Texas. 

Unas enormes rejas bordean el hangar, que termina siendo escenario de un espectáculo que millones de personas alrededor del mundo observan desde las transmisiones televisivas y en redes sociales, que se hacen cada vez que hay un nuevo lanzamiento. 

Disrupciones como el Falcon 9 de SpaceX, un cohete con una innovadora tecnología que lo hace reutilizable, con el que, en 2022, se hicieron 61 lanzamientos, han hecho que, en los últimos años, el envío de satélites sea más fácil, que haya más lanzamientos al espacio, que las misiones gubernamentales sean más económicas y que incluso el turismo espacial con viajes privados sea una realidad, un camino que está allanando el terreno para las iniciativas de magnates. 

Nada más SpaceX está trabajando en una nave espacial más grande y reutilizable, que sería capaz de enviar unos 400 satélites de Starlink (su compañía hermana de internet satelital), lo que permitiría pasar de tener miles de satélites a tener decenas de miles. Aunque son iniciativas riesgosas, los inversionistas las respaldan. SpaceX recaudó 2,000 mdd de capital privado en 2022 y se dice que está en proceso de cerrar otra ronda de inversión que valora la empresa en 137,000 mdd. 

Además de SpaceX, de Elon Musk, Blue Origin, de Jeff Bezos, y Virgin Galactic, de Richard Branson, tienen sus propias disrupciones. Es posible que pronto salga el primer vuelo del vehículo New Glenn, de Blue Origin, así como el del Vulcan Centaur, construido por United Launch Alliance, una empresa conjunta entre Boeing y Lockheed Martin. 

De acuerdo con Lori Garver, ex viceadministradora de la NASA, los cambios en los incentivos gubernamentales que se han dado han contribuido a que este tipo de empresas puedan concentrarse en desarrollar tecnologías como la reutilización, que han reducido drásticamente el costo de los viajes espaciales. 

“Creo que las empresas privadas tienen un papel en la reducción de los costos, ya que los incentivos impulsan un comportamiento; entendiendo que eso es mejor para quienes pagan impuestos”, explicó Garver a Forbes. 

“Eso robustece un sector privado que tiene áreas donde hay clientes más allá del gobierno. Podrán hacer avances por su cuenta”. 

Según el profesor Jim Bell, de la Escuela de Exploración de la Tierra y el Espacio de la Universidad Estatal de Arizona, la reutilización de los cohetes ha cambiado las reglas del juego para la industria espacial. 

“SpaceX realmente ha sido el pionero en demostrar la reutilización”, afirmó Bell. “Cuando vi los primeros cohetes regresar a la Tierra, mi mente estaba alucinada. Ellos y sus colegas en otras partes de la industria espacial, que resolvieron el problema técnico de recuperar grandes fracciones del cohete y reutilizarlo, están reduciendo el costo. Eso es un cambio de juego para el negocio espacial, incluso para las agencias espaciales que ahora tienen opciones. Debido a que hay un mercado, los precios están bajando”. 

Bell reiteró que la competencia y la innovación de las nuevas empresas es otro factor que impulsa el crecimiento de la industria de la exploración espacial. “Estamos viendo el fomento de la innovación por parte de la industria privada, pero también por parte de entidades gubernamentales, como la NASA y otras agencias espaciales, que están proporcionando fondos para que las pequeñas empresas intenten cosas más arriesgadas, porque la recompensa podría ser espectacular”, comentó. 

Con respecto al turismo espacial y los vuelos privados tripulados, Bell hace una analogía con la aviación comercial en el siglo pasado. 

“Las personas que podían volar en aviones eran gente rica y aventurera. Ese lujo estaba limitado a un pequeño número de personas que podían permitírselo, y es más o menos lo mismo con el turismo espacial ahora. Es muy costoso. Quizá pronto veremos a los primeros turistas espaciales dar al menos la vuelta a la Luna”, sostiene Bell. 

“Lo que vimos con la industria de las aerolíneas es que, con el tiempo, la inversión del gobierno y otras inversiones privadas en esas tecnologías ayudaron a hacerlas más seguras, ayudaron a aumentar su capacidad. Las hizo más rutinaria y ahora, 100 años después, tomar un avión es bastante asequible para la gente de clase media de todo el mundo. Conseguir un sitio en una aeronave ya no es un sueño y ni siquiera piensas en la increíble situación que te rodea. Es difícil imaginar que los viajes espaciales y los cohetes se conviertan en una rutina, pero creo que eso es lo que sucederá”. 

Es así como la industria espacial está experimentando un cambio significativo que lo enfocan a lograr costos más bajos y mayor accesibilidad, gracias a los avances en reutilización e innovación por parte de empresas privadas. Si bien el futuro del turismo espacial y los vuelos privados sigue siendo incierto, está claro que la industria espacial avanza rápidamente y las posibilidades de exploración y descubrimiento son infinitas.

 

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