La velocidad del cambio que la inteligencia artificial trae al futuro humano y esa incesante búsqueda por entender las transformaciones globales me instigaron a aplicar para estudios de Posgrado en Inteligencia Artificial en la Universidad de Oxford. Hoy comienzo con noticia personal: fui aceptado, incluyendo una beca de excelencia. 

Siendo afín a la privacidad, pocos detalles comparto, sin embargo, Andrea Liévano, amiga publirrelacionista, me confirmó que estas son las noticias que esperan escuchar las personas cuando confían en alguien. Y es que en realidad, sin ustedes, lectores, nada de esto sucedería. Siempre agradecido por su constante credibilidad.

También lo traigo a colación porque los ensayos que presenté para la beca, al estilo de la universidad mas antigua del mundo, tuve que escribirlos en tiempo real mientras confirmaban que no utilizaba ninguna herramientas como ChatGPT para transformar palabras a veces flojas (pero reales) en textos dignos de Umberto Eco o Steve Jobs.  

Porque en esta ‘ola’ de innovación tecnológica exponencial, nos enfrentamos a un punto de inflexión en nuestra comprensión de la propiedad intelectual. La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en el escenario creativo no solo desafía nuestras nociones preconcebidas, sino que también democratiza radicalmente la creación y distribución. 

Por ejemplo, ¿puede el lector afirmar con certeza que “esta columna fue escrita sin la ayuda de ChatGPT”? En la actualidad, esto implica un mar de ambigüedades, todas bajo una nueva verdad: la autoría, en el contexto de la IA, se convierte en un concepto fluido que trasciende del acto de crear a la capacidad de tangibilizar una idea.

Y entonces lo que considerábamos ‘central e inamovible’ en Propiedad Intelectual ahora parece arcaico, y tan sólo se necesitaron dos años…

En noviembre de 2021 las regulaciones de la Unión Europea confirmaban que una entidad no humana no podía acceder a derechos de propiedad. 

Para marzo de este año, la oficina de Propiedad Intelectual de Estados Unidos estipuló que las obras creadas con la ayuda de inteligencia artificial (IA) pueden radicar derechos de autor, siempre que el trabajo implique suficiente autoría humana.

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Durante julio al menos 18,000 autores a nivel mundial firmaron una petición a compañías como OpenAI para que controlen el uso de sus materiales. 

La semana pasada Joe Biden y Xi Jinping se sentaron en una increíblemente reluciente San Francisco para hablar del tema, rodeados de la mayoría de presidentes de los conglomerados globales liderando la tecnología.  

Todo esto mientras las cientos de plataformas disponibles actualmente como Midjourney mejoran sus procesos logrando que cualquier persona pueda crear animaciones al mejor estilo Pixar, hoy día tan frecuentes en redes sociales que cuestiona si ese estilo visual que hizo famoso al estudio de animación seguirá de moda. 

Porque según la teoría ‘cuando todos tienen algo distintivo, esto deja de serlo’, sin embargo esta mentalidad también es debatible, sobre todo en un contexto donde figuras como Riley Brown (https://www.tiktok.com/@rileybrown.ai) están revolucionando la forma en que interactuamos con la inteligencia artificial.

Desde TikTok, Brown enseña a casi medio millón de seguidores múltiples formas de aprovechar y crear piezas con alto nivel a través de IA. Un ejercicio de democratización del conocimiento donde más que proponer un discurso a favor o en contra, reconoce una nueva realidad que todos deberíamos saber utilizar.

Para Brown el reto evoluciona definir el ‘propietario’ de una idea… “La era de la creatividad que requiere mucha / costosa mano de obra ha llegado a su fin. Con la llegada de herramientas como Runway, Kaiber o Krea AI, tenemos el poder de crear de maneras que antes eran inalcanzables, aprovechando la tecnología para contar nuestras historias de manera más visual y convincente. Esta oportunidad ahora está abierta a todos”.

Bajo la premisa de Brown la nueva propiedad intelectual esta ligada a un ejercicio creativo donde todos (absolutamente todos) podemos crear, con algunas prioridades “Veo miles de comentarios en mis videos… y existe un claro deseo de utilizar la IA para crear marcas coherentes en las redes sociales y en diversos proyectos creativos”. 

Así las cosas, si todos pueden crear a la altura de Scorsese, Coppola, Harari, Kanye, Lagerfeld, Kundera, o Pollock (que les tomó décadas crear narrativa y estilo, apenas normal que estén cuidando su patrimonio intangible) el nuevo reto parece ser ‘subir un nivel’ y trabajar en conjunto con la Inteligencia Artificial para crear algo único.

Como la obra artística de Juan Maresca (https://www.instagram.com/laboca1979/), publicista argentino que encontró en la Inteligencia Artificial una forma de hacerle un homenaje a su artista preferido Benito Quinquela Martín, bajo una forma de continuidad de su obra donde imaginación y nostalgia crean un mundo paralelo.

El artista Maresca aprovecha el recurso narrativo frecuente del artista Quinquela alrededor de La Boca de Buenos Aires, para crear una obra que al parecer hizo falta, alrededor de sus colores y por qué nacieron. Después, e inspirado en esta zona del mundo, la obra LoBoca1979 nos muestra un mundo donde extraterrestres y humanos coexisten en armonía en este barrio disfrutando del futbol. 

Todo creado con IA, sin embargo para Maresca el tema trasciende… La inteligencia artificial es una nueva espátula, una extensión de mi creatividad, no es un sustituto de mi visión artística. Como artista, veo la IA como un compañero de baile en el vasto salón del arte; nos guiamos mutuamente, pero la música la elijo yo.”

En este contexto, para Maresca es evidente quién tiene la Propiedad Intelectual “Hice con ayuda de la inteligencia artificial el cuadro que le faltaba hacer (a Quinquela), con su estilo, sus colores, su puerto, sus trabajadores. Es obvio que la idea es mía; ni a Quinquela ni a la inteligencia artificial se les ocurrió hacer eso”. 

Sin embargo, esta democratización trae consigo dilemas éticos y legales profundos. Autores como Stephen King y Suzanne Collins se encuentran en un frente de batalla, defendiendo los derechos de autor en un mundo donde sus obras pueden ser replicadas y transformadas por algoritmos. En la música, la imitación casi perfecta de estilos y artistas como Drake o Bad Bunny pone en tela de juicio la originalidad.

La Inteligencia Artificial está redefiniendo lo que significa ser un creador y la gobernanza que protege una idea, hora de asegurar que beneficie a todos porque así no parezca la creatividad seguirá como industria, lo que pasa es que su nuevo modelo de negocio no estará aglutinado en las ‘Industrias Creativas’ y sus talentos. 

Porque ser creativo y poder crear es democrático en la era de la Inteligencia Artificial. 

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* El autor es consultor global de negocios; enfocado en consumo masivo, estrategia competitiva, innovación, y prospectiva.

 Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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