Por María Fernanda Salazar Mejía* México eligió. Ayer, millones de ciudadanos dieron su confianza a Andrés Manuel López Obrador para ser el presidente de la República durante el sexenio 2018-2024. Lo hicieron con 53% de votos, en el marco de una amplia participación ciudadana. El porcentaje de triunfo de López Obrador fue un escenario previsto por las encuestas pero no era así hace tan solo un año, cuando se pensaban resultados terciados mucho más cerrados y se repetía que el hoy candidato triunfador tenía un techo de 36% de la votación. A partir de ahora, Andrés Manuel empieza el reto más importante de su vida: encabezar a una nación que ha creído en él, que le ha dado un mandato para impulsar una profunda transformación en la vida pública de México, tras el fracaso del presidente Enrique Peña Nieto para cumplir con la sociedad mexicana. El rechazo está a la vuelta de la esquina para los dirigentes que no escuchan el sentir de las personas a las que gobiernan o no se ubican en la realidad del país. Hay lecciones de este sexenio que considero fundamentales para el éxito del gobierno y de México en los próximos 6 años.
  • Priorizar la capacidad sobre la amistad. Uno de los principales problemas y críticas que enfrentó Enrique Peña Nieto, fue que se rodeó más de sus amigos y lealtades que de los colaboradores más capaces. Las designaciones de gabinete, en muchos casos no respondieron al perfil o experiencia de los servidores públicos ni a los requerimientos del cargo. Los cambios que se dieron en el gabinete fueron, la mayoría, reciclajes de cuadros en función de su cercanía; de ahí que varios personajes hayan ocupado más de una secretaría en lapsos muy breves de tiempo. Andrés Manuel López Obrador está obligado a que su gabinete cumpla sus compromisos y ejecute correctamente sus indicaciones; para ello, debe garantizar que los perfiles de las secretarías, subsecretarías y mandos medios y superiores de la burocracia respondan a las necesidades para el diseño de soluciones, y el uso eficaz y transparente del presupuesto público.
  • Favorecer la crítica y la diversidad de pensamiento. Una de las principales causas del fracaso del presidente Peña Nieto fue la poca pluralidad de pensamiento al interior de su grupo cercano, que lo aisló de las voces diversas que se expresan en la sociedad, generándole una serie de decisiones equivocadas y elecciones constantemente erradas. Es natural que el poder genere la tentación de la unanimidad, pero para eso debe haber un equipo capaz de discernir y que cuente con la atención del presidente, para que nadie monopolice su oído. En el ejercicio del poder, escuchar la diversidad de opiniones es la diferencia entre el fracaso o éxito de un gobierno.
  • El proceso deliberativo importa e importa mucho. El presidente Enrique Peña apostó todo su capital político al Pacto por México que, de manera inicial, arrojó resultados importantes en términos de la aprobación de múltiples reformas de grandes dimensiones en distintos ámbitos. Se trató de un mecanismo que sustrajo el debate público que se da en el Congreso a espacios de negociación y acuerdo cerrados, sin un proceso de deliberación amplio y proporcional al tamaño de los temas en cuestión (reforma educativa, telecomunicaciones, energética, entre otras). Hoy, las reformas tienen el repudio de la población por la falta de resultados tangibles y, en buena medida, porque se menospreció el proceso deliberativo que permite a una sociedad comprender, asimilar, aceptar o cuestionar cambios profundos. Los tiempos del debate importan en una democracia y no deben ser sacrificados en pos de supuestas urgencias legislativas.
  • Escuchar para comunicar. Es por todos conocido que la comunicación fue una debilidad del gobierno del presidente Peña. Las fallas partieron de la incapacidad para escuchar. Una comunicación política que no parte del insumo principal, es decir la voz de los gobernados, no puede tener un buen destino. Y si bien en política no se le puede dar gusto a toda la población, cuando se es capaz de identificar las fallas y oportunidades, se abre la posibilidad de responder a tiempo. Muchas de las crisis del gobierno del presidente Peña surgieron de no atender temas relevantes de manera oportuna. Andrés Manuel López Obrador tiene que seguir trabajando su comunicación y, fundamentalmente, la de su equipo y el gobierno, para tener una estrategia integrada que le evite cometer estos errores.
  • Menos reformas, más políticas públicas. La obsesión por las reformas en un país en que la ley no se cumple, tiene que replantearse. Es cierto que necesitamos algunos cambios al marco legal, particularmente por pendientes como el Sistema Nacional Anticorrupción y la Fiscalía General, o lo relacionado con la Justicia Transicional. Sin embargo, hoy por hoy el reto mayor está, más que en el Congreso, en el diseño y ejecución eficaz de políticas públicas que den respuesta a las necesidades más apremiantes del país: seguridad, combate a la impunidad, desigualdad y desarrollo. Su proyecto de gobierno no debería pasar por una concentración extrema en el Congreso, salvo para el diseño de los presupuestos y el impulso, desde su partido en el Congreso, de nuevos debates como reformas al poder judicial para fortalecer el acceso a la justicia en México.
  • Más sociedad civil. Enrique Peña Nieto tuvo muchos claroscuros en su relación con la sociedad civil. Si bien se estableció una relación positiva con algunos grupos, la realidad es que el grueso de las organizaciones se toparon con un gobierno cerrado a las aportaciones de los colectivos en distintos temas como los desaparecidos, la seguridad, la justicia y la impunidad, entre otros. López Obrador ha repetido en varias ocasiones que le genera sospechas la sociedad civil, pero la realidad es que se tendrá que acostumbrar a ella y a su activismo, tendrá que tender puentes y deberá instruir a su equipo para que escuche las aportaciones que se hagan. En una democracia, la sociedad civil no puede ser excluida de la toma de decisiones gubernamentales.
  • Libertad de Medios. López Obrador no llegó al poder por su alianza con algún medio de comunicación en particular y, como lo mencionó en su discurso, las redes sociales le fueron fundamentales. Por ello, es estratégico que iniciando su gobierno impulse la revisión de la Ley de publicidad oficial que Enrique Peña promulgó, pues hoy cuenta con la libertad para hacer algo positivo que fortalezca la libertad de expresión y la pluralidad, con transparencia en el gasto público de ese rubro. Sería una aportación fundamental para la democracia.
Son muchas las lecciones que tiene que considerar López Obrador para tener éxito en el gran reto que tiene enfrente, pero estoy segura que en la historia inmediata anterior podrá encontrar muchas oportunidades para diferenciarse y construir un gobierno que responda a las elevadas expectativas sociales con las que ayer ganó la presidencia. *Consultora en Estrategia de Comunicación.   Contacto: Correo: [email protected] Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.  

 

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