La fiebre del río Potomac es contagiosa y nadie asiste a la Casa Blanca de modo impune. En efecto, los decibeles de la política en Washington siempre son altos, pero más aún cuando las banderas electorales ya empezaron a ondear.

Nadie experimenta en cabeza ajena y esto queda muy claro cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador se encamina a cometer un error similar al que cometieron, en su momento,  Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto.

Salinas de Gortari hizo una apuesta por los Republicanos y las cosas salieron mal, porque perdió George Bush y ganó Bill Clinton.

Si bien el Tratado de Libre Comercio se aprobó, parte de los retrasos se debieron al celo de los Demócratas, a quienes no les importó elevar la presión, por medio de temas de medio ambiente y laborales, como factura a pagar por las veleidades de aquellos tiempos.

Enrique Peña Nieto, asesorado por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, cometió una de sus pifias mayores al aceptar un encuentro en Los Pinos, con el entonces candidato Trump, quien para ese momento había dejado en claro que era un enemigo rotundo de los migrantes y de manera destacada de quienes habían nacido en nuestro país.

Aquel episodio se convirtió en crisis y el titular de las finanzas públicas tuvo que renunciar al cargo, para paliar de algún modo el escándalo y deslindar, aunque fuera en parte, al presidente Peña Nieto.

Es verdad que el triunfo de Trump cambió las cosas y Videgaray volvió al gabinete como canciller, pero es un hecho que la herida abierta por aquella imprudencia, nunca terminó de cerrar y menos aún por la profunda división en el propio equipo presidencial.  

Ahora otro presidente mexicano se encamina a una situación en lo que lo más factible es que salga perdiendo o con un margen de ganancia bastante estrecho. Muchas cosas tendrían que haber cambiado en La Casa Blanca para que las cosas caminen por otra senda.

Pero si el encuentro de López Obrador con Donald Trump será mal visto por los partidarios de Joe Biden, el abanderado de los demócratas, más lo será por la organizaciones de migrantes y por los mexicoamericanos, quienes han experimentado, bajo su propia piel, lo que significa padecer a un presidente racista.

No hay que perder de vista que Estados Unidos enfrenta una crisis, desatada por abusos policiales, que puso en la agenda el tema de la discriminación.

Pero si todo esto no fuera suficiente, a ello hay que sumar, aunque muy pocos se atreverán a decirlo, el sapo que tendrán que tragar muchos de los partidarios de López Obrador que aún se encuentran a la izquierda del tablero ideológico y que se sumaron y en muchos casos propiciaron ataques y condenas cuando Trump asistió a un encuentro en Los Pinos con Peña Nieto.

Las voces que exigían firmeza contra las balandronadas de Trump y en particular las que se desprenden de su obsesión por levantar un  muro en la frontera norte se eclipsaron, desde diciembre de 2018, como también lo hicieron ante el despliegue de la Guardia Nacional en la frontera sur, estableciendo un muro para los migrantes centroamericanos.

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