Las designaciones que hacen los poderes públicos en diversos órganos del Estado mexicano, tienen una naturaleza política y se procesan a partir de los distintos espacios en que se ejerce el poder político. La presidencia de la Comisión Nacional de Derechos humanos no es excepción, por lo que su designación no obedece a los méritos que una persona pueda tener, sino a la correlación de fuerza que favorece a unos u otros grupos.

En el caso de la designación de Rosario Piedra Ibarra al frente de dicha comisión, misma que alcanzó mayoría calificada en el senado solo por un voto, donde varios senadores se salieron del salón de sesiones para que se pudiera dar la suma para dicha mayoría, con acusaciones de que algunos legisladores votaron dos veces, entre otros incidentes. Esto no resta legitimidad al nombramiento, pero si deja ver una fuerte división que ubica a la Comisión en un contexto de debilidad con respecto a otros actores en el contexto de la defensa de los derechos humanos.

Si bien la nueva presidenta tiene militancia en la organización Eureka creada por su madre en los años setentas del siglo XX, al mismo tiempo que ha estado involucrada en acciones de promoción de derechos humanos de grupos vulnerables, su activismo y cercanía con el presidente López Obrador, así como con Morena, genera dudas sobre su imparcialidad en el tratamiento de casos que tengan que ver con áreas del ejecutivo.

A pesar de que la nueva presidenta ha dicho que actuará con firmeza, también ha dicho que tiene coincidencias con el presidente y solo algunas divergencias. De la misma forma, no conocemos algún posicionamiento sobre la negativa del presidente a atender asuntos de derechos humanos, lo que podría dar elementos para saber sobre sus posiciones reales sobre el tema.

El hecho de que el presidente haya orientado el voto de sus senadoras y senadores, al decir que prefería a una defensora de los derechos humanos, más que a un académico, ignorando la carrera de los otros propuestos en la terna, en un contexto donde si no se forzaba el voto en el senado, se tendría que iniciar un nuevo procedimiento con una nueva terna, reduciendo las posibilidades de su elección.

Todos estos elementos, en conjunto, nos dejan ver que la CNDH se puede ubicar en un contexto de debilidad, generado por una designación forzada, en un espacio que, por naturaleza debería tener la suficiente fuerza como para enfrentar violaciones a derechos humanos por parte de actores como el mismo ejército, las policías, la fiscalía, u otros como dependencias federales con la fuerza y el apoyo presidencial suficientes como para ignorar las recomendaciones de la Comisión.

La propuesta de cambiar la naturaleza de la Comisión a un ente de defensa del pueblo, implica una falta de claridad en la forma en que las violaciones a derechos humanos se generan y el perjuicio que tienen sobre espacios sociales. Más allá de eso, la Comisión requiere de una transformación legal que le de la capacidad suficiente como para que sus recomendaciones dejen de serlo y se conviertan en acciones decididas, con consecuencias claras para quienes decidan violar los derechos de las personas.

Con una presidencia de la CNDH afín, el presidente ha demostrado habilidad para forzar nombramientos en órganos autónomos que van alineándolos cada vez más con su posición, donde la debilidad de los mismos es fundamental para incrementar las capacidades de centralización en las decisiones, que el presidente busca asegurar, para tener control sobre las áreas fundamentales de política pública en el país, lo que implica una eliminación formal de sus contrapesos. Es claro que en este contexto, están en la mira órganos como el INE y el INAI, a quienes el presidente a criticado en diversas ocasiones.

    Contacto: LinkedIn: Gustavo Lopez Montiel *El autor es Doctor en Ciencia Política por The New School for Social Research (New York) y profesor de Ciencia Política en la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, región Ciudad de México.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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