Aunque comience a sonar redundante, no es comprensible la guerra que mantiene el gobierno con los analistas por el diagnóstico de la economía mexicana. Pese a los malos resultados, el presidente sigue insistiendo en que la economía mexicana está creciendo. Una situación compleja, a la vez que tensa, dado que las principales agencias de rating siguen revisando la lectura para el crecimiento de la economía mexicana a la baja, tras el mayor deterioro que ha sufrido el crecimiento en el país.

Y es que, la economía Mexicana, al menos durante este año, sigue mostrando un nulo crecimiento. Es decir, México, en estos momentos y pese a sortear la recesión técnica, sigue sin crecer al ritmo que el gobierno de AMLO vaticinaba a principio de año. De acuerdo con los registros en las tasas de crecimiento, la economía mexicana prevé acabar el año con unas cifras que la sitúan en una oscilación entre el 0,5% y el 0% absoluto. Es decir, una cifra que dista mucho de ese 2% que se preveía a principio de año.

Esto es preocupante, al menos si lo miramos desde el punto de vista en el que, de acuerdo con las previsiones estimadas a principio de año, se han ajustado los presupuestos dentro de un plan presupuestario en el que se hicieron aproximaciones acorde a un escenario en el que la economía se mostraba más boyante. Sin embargo, en un escenario como el actual, el trabajo del presidente no debería ser el de seguir negando lo que ya nadie niega, sino en trabajar para dar ese empujón que necesita la economía mexicana para cumplir con las políticas propuestas.

Muchos economistas coincidimos en que muchos de los problemas que han vivido los países con su economía, en un gran porcentaje, provienen por situaciones no previstas por los gestores en el país. El diagnóstico fallido en lo que a economía se refiere, en numerosas ocasiones, nos lleva a adoptar políticas que, ante un mayor deterioro, deberían relegarse a un segundo plano. Algo que ocurre en México, donde, obviamente, con un crecimiento cercano al 2%, la política social pasaría a un primer plano; sin embargo, ante el crecimiento previsto en estos momentos, las políticas de estímulo, hipotéticamente, deberían ser una prioridad.

Por esta misma razón digo que, aunque no lo quiera reconocer, el más perjudicado por no reconocer la realidad económica sería, en un futuro, el propio presidente; pues no podemos plantear una gestión desacorde con una realidad económica completamente distinta a la que prevemos en nuestras políticas. México necesita dinamizar su economía y la autocomplacencia, mezclada con la política socialdemócrata propuesta por AMLO, podría acabar dañando aún más a un país tan rico, como emergente, como lo es el país azteca.

De acuerdo con las propias estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía global prevé decrecer para los próximos meses, agravando su comportamiento más de lo esperado. Desde el propio organismo califican esta desaceleración como una desaceleración sincronizada, donde todos los países están viviendo una moderación en los crecimientos, paralizando sus elevados ritmos de crecimiento y moderando los futuros, en contraste con las cifras previstas a comienzo del año.

En una situación donde todos los organismos multilaterales muestran esta pesimista visión; en un escenario donde todas las economías están creciendo a un menor ritmo de lo esperado, uno se pregunta: ¿De dónde sale ese optimismo de AMLO?

Pues es una cuestión que, como cabe de esperar, carece de respuesta alguna. La economía mexicana, en estos momentos, no está para mostrar ese optimismo que, hasta ahora, ha caracterizado al presidente en el país. Como poco, podemos decir que lo que debería tener el presidente en estos momentos es cautela. Cautela por la sencilla razón de que las políticas aplicadas vayan en consonancia con una economía más vulnerable y deteriorada. Una economía que, al menos, durante este año vivirá una situación más que anómala, donde los crecimientos se han estancado abruptamente.

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Pero esto no es nada nuevo. Los principales organismos previsores han calificado esta situación desde hace meses. Esto no es ninguna noticia nueva, pues se viene avisando de que esto podía ocurrir desde hace mucho tiempo. Incluso antes de que el propio presidente emitiese su propuesta económica de gobierno, donde ya advertíamos del riesgo de la misma ante un escenario en el que el comportamiento de la economía mexicana iba a ser, como poco, distinto al previsto por el equipo de mandatarios. Una situación que, como vemos ahora, ha ocurrido; dejando en evidencia las previsiones de un presidente que pecaba de optimismo.

Muchos dicen que, cuando se dicen estas cosas, estamos atendiendo al catastrofismo; sin embargo, esto es completamente falso. Como digo, la economía mexicana es la segunda economía más potente de toda Latinoamérica. La economía en México, pese a tener que mejorar en muchos aspectos, es una economía con gran capacidad, cada vez más abierta a los mercados internacionales y con gran potencial por su riqueza natural y su capacidad de atraer inversión. Por esta razón, no debemos caer en autocomplacencias, dejando de lado el trabajo que, hasta ahora, se ha ido cosechando.

México debe dinamizar su economía, capacitándola para paliar la situación y retomar los crecimientos en 2020; donde los analistas sí prevemos esa remontada de la economía que, durante este año, la ha estancado. Un 2020 que sí prevé una mayor dinamización, pero que, con políticas activas y enfocadas a una situación y escenario real, podrían ser infinitamente más efectivas que las ideadas para escenarios distintos. Los países precisan de políticas, sí; pero, sin embargo, no cualquier política es la válida. Por ello, debemos adaptar el diagnóstico a la mayor realidad posible, pudiendo hacer políticas para el escenario real y no para el deseado.

Como decía Thomas Sowell: “Las políticas deben medirse por el impacto que tienen en la sociedad y no por el deseo que le llevó a impulsarlas y aplicarlas”.

 

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