Los cambios a los que nos estamos enfrentando en el mundo tecnológico han superado con creces las expectativas incluso del ya exponencial crecimiento que aventuró Gordon Moore y que se fue cumpliendo como si de una profecía imposible se tratase. Hace apenas medio decenio nadie podría sospechar el impacto que supone la inteligencia artificial (IA) generativa, creativa y hasta cierto punto empática, con capacidad de adaptación y humanizada sobre cualquier previsión. En definitiva, prematura.

Los expertos no se atreven a aventurarse demasiado en opiniones sobre lo que será el desarrollo de esta dimensión universal desconocida, sumiéndonos en el corto plazo obligado de la impredecibilidad en el tiempo que fue promulgada por la teoría del caos que descubrió Lorenz. Y es que por primera en la historia de la humanidad ciertos parámetros de nuestra creación están absolutamente fuera de nuestro control. Y por mucho que se pretenda contener esta bola de nieve, ya no puede detenerse, porque las empresas tecnológicas no están dispuestas, y esto es comprensible dentro del desarrollo del pensamiento y la técnica humana, diseñados para hurgar en todo lo que este a nuestro alcance.

Hasta cierto punto, el momento en el que estamos es como si unos alienígenas hubiesen llegado recientemente a nuestro planeta. Por las naves espaciales sobre nuestras ciudades presumimos que son más inteligentes, ya que han llegado a donde nosotros no habíamos llegado, circunscribiendo nuestros periplos espaciales en términos comparativos a pequeñas excursiones marcadas muchas veces más por el ego que por la realidad. Pese a que los extraños visitantes anuncian que vienen “en son de paz”, y que pretenden ayudarnos, la sospecha de cómo van a reaccionar está latente, porque hay un desequilibrio que nos genera vulnerabilidad y nerviosismo. Es todo ello una espera silenciosa y tensa, pero apasionante por lo que supone la novedad sin precedentes conocidos y ante lo desconocido del destino cierto y poco predictible.

Basados en este símil fantástico pero real, como lo que de facto acontece con la IA, lo que no puede negar nadie es que para bien o para mal, el cambio será radical para la historia de la humanidad, por lo que supone la irrupción de una nueva super inteligencia que además nosotros mismos alimentamos con ingentes cantidades de información, que la entrena y que es tratada por la máquina con cada vez mayor coherencia, y respuestas mucho más a la altura de lo esperando. Y que además este ‘bebé superdotado’ con minutos de vida supone hoy por hoy un cambio radical en la productividad y un importante dilema en relación a la autonomía que lograrán.

Lee más: Científicos desarrollan ‘goldeno’: láminas de oro increíblemente delgadas y estos serían algunos de sus usos

La era de la IA ha llegado: ¿Distopía o utopía para la humanidad?

Pero además el cambio supone una novedad en cuanto a los grupos directamente afectados, y donde las vulnerabilidades y las oportunidades son mucho mayores en planos intelectuales y creativos que lo que lo es en otras actividades ocupacionales que ya fueron afectadas por la revolución industrial y por las anteriores novedades tecnológicas en la generación de máquinas no autónomas por muy automatizadas que fuesen.

En la línea comparativa, el alienígena tiene una guerra ganada para cuando vaya avanzando en autonomía, que lo hará, y no me atrevo a pronunciar demasiado la palabra “consciencia”, al menos por ahora. Los humanos estamos conectados de manera irremediable a todas las tecnologías que se ponen a nuestro alcance y la desconexión no solo supone un verdadero reto de ‘desenganche’ psíquico y emocional del individuo asimilable en muchos casos a una adicción, sino que además supondría un obstáculo social que se traduciría en problemas de interacción con los que nos rodean, y con nuestras actividades vitales. Con ello, hoy en día, el digital es un mundo tan real como el que podemos denominar físico o tangible, igual que el llamado cíbercrimen es tan crimen como el crimen como se conoce. Incluso la muerte de nuestro ‘yo’ conectado al mundo digital es una muerte a modo de encierro obligado en un sitio que la mayoría no queremos estar, porque nos aleja de esa gran característica inherente de la raza humana que es la socialización expansiva.

Esta dificultad de desconexión tecnológica se hará mayor cuando descubramos las bondades de esta super tecnología y lo que supone de ahorro de tiempo y esfuerzo, por ejemplo, en nuestro trabajo. De esto no me cabe duda alguna. ¿Cuánto estaremos dispuesto a pagar por mantener esta herramienta en nuestras vidas? Salirse será como plantearnos vivir sin conexión en este nuevo internet, que nos hará navegar en metaversos tridimensionales persistentes y asistidos por inteligencias artificiales.

Pero que esta nueva era, sea un sueño o una pesadilla, no nos quepa duda que dependerá en gran medida del dialogo y la argumentación constructiva que definió Graham con su pirámide, y que lamentablemente cada día se quiebra más entre las personas. Sin embargo, es la base sobre la que se debe de asentar el consenso de la inteligencia artificial. Y es que el resto solo estará en el destino del futuro no predecible donde nuestra capacidad de control está realmente muy limitada.

(*) El autor es Abogado, profesor de Tecnología de Deusto Business School y Presidente de la Asociación Legal del Metaverso y de la Inteligencia Artificial de España.

Te puede interesar: La reutilización: un nuevo paso adelante del proceso de reciclaje

 

Siguientes artículos

Esta es la importancia del cumplimiento normativo en el sector empresarial mexicano
Por

Un plan de cumplimiento normativo se presenta como una solución integral que permite a las empresas operar dentro de los...