Las campañas deberían ser el espacio privilegiado para comunicar y convencer, reflexionar, evaluar y elegir entre las diversas opciones; este debería ser un momento para que la ciudadanía exprese sus demandas, haga sentir sus expectativas y compare información, ideas, personalidades, capacidades, propuestas, proyectos y compromisos para ejercer su voto libremente.

Sin embargo, los procesos electorales se han reducido a meras pasarelas donde lo aparente, lo teatral, la simulación y la manipulación se imponen a lo esencial, la integridad, la calificación para un puesto público y las capacidades mínimas para ejercerlo dignamente. 

Demagogia, populismo y excesivas dosis de fantasías, comedia, ocurrencias, banalidades y montajes son la moneda de cambio con la que se pretende ganar el voto en estos tiempos. Improvisación, carencia de argumentos, ilusiones, escenificaciones, el marketing electoral pierde su contenido sustancial y democrático.

Quizá el cansancio, el hartazgo y el desinterés por la política justifica que lXs candidatXs se centren en convertirse en virales y prefieran pasar por personajes, caracteres o alguna botarga digital antes que prepararse a fondo y ofrecer soluciones reales, presenten propuestas viables y/o por lo menos mencionen por que se consideran merecedores de la confianza de los votantes.  

La campaña se vive en lo viral, en el ahí se va, a ver qué se nos ocurre y dar flashazos para simular empatía, seguridad, popularidad, “arrastre. Existen miles de recursos con los que puedes trabajar en estos días, comentarios, me gusta, deditos arriba son mejores y más baratos que las encuestas y los electores reales.

Dado que los políticos de siempre aburren, son obsoletos y de plano no levantan, los partidos políticos buscan llevar al congreso, el senado y los cargos públicos una colección de faranduleros, deportistas, influencers, albureros y lideres sociales que “jalen” los votos necesarios para que los políticos de la “vieja guardia” lleguen “de rebote”.

En los momentos en que el país atraviesa por tremendas crisis en materia de salud, agua, basura, pobreza, alimentación, desempleo, inseguridad, violencia, maltrato, cierre de negocios, migración, bajos salarios; la cuestión es ocupar las posiciones en juego y seguir prolongando la simulación “democrática”. 

La oferta política depauperada, mínima, irrelevante, banal es la consecuencia también de una sociedad que dejo de crear líderes “reales”; se quedan fuera los activistas, los luchadores sociales de años, la gente que trabaja las calles, que siempre han estado ahí en la raya, defendiendo a los grupos vulnerables, peleando a fondo contra el maltrato animal, protegiendo los bosques y las selvas, denunciando y apoyando.

Esos vecinos que siempre son los primeros en barrer, limpiar, sugerir políticas de fondo, esos que deberían ser los primeros ahí seguirán. Actualmente, lo que cuenta son la “empatía y la popularidad” poses, fotos, escenitas, bailecitos, besitos. Un poco de ridículo, una exhibición, un video no son nada y bien valen la pena para garantizarte una dieta legislativa o la hamaca de la nomina de gobierno. 

Desde hace tiempo, la propaganda, el proselitismo y la comunicación política se han vuelto predominantemente digitales. Las redes sociales, los medios, los canales y las diversas plataformas son los escenarios más relevantes de contienda, debate, control, persuasión y manipulación de las voluntades electorales. Esto tiene muchos aspectos positivos, pero algunos, no lo son tanto.

Los aspirantes a puestos de elección hacen de todo para construir una imagen valiosa y positiva, editan sus historias, resaltan sus cualidades y virtudes; pero tanto tus rivales como las audiencias digitales prefieren indagar, fiscalizar, encontrar y exponer las debilidades, vicios, defectos, mentiras y exageraciones en las que incurras. Tenemos una vida real pero también otra digital y -para tus audiencias clave- la segunda suele prevalecer sobre la primera

Votar es una decisión relevante, trascendente y que de alguna manera influirá en tu futuro, no lo olvides. Si se acaba con la contaminación, se logran soluciones a los problemas cotidianos, llega agua suficiente, tengas atención médica, educación o un empleo con el que accedas a una calidad de vida superior no dependen de soluciones fantásticas, cuentos, lecturas de cartas o boletos de lotería electoreros.

Tus derechos políticos implican también responsabilidades, considera quien es la persona que aspira a tu voto, ¿lo merece?, ¿de verdad sabe de lo que hablar, es congruente, viable, ordenado lo que dice?; ¿de dónde salió?; ¿ya consideraste las opciones?; escucha no oigas, visualiza no mires de reojo, palpa, siente, no te dejes llevar por un cartel, acude si tienes espacio a un acto de campaña, seguramente lo que ves en las imágenes no tiene que ver con la cruda realidad.

Esos rasgos finos, la estatura, la buena forma y esa sonrisa pegajosa de la propaganda quizá no sean tan reales, mejor una decepción ahora que más adelante cuando sus errores y desaciertos, ineficiencia, corrupción y promesas incumplidas te pasen la factura. Una fracción de 30 segundos en un anuncio electoral no sirve de nada sin la película completa, a veces ni eso solo porras y aclamaciones digitales, ¿de verdad? ¿Tu voto y tus problemas valen eso para ellXs?

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