En política, persuadir es un proceso de comunicación política mediante el que se busca de convencer a los votantes para que seleccionen entre varias alternativas, proyectos y/o candidatXs, modifiquen actitudes, conductas y/o preferencias de manera libre y consciente. 

El proceso electoral sirve (debería servir) para que los ciudadanos busquen la mejor representación de sus intereses comunes y se integre los que debe (debería) ser un gobierno, eficiente, honesto, transparente y democrático.

Las redes sociales, son un instrumento cada vez más protagónico en todos estos procesos de intercambio de mensajes entre votantes, partidos, organizaciones civiles, movimientos, comunidades, líderes de opinión, medios de comunicación, actores y grupos; los que deben recurrir a diversas estrategias para entregar sus mensajes, posicionar su imagen y dar a conocer la oferta política que representan.

Las redes son un campo privilegiado de competencia en el que discursos, ideas, propuestas, opiniones, propaganda y proyectos se pueden discutir y analizar; sin embargo, al carecer de regulación y contrapesos, la comunicación política digital explota y magnifica muchos de los mecanismos y trucos de manipulación orientados a penetrar –como sea- en un mayor número de votantes.  

Promesas sin sustento. LXs votantes se han vuelto más perezosXs, ya no aplica eso de hacer por tu país ni trabajar duro para ganar el futuro, ante la pobreza y mediocridad de los liderazgos y la carencia de propuestas políticas hoy se ofrece de todo sin recato y sin fundamento.

La depauperación del contenido electoral es muy evidente; a loa candidatXs no les importa hacer el ridículo, hacer evidente su falta de cultura, conocimiento y habilidades políticas, no articulan, no visualizan, no tienen compromiso y carecen hasta de un mínimo de integridad para merecer el voto. Todo es gastar ofrecer apoyos, cuitas del sufragio de cabaret que -a falta de argumentos- se tasa y se transa.

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Testimoniales. Los influencers son moneda de cambio, su capacidad para movilizar votos ya rebasa la de las estructuras tradicionales de los partidos; a los eventos masivos de los candidatXs no se presenta nadie si no hay banda o artista que “jale” a la gente. 

No se ganan votos sin recurrir a “liderazgos digitales”; acudir a sus shows, postear o ganar una mención de las figuras famosas o populares que se presenten como “apoyos” de lxs candidatXs.

La política perdió su fuerza de arrastre, las redes sociales ya se apropiaron de eso, cuenta más una foto, un mensaje, un mail, un video, un chisme, filtración, algo viral, para halagar, enaltecer o posicionar positivamente (algunas veces) o deplorar, destruir o socavar (la mayoría de las ocasiones) la reputación de una opción política.

La marca y las etiquetas. Una vez etiquetado en redes ya no podrás salir del marasmo de haters, chismosos o bots que te caerán encima, toda la frustración social solo necesita un punto para enfocar ahí todo el desprestigio de la política

Solo hace falta un desliz, una validación de seguidores o rumores infundados para que ahí termine una carrera partidista hasta ahora exitosa; golpear a un político es divertido, atractivo sirve de desquite al hartazgo, la corrupción y la falta de resultados. 

En las redes sociales el voto se usa más para ajustar cuentas que para compensar. Una vía de desquite, una forma de castigar y buscar revancha ante la ineptitud y la mediocridad, un espacio para expresar todas las inconformidades calladas. 

Nuevos liderazgos. Así como la comunicación cambió, también las redes alteraron el molde, las referencias, las prioridades, buscar el voto argumentando una historia de vida exitosa, de lucha o hasta el rol del activista, emprendedor, una persona que viene de muy abajo, con una historia llena de altibajos, voluntad inquebrantable y disciplina, su patrimonio es fruto del esfuerzo, buenas calificaciones, impecable, amigable, devoto de la familia, patriota, deportista, culto, capaz y multicultural ya no reditúan como antes.

Hoy el fundamento esta en el aire, no existen mas que tendencias, ocurrencias, si se revisan los personajes que son populares y que se ganan la simpatía de los cibernautas los datos reflejan una falta de horizontes, confusión, hedonismo, ludismo, arranques emocionales, modas, tendencias, impulsos emocionales como los orientadores del voto. 

Hasta el carisma se reduce, se simplifica, se prefiere también lo normal, lo ordinario, hasta lo más chistoso o lo de bajo costo; ya no se ganan votos con una mezcla de empatía, sentido del humor, personalidad, carácter, vitalidad, reputación, humildad, atracción, confiabilidad; todo descansa en la percepción ciudadana alterada por las redes sociales. 

Menos es más o más o menos, regularmente poco. Se ha fallado y declinado en forjar la cultura ciudadana, es mejor no luchar contra la corriente sino dejarse llevar por ella. Los ciudadanos confiesan que a veces no saben ni por quien votaron, se dejaron llevar por lo que les pareció lo más aceptable desde sus redes sociales.

Decidieron a “ultimas” o simplemente le preguntaron a sus “amigos” virtuales, los acarreo el efecto de arrastre de una “ola” y no analizaron, no reflexionaron, para eso sirven “las redes sociales”; se arrepentirán muy tarde, cuando ya el presupuesto este agotado, cuando la inflación los alcance y cuando las  redes sociales les avisen que se equivocaron. 

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