Muy probablemente, todos los que leen esta columna recuerden las promesas que hacía el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando llegó al poder. Y no, no me estoy refiriendo a las promesas que hacía en general, sino a promesas muy concretas y que en mi caso no puedo olvidar, promesas en las que hacía referencia al crecimiento de la economía mexicana durante su mandato. Pues, de no recordarlas, es muy conveniente echar la vista atrás y ver cómo hace unos años el presidente de México prometía a toda la población que el PIB mexicano crecería como nunca con él al frente, llegando a superar el 4%.

Sin embargo, analizando su trayectoria, lo que podemos observar es que, en este caso y como dice aquel, la ficción ha superado a la realidad. En otras palabras, mientras el presidente insistía en que la economía iba a crecer, lo cierto es que México se encontraba inmerso en un proceso de desaceleración que, finalmente, dejaba un final de año bastante peor de lo previsto. Pero la pandemia que seguía a esta contracción pronunciaba aún más dicha caída, situando a México entre las economías que más caía del mundo justo un año después.

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Pero si la situación ya era mala, la escasa respuesta fiscal ofrecida por México, los retrasos en la vacunación, así como otros factores han convertido a la economía mexicana en esa economía de América Latina que se sitúa entre las más rezagadas, es decir, que se recuperará más tarde. Por lo que hablamos de tres años de gobierno en los que la economía no levanta la cabeza. El contexto no ha ayudado, pero de la misma forma que achacar estas contracciones al presidente no sería lo justo, atribuirse crecimientos prometidos que no acaban ni materializándose es igual de absurdo.

Cuando el presidente se convertía en el nuevo presidente de México, entre sus promesas, insistía en la necesidad de cambiar la economía y de recuperar el dinamismo. En este mismo discurso, también comunicaba a sus votantes que la economía comenzaría a crecer con su llegada al poder. De acuerdo con este, la tasa de crecimiento prevista se situaba en el 4%. Sin embargo, los datos nos dicen que no solo la economía no ha crecido a esa tasa de crecimiento prevista, sino que, con más razón, México no ha dejado de caer desde que el presidente llegó al poder.

Mientras el mandatario esperaba que México registrase una tasa de crecimiento cercana al 4% durante su primer año, el año 2018-2019, lo cierto es que la cifra observada a final de año se situaba muy lejos de la ofrecida en el cuadro macroeconómico. De hecho, hay que decir que no solo la economía no creció un 4%, pues lo que muestran los datos es que esta se contrajo a final de año, cifrando dicha contracción en el 0,3%. La economía mexicana, como decía, venía desacelerándose con el paso del tiempo, llegando en 2019 a un punto en el que dicha economía se situaba en niveles de recesión técnica.

Posteriormente, en 2020, volvimos a ver un presidente que prometía retomar el crecimiento económico, devolviendo a la economía a su punto de partida, a la vez que anotaba un 3% en su PIB a final de año como muestra del dinamismo que pretendía registrar la economía a lo largo de este año. Sin embargo, como el pasado ejercicio, nuevos sucesos desataron disfuncionalidades en la economía, en este caso la pandemia que afectaba a todo el mundo, que obligaron a la economía mexicana a renunciar a la actividad económica y, con ello, a ese crecimiento prometido. 

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A final de año, la economía volvía a contraerse, esta vez casi un 9%.

Pero el 2021, el año presente, no ha sido distinto; al menos en lo que se refiere a promesas por parte del presidente. Pues cabe señalar que, a principios de año, seguía insistiendo que la economía mexicana rebotaría con gran intensidad durante el presente ejercicio, devolviendo a México a su situación prepandémica muy pronto. Pero, nada más lejos de la realidad, lo cierto es que la economía de México, atendiendo a las principales previsiones, podría ser de las economías que menos rebotase del continente, siendo también una de las que más tarde recuperaría su nivel prepandémico.

En tres años, el histórico ha sido tan malo que pudimos ver al propio AMLO comunicar a la ciudadanía que el PIB era un indicador que no funcionaba bien para medir el crecimiento, proponiendo la creación de nuevos instrumentos que lo permitiesen mejor. Tal era la obsesión del presidente con las promesas y con el crecimiento, que había olvidado que los indicadores no son más que el reflejo de lo que ocurre en el país, y que no podemos hacer promesas de ese tipo sabiendo que no es posible realizarlas, incluso llegando a querer modificar indicadores para cumplir con la ciudadanía.

Pues debo acabar diciendo que AMLO no es el culpable de lo que hoy vemos, pero tampoco será un héroe si centra sus esfuerzos en prometer y crear indicadores, en lugar de en trabajar por un crecimiento real y sostenible.

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