Por Andrés Flores Montalvo

Avanzamos hacia una catástrofe climática y, aún en el mejor escenario -en el que se cumplen el 100% de los compromisos de reducción de emisiones actuales- requeriríamos un esfuerzo siete veces mayor para no sobrepasar los 1.5 grados de calentamiento. Actualmente, si sumamos las metas de los 197 países que ratificaron el Acuerdo de París, en 2030 apenas lograríamos una disminución del 7% en las emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a 1990, en contraste con el 43% mínimo necesario. Aunado a ello, hace falta aumentar al menos siete veces el financiamiento para países en desarrollo y hasta cinco veces para los desarrollados.

Si bien los flujos de financiamiento climático van en aumento, hay una gran brecha, pues todavía no se cumple el compromiso de movilizar 100 mil mdd al año de países desarrollados a países en vías de desarrollo, brecha relacionada estrechamente con la del nivel de ambición en las metas de reducción de emisiones. 

El mundo se encamina a calentarse entre 2.7 y 3 grados centígrados, con las consecuencias que eso conlleva, como agravar los impactos, las pérdidas y daños que se estima pueden generar necesidades adicionales de recursos por aproximadamente 295 mil mdd al año.

Estos temas son críticos en las negociaciones de estos días en Egipto, en el marco de la COP27. Hoy en día, nadie cuestiona el principio de la responsabilidad común pero diferenciada y, pese a existir avances modestos, a la hora de establecer los mecanismos para materializarlo a la velocidad y escala requeridas, aún reina la desconfianza entre bloques de países.

Hace falta un poco más de pragmatismo y urgencia en las negociaciones y al momento de definir planes de acción climática. Los argumentos respecto a las oportunidades económicas y beneficios sociales que puede traer la descarbonización son abundantes. 

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En el caso de México, si se cumplieran las metas plasmadas hasta ahora en la NDC de una reducción de emisiones del 22% a 2030 respecto a una línea base, con una inversión cercana a los 105 mil mdd, podríamos lograr beneficios económicos por cerca de 157 mil mdd, y eso sólo cuantificando las ganancias tangibles. Además, habría que sumar, entre otros, los beneficios asociados en eficiencia y competitividad, generación de empleos, desarrollo regional, e incluso muertes evitadas, que podrían rondar por el orden de las 26 mil. El propio gobierno mexicano ha consignado todo lo anterior, sin embargo, sigue quedándose corto a la hora de asumir compromisos, incluso si efectivamente sube su meta de reducción de emisiones a 30%, como recientemente anunció.

Afortunadamente, otros actores avanzan más rápido que los gobiernos nacionales. En todo el mundo hay cerca de 2 mil empresas que tienen ya metas de reducción de emisiones alineadas a un máximo de 1.5 grados de calentamiento, y muchos gobiernos subnacionales han asumido planes de acción climática ambiciosos. Aunado a ello, las instituciones financieras, incluyendo las mexicanas, han diseñado una amplia oferta de productos para apoyar la transición, y han incorporado los riesgos climáticos, antes considerados como no financieros, como parte del estándar para los reportes contables de las empresas. 

No es casual que los ministerios de finanzas de todo el mundo participen en las negociaciones climáticas. El financiamiento es un tema crucial para lograr avances, y, a su vez, todo lo que se acuerde y se implemente tendrá implicaciones directas en la economía y en los sistemas financieros del mundo.

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Contacto:

Andrés Flores Montalvo, Director de Cambio Climático y Energía, Instituto de Recursos Mundiales México (WRI México)

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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