Por: Ivonne Vargas

Difícilmente podemos incentivar el aprendizaje del inglés entre mexicanos cuando las estrategias de enseñanza y de cumplimiento de estándarse son desdeñadas -por ejemplo- por el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, quien no sólo no lo sabe, sino que tampoco muestra mayor interés por desarrollar esta competencia en favor de los diversos acuerdos comerciales establecidos con Estados Unidos y Canadá.

¿Qué funcionario de la educación pública se va a preocupar de que el país mejore en la enseñanza de este idioma?

Sin embargo, todos sabemos que es una lengua muy necesaria, particularmente para los habitantes de este país, cuyo Producto Interno Bruto depende en 84% de su comercio exterior, según el Banco Mundial.

Sólo el intercambio comercial entre México y Estados Unidos supera los 780 mil millones de dólares al año; pero además no hay que olvidar que compartimos con ese país una frontera de 3 mil kilómetros y que los principales turistas y migrantes que recibimos son estadounidenses.

Hablar inglés en la frontera, en las zonas turísticas, en prácticamente todo México, es una habilidad que le asegura a cualquiera obtener un empleo, sin importar si está capacitado para la tarea que se le requiere. Confirmé esta conclusión tras analizar el informe Inglés para el Empleo en México, elaborado por la empresa de educación Pearson. 

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En industrias más sofisticadas, dominar esta lengua permite que especialistas, como ingenieros, abogados o publicistas, puedan ganar hasta cuatro veces más que sus colegas. Lamentablemente, “la naturaleza del inglés que los planes curriculares y las asignaturas ofrecen a sus estudiantes no es el de un inglés técnico que les permita prepararse para su uso en el mundo laboral”, me comparte Enven Wong, director de soluciones corporativas y de gobierno para Pearson Hispanoamérica.

Los egresados de las universidades mexicanas, particularmente las públicas, salen con un nivel muy básico de este idioma, una calificación entre A1 y A2 –un máximo de 40 puntos en una escala de 90–, que no les permite sostener conversaciones fluidas ni leer textos complejos. Sirve para muy poco.

“La contraparte es que cada día las empresas y las organizaciones de todo tipo demandan más colaboradores que dominen el inglés”, precisa Wong.

En el reporte elaborado por Pearson se revisan los contenidos de cursos de inglés en diversos niveles educativos y el hallazgo contundente es que las escuelas imparten un inglés general, con un alto énfasis tradicional en estructuras gramaticales, sin una alineación  y sin un énfasis evidente en comunicación o inglés técnico. 

Muchas organizaciones están haciendo sus propios esfuerzos tratando de ayudar en la habilitación del idioma a su personal, pero la generalidad es que se trata de iniciativas dispersas y desiguales.

Es un foco amarillo en materia de desarrollo. Superarlo permitiría atraer al país más empleos y mejor remunerados. La estrategia debería ser nacional, pero no solo se trata de establecer un plan de trabajo, ése ya existe, lo valioso es estandarizar y certificar la enseñanza, con métodos modernos y atractivos para los estudiantes, que aprovechen la tecnología disponible y con certificaciones confiables; que inicie desde el kinder en un continuo lógico y gradual, para culminar en la enseñanza superior.

Quién ha experimentado el aprendizaje de cualquier idioma sabe que una lengua nos abre nuevos mundos, culturas, experiencias y oportunidades. Nos da un acceso social diferente que no se limita a un cliché curricular. 

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Ivonne Vargas

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