Por Benjamín Alemán Castilla*

Superada la crisis de salud ocasionada por la pandemia, se comenzó a hablar de nearshoring como la estrategia que salvaría a México de los efectos adversos derivados de los acontecimientos recientes de la economía y la geopolítica globales. Pero, para entender cómo va el país con relación a esta estrategia comercial y, sobre todo, para ser capaces de aprovecharla, así como atender los múltiples desafíos que se avecinan con la llegada de una nueva administración federal, es necesario analizar diversos factores.

El efecto de la relocalización en la economía de México desde el punto de vista del comercio exterior se puede entender en dos vertientes: en las exportaciones y el aprovechamiento más intensivo de la planta productiva instalada en México, por un lado, y en la atracción de más inversión extranjera directa, por el otro. En cuanto al primer punto, desde la segunda mitad del año pasado ya somos el principal socio comercial de Estados Unidos, con una participación cercana al 18 por ciento de las importaciones manufactureras de Estados Unidos provenientes de nuestro país. En este sentido, parte del efecto atribuible al nearshoring sería una mayor demanda de la capacidad industrial mexicana, así como de insumos y de productos manufacturados desde México.

El segundo factor sería la atracción de nueva inversión extranjera directa (IED). Pese a que aún no se podría atribuir, al menos no de manera contundente, al nearshoring el efecto en la recuperación de la IED posterior al impacto que tuvo la pandemia a nivel global, llama la atención la tendencia al alza. Al cierre de 2023, se contabilizaron 36 mil millones de dólares de IED, de acuerdo con la Secretaría de Economía y, exceptuando operaciones atípicas que ocurrieron en años anteriores, como la  venta de Grupo Modelo en 2013, o la fusión de Televisa con Univisión y la reestructura de Aeroméxico en 2022, es el dato más alto de este indicador desde el año 2006.  

A pesar de lo anterior, México hoy acapara alrededor de 2.5 por ciento de la IED mundial y ese porcentaje no ha variado mucho en años recientes. Los países que más invierten en México siguen siendo Estados Unidos, con 38 por ciento de IED, seguido por España y Canadá, cada uno con 10 por ciento. La industria manufacturera atrae el 50 por ciento de todas las inversiones que se anuncian, seguido por un 20 por ciento de servicios financieros y porcentajes menores para minería, alojamiento y transporte, entre otros.

El tercer factor para analizar es la Inversión Fija Bruta, la cual sigue mostrando resultados favorables particularmente en el sector de construcción no residencial. Mucho se ha criticado en el sentido de que probablemente la mayor parte de la inversión fija bruta provenía de las grandes obras del gobierno federal, sin embargo, lo que demuestran los datos del Inegi de enero de este año es que la inversión fija bruta en construcción privada aumentó 23.5 por ciento respecto al mismo mes del 2023, mientras que la inversión pública aumentó 9 por ciento; es decir, hay una perspectiva de que el nearshoring pudiera traer una mayor demanda de parques industriales y de oficinas.

Considerando lo anterior, podríamos decir que el nearshoring sí es una oportunidad para lograr el objetivo a mediano plazo de aumentar en dos o tres puntos porcentuales el crecimiento del PIB del país, pero hay que ser claros en que lograr dicha meta dependerá de varios aspectos.

Se tiene que atender una deuda histórica en materia de infraestructura logística en los estados del centro y sureste. Si queremos tener un crecimiento más igualitario, hay necesidad de llevar más inversión a dichas regiones, teniendo clara la vocación de cada región y haciendo la inversión en infraestructura óptima, la más adecuada de acuerdo con sus respectivas ventajas competitivas.

Otro aspecto importante será la capacitación de la mano de obra, ya que la economía está cambiando muy rápidamente las habilidades que se van a requerir. Vamos a necesitar mucho reskilling y upskilling, para mantener la fuerza laboral mexicana competitiva.

En este momento de México, es preciso decir que una economía fuerte depende también de tener estabilidad política, certidumbre jurídica para los inversionistas, seguridad pública y social, así como de la disponibilidad de energía asequible y otros recursos naturales, particularmente el agua, de manera eficiente. Y por supuesto, un elemento indispensable para lograr todo esto consiste en tener finanzas públicas sanas. Si se atienden adecuadamente estos puntos como parte de la agenda de la siguiente administración, probablemente hacia el final de esta podríamos estar viendo resultados fehacientes.

Por último, es importante puntualizar que sería absurdo e indeseable esperar que el gobierno lo haga todo solo. El contexto actual exige una participación democrática de todos, pero con objetivos de largo plazo. Esta es una oportunidad de esas que llegan una vez en una generación a los países y para aprovecharla adecuadamente se requiere del esfuerzo de todos los agentes económicos y de todos los sectores bajo un gran acuerdo nacional, una visión y compromiso a largo plazo.

Contacto:

*Profesor del área de Entorno Económico de IPADE Business School.

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