La inflación se queda a cenar. Así lo advertía, en este mismo espacio, desde noviembre pasado. Mi punto era que, debido a la naturaleza de las presiones alcistas (asociadas a difíciles condiciones de oferta), podía esperarse un muy gradual desvanecimiento de dichas presiones. Varios meses después, vuelvo a plantearme la interrogante respecto a cuánto más nos acompañarán las presiones al alza en precios, y adelanto que todo parece indicar que tendremos que conservar la paciencia.

En mi experiencia como analista pronosticador, creo que las proyecciones de inflación para el resto del año nos ofrecen una alta incertidumbre. Cabe recordar que esas proyecciones dependen, a su vez, de otros pronósticos (precios de insumos, tipos de cambio, elementos climáticos, políticas gubernamentales, etc.) con no menor grado de incertidumbre. En contraste, creo que hay señales cualitativas que podrían ser valiosas.

Por un lado, creo que podemos reconocer que el desvanecimiento de las restricciones y cuellos de botella logísticos y productivos había sido muy moderado hasta principios de año. En ese contexto, se han sumado nuevas presiones asociadas a la guerra en Ucrania (por la vía de costos de insumos) y, posteriormente, a la respuesta gubernamental al repunte en casos de Covid-19 en China (afectación de la producción y la logística comercial).

En la misma línea, es difícil determinar si los efectos asociados al cambio en preferencias de los consumidores se han estabilizado o podrían sorprendernos de nuevo con otra migración desde servicios y hacia mercancías; lo que en las condiciones actuales podría reforzar las presiones sobre precios finales.

A lo anterior, agreguemos aquellas presiones que todavía permanecerían en las tuberías aun después de desaparecer las principales causales de la inflación acelerada; por ejemplo, aquellos impactos en costos productivos, pasados y presentes, que son traspasados a los precios finales de manera progresiva.

Por el lado de la política monetaria, se han tomado medidas en los últimos meses. No obstante, dichas acciones tienen sus limitantes. Primero, la política monetaria no es especialmente efectiva para enfrentar presiones inflacionarias originadas en factores de oferta. Segundo, sus efectos más significativos no son instantáneos y suelen materializarse hasta con más de un año de retraso.

Finalmente, vale la pena preguntarnos si deberíamos anticipar que, en su reversión, la inflación convergería hasta sus niveles históricos previos. Creo que esto no está garantizado. La pregunta es válida por varias razones, entre ellas, el fenómeno de reshoring (reubicación de cadenas productivas globales) que podría ser reforzado por la realidad geopolítica, actualmente en transformación.

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