El gobierno de la Ciudad de México parece no tener fin en el número de medidas y prohibiciones que, en el afán de favorecer la movilidad, están reduciendo la calidad de vida de sus habitantes. Tal es el caso de la regulación que busca poner límites a los lugares de estacionamiento, que, más que una medida pensada para el largo plazo, parece ser una más de las ocurrencias que entorpecen la vida diaria de los habitantes. El tema retoma su importancia en un momento en el que la capital del país sufre un nuevo y trágico evento telúrico, sobre todo porque sabemos que vivimos en una zona sísmica y que, trágicamente, se repite un evento como en 1985, el mismo día, y ha demostrado la falta de coordinación y de proyectos a largo plazo en la ciudad. Lo admirable es la gran solidaridad y patriotismo de millones de mexicanos, sobre todo, jóvenes. Quienes implementaron estas enredosas y burocráticas medidas dicen que disminuirá el uso del automóvil y que la gente recurrirá al transporte público, pero, en realidad, esta regulación sólo se suma a otras ocurrencias cortoplacistas y neopopulistas, como llenar las calles de ciclopistas y reducir los carriles de circulación, que carecen de sustentabilidad en el futuro de la Ciudad de México. Hay que tomar en cuenta que, en la zona metropolitana, circulan más de 5.5 millones de autos, autobuses y camiones de todo tipo, de acuerdo con la información oficial de la Secretaría de Movilidad de la Ciudad de México (Semovi). A su vez, se transita en horas pico a una velocidad promedio de 12 km/h, cuando en 1990 se circulaba a 38.5 km/h. Si bien es importante promover el uso de la bicicleta, no debería ser un obstáculo para las vialidades existentes, ya que, en otros países, el transporte en bicicleta se delimita por zonas y las condiciones viales son diferentes. En el afán por imitar medidas de otras ciudades, como Singapur, Nueva York, Londres o Ámsterdam, se olvida que éstas cuentan con condiciones diferentes porque tienen proyectos de vialidad urbana eficientes, lo que implica necesariamente un transporte público competente; y la Ciudad de México carece del mismo. Al no haber soluciones de largo plazo o un plan integral que fomente la eficiencia del transporte público, garantice la sustentabilidad de la zona metropolitana y contemple la eficiencia, la tecnología, horarios alternos, estaciones de conexiones multiusos y una planeación como la de otras urbes del planeta, las medidas implementadas sólo son un parche o responden a intereses políticos o de unos cuantos. Lo cierto es que nuestra ciudad carece de un plan integral y de una visión de largo plazo holística. Si razonáramos sobre soluciones, podríamos considerar limitar la emisión de placas de circulación a un número acorde con el aforo de la ciudad y con la zona metropolitana sustentable, y mantener una infraestructura eficiente. La CDMX requiere de una maqueta de futuro para entender las interrelaciones del conjunto, es decir, concientizar que toda acción de hoy repercute en el futuro. Tan es así, que la construcción de un centro comercial o un mega-edificio estará ahí al menos los próximos 100 años, y esto deberá relacionarse con la infraestructura existente y los retos ambientales de toda urbe. La capital del país enfrenta un serio problema de eficiencia en el transporte urbano, sumado a los retos de agua, energía, drenaje, vialidad, nuevas tecnologías, recolección de residuos, contaminación e impactos ambientales y seguridad, entre otros, por lo que es momento de dejar atrás las ocurrencias sin conexión global. La Asamblea de la Ciudad deberá tomar cartas, revertir medidas perjudiciales y evitar la falta de coordinación, ya que los trágicos acontecimientos recién vividos dan la oportunidad de cambiar. Como ciudadanos, debemos crear comités de vigilancia para toda inversión en infraestructura, exigir y trabajar en transporte urbano accesible, sustentable, eficiente, rápido y que sirva como integrador de la ciudadanía, para que, con las medidas aplicadas, los proyectos dejen de ser un interés político o de grupos que sólo se benefician en lo privado.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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