El Plan Sonora de Energía, sea o no un proyecto integral que podría pagar lealtades y beneficiar económicamente a allegados políticos, se trata de un megaproyecto que sí contribuirá con la reducción de Gases de Efecto Invernadero (GEI).

Siempre que se realizan planes ambiciosos como el de Sonora, se tienen que poner sobre la balanza los beneficios y afectaciones. Todas nuestras acciones -desde que respiramos- tienen un impacto en el ambiente, así que los proyectos magnos, les guste o no a los ambientalistas, tienen una huella ambiental que se tiene que compensar con los beneficios de corto, mediano y largo plazos.

El plan contempla la construcción de una planta fotovoltaica que será la más grande de México y América Latina. El parque, que aprovechará la radiación solar para producir energía eléctrica, se está construyendo en el desierto de Sonora, en Puerto Peñasco, y tendrá la capacidad que podría abastecer a 530 mil hogares, es decir 1,192 MegaWatts con lo que se evitará la emisión de 1.4 millones de toneladas de CO2, lo que equivale a evitar las emisiones contaminantes de 270 mil vehículos.

Ambientalistas extremos se oponen a ese megaproyecto, cuya primera fase ya fue inaugurada. Además de sus discursos de nacionalismo trasnochado, hablan de daños al ecosistema. Hay que enterarlos de que existe la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales encargada de autorizar las manifestaciones de impacto ambiental (MIAS) y también la Procuraduría del Medio Ambiente, que se encarga de supervisar la aplicación de las leyes, normas y regulaciones encaminadas al cuidado y preservación del ambiente en México.

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Si esa dependencia hace bien su trabajo, no tienen porqué preocuparse del impacto negativo al ambiente; además hay legislación que garantiza la remediación. Si verdaderamente son ambientalistas sabrán que existen normas para la reubicación y conservación de flora y fauna; para el monitoreo del suelo, el agua y el aire, a fin de garantizar que todos esos indicadores estén dentro de la norma para un ambiente sano.

Los ambientalistas genuinos estarán dispuestos a revisar los documentos que avalen que cada uno de los proyectos que integran el plan -no sólo el parque fotovoltaico, también el plan para la explotación y aprovechamiento del litio; licuefacción de gas natural y una empresa encargada de administrar el puerto de Guaymas, así como los aeropuertos de Hermosillo y Ciudad Obregón-. 

Los pseudoambientalistas que usan argumentos ideológicos y en ocasiones sólo persiguen intereses personales o de grupo buscarán mecanismos de resistencia y oposición, sin dar alternativas ni buscar vías de solución. 

México necesita empleos formales y bien remunerados; energía sostenible y proyectos que impulsen la superación de las personas. De lo contrario, las inversiones seguirán buscando sitios con más estabilidad política y social; visión de futuro y certidumbre jurídica.

El Plan Sonora es un proyecto sustentable, ahora tendrán que echar a andar toda la maquinaria para que también sea sostenible. Por lo pronto, ¿qué pero le pueden poner a una central fotovoltaica que no consumirá agua ni producirá residuos o basura en su proceso de generación; que tendrá una red de transmisión de 290 kilómetros, para llevar la energía hasta Baja California y permitirá que ese estado se interconecte con el resto del país? 

Si la central fotovoltaica o los otros proyectos contemplados en el Plan Sonora buscan beneficios fuera de la ley para grupos o personas, ése tendrá que ser tema de los auditores y fiscalizadores; los ambientalistas poco tienen que hacer para desestimar el plan.

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