Por: Eduardo Vázquez Herrera*

Por su ubicación geográfica, nuestro país presenta una alta vulnerabilidad a sufrir los impactos de fenómenos hidrometeorológicos y, entre ellos, el 33% se refieren a inundaciones, a las que aproximadamente el 40% del país y más de la cuarta parte de la población están expuestos de acuerdo con cifras del Banco Mundial-Segob (2012).

La ciudad de México históricamente ha sufrido graves inundaciones y está expuesta a riesgos naturales debido a su geografía. A diferencia de otras ciudades, en donde los drenajes pluviales se basan en escurrimientos que van a dar a los ríos para sacar el agua de las zonas urbanas, la CDMX, una de las urbes más grandes del mundo, se edificó en una zona lacustre por lo que, de manera natural, se enfrenta permanentemente a fenómenos de inundación.

La “lucha” de la ciudad para no inundarse, data de tiempos precolombinos, cuando las culturas ancestrales realizaron majestuosas obras hidráulicas para controlar el nivel del agua de los lagos en la temporada de lluvias y con ello mitigar inundaciones. En la época de la conquista, los españoles hicieron todo tipo de obras para expulsar el agua de la Ciudad. En la década de 1960 se entubaron 80 kilómetros de ríos, que fueron sustituidos por asfalto y en 1975 se concluyó la construcción del gran drenaje profundo.

Hoy todo el desalojo de las aguas se realiza con la operación una de las más grandes infraestructuras del mundo, integrada por más de 12 mil 500 kilómetros de colectores y albañales, que corren desde los domicilios particulares hasta las plantas de bombeo de aguas negras y de ahí se canalizan a infraestructura de gran escala como el Drenaje Profundo, el recientemente estrenado Túnel Emisor Oriente y a la planta de Tratamiento de Atotonilco.

Y es que cada año la intensidad y duración de las lluvias se ha incrementado, acrecentadas por los efectos del cambio climático, y de allí la importancia de contar con políticas públicas e inversiones adecuadas que fomenten la prevención y planeación.

Oficialmente, este año la temporada de lluvias empezó el 15 de mayo y se prolongará hasta el 30 de noviembre. De acuerdo con la CONAGUA, este año tendremos un intenso periodo de ciclones, huracanes y depresiones tropicales, cuya mayor fuerza será entre junio y septiembre. El pronóstico da cuenta de 30 a 37 sistemas en los Océanos Pacífico y Atlántico, de los cuales se estiman 18 tormentas tropicales; 10 huracanes categorías 1 y 2, y 9 huracanes categorías 3, 4, ó 5.

En la Ciudad de México, el Sistema de Aguas ha previsto la identificados 73 puntos de riesgo de inundaciones durante la temporada de lluvias que en esta ocasión serán más abundantes que el año anterior. De acuerdo a los registros de 70 estaciones pluviométricas distribuidas en la Ciudad de México, durante los últimos 27 años se ha observado que la cantidad de agua que llueve se ha incrementado en 7%.

En fechas recientes se vivieron ya los primeros estragos de esta temporada con la lluvia atípica del pasado 8 de junio, que desahogó 17 millones de metros cúbicos de agua, que se concentraron principalmente en la Zona Centro y Sur de la Ciudad de México, en mayor medida en las alcaldías Coyoacán, con 35 milímetros, y Tlalpan, con 23 milímetros, así como las lluvias y granizadas que han aquejado a la Ciudad en el curso de este mes.

Y es que el impacto social y económico de los desastres representan pérdidas millonarias, las cuales se reflejan en los patrimonios púbicos, privados y de las personas. De acuerdo con el CENAPRED, el 86.8% de los costos por desastres en México, son provocados por los fenomómenos hidrometeorológicos, que del año 2000 al 2018, representaron un costo de 2 mil 357 millones de dólares anuales.

Para el caso de la Ciudad de México, de acuerdo con la Estrategia de Resiliencia de la CDMX, el impacto socioecomómico por los fenomémos hidrometeorológicos (lluvias, inundaciones, vientos, granizadas, desbordamientos de aguas negras), del periodo de 1980 al año 2014, es de 4 mil 100 millones de dólares.

Todo lo anterior deja ver con claridad la magnitud del reto logístico y financiero que implica la prevención y gestión adecuada de los riesgos hidrotemeorológicos. Es preciso comprender que nos enfrentamos a una realidad que, año con año, al comenzar las lluvias, inician los problemas derivados de encharcamientos o inundaciones que afectan la economía, las actividades productivas, la movilidad, la infraestructura, los ecosistemas y la población.

Lamentablemente nuestro país y las ciudades en general, no cuentan aún con una eficiente planeación que permita disminuir tales afectaciones. Aunque es un fenómeno recurrente, no todos los municipios cuentan con Planes de Gestión ni Atlas de Riesgos ni con programas de inversión o protocolos de actuación temprana que permitan identificar los riesgos y mitigar las afectaciones. Las propias aseguradoras ya desarrollan esquemas basados en modelos climáticos para atender esta problemática que genera tantas afectaciones patrimoniales.

Por esa razón, es de gran relevancia la generación de leyes, políticas y programas que permitan planear y prevenir esta problemática de manera adecuada, con visión de largo plazo, y estableciendo medidas para proteger a la población.

Los efectos del cambio climático se manifiestan con una mayor duración e intensidad de los fenómenos hidrometereológicos y la afectación del ciclo hidrológico. México y sus ciudades se enfrentan a riesgos importantes y las inundaciones son el principal desastre natural que hemos padecido en la última década. La necesidad de planear e invertir en una prevención adecuada es única y estamos en el límite para iniciar este proceso.

Contacto:

Eduardo Vázquez Herrera es director Ejecutivo de Agua Capital*

www.aguacapital.org

Twitter:@AguaCapitalOrg

Facebook: @AguaCapital[email protected]

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