Por Eduardo Navarrete*

En 1960, la relación entre México y Guatemala se rompió cuando el gobierno de Miguel Ydígoras Fuentes acusó a México de albergar a rebeldes que se oponían a su régimen.

Tras haber protegido en la embajada de México en Ecuador al ex vicepresidente Jorge Glas —acusado de corrupción— y haber irrumpido la policía dicha sede diplomática para detener al perseguido, se abren controversias, dilemas diplomáticos y preguntas de fondo:

  • El titular del ejecutivo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, presume no ser injerencista: ¿cómo llegamos hasta aquí?
  • ¿Qué tiene que pasar para que se viole un acuerdo como el artículo 22 de la Convención de Viena, que dice que los locales de una misión diplomática son inviolables?
  • ¿Qué tiene que pasar para que se ignore la Convención de Caracas, que en sus artículos III y IV marca que no es lícito conceder asilo a personas que estén condenadas por delitos comunes ante tribunales ordinarios?
  • ¿Qué tiene que pasar para que se normalice una política exterior basada en ideología, violando el artículo 89 de la Constitución?
  • ¿Debería un presidente ser intervencionista y dar asilo a quien se le ocurra y convenga?
  • Siendo la bandera de su gobierno, ¿por qué protegería el presidente mexicano a un indiciado de corrupción ecuatoriano?
  • ¿Quería el gobierno mexicano traer a México a Jorge Glas como lo hizo con Evo Morales y como lo buscaba hacer con Pedro Castillo? ¿Para qué?
  • ¿Por qué cree el presidente mexicano que no habría repercusiones a las irresponsables declaraciones que hizo en contra del presidente ecuatoriano en torno al uso de la muerte del candidato Fernando Villavicencio?
  • ¿Por qué tendría que pasar un presidente mexicano por encima de la justicia ecuatoriana, si la “ropa sucia se lava en casa”?
  • ¿Por qué se le iba a dar asilo político en México a Jorge Glas si no tenía carácter de perseguido político, sino indiciado por corrupción y delitos del fuero común?
  • ¿Qué puede más: la diplomacia, el respeto a los convenios internacionales o una agenda personal?
  • ¿Cómo va a ser considerada en adelante la práctica del asilo y la protección de los derechos humanos en contextos cada vez más injerencistas y politizados?
  • ¿Es casualidad o por qué México alcanzó la cifra récord de tres embajadores desestimados por gobiernos extranjeros en una administración?

El presidente de México pide respeto internacional pero es abiertamente injerencista. Es reprobable que Ecuador viole la Convención de Viena, pero totalmente inaceptable que México desprecie la soberanía y la justicia de otros países ignorando que la política exterior debe ser de Estado, no ideológica.

Parece que tuvo que venir del exterior alguien que finalmente pusiera freno a quien piensa que la ley funciona a modo.

Internamente, en lugar de envolvernos en el lábaro patrio deberíamos pensar críticamente y evitar que se sigan usando a las instituciones —en este caso diplomáticas— bajo un racional de capricho y de acumulación de poder.

Para acabar pronto: Ecuador no puede transgredir embajadas ni espacios protegidos por acuerdos internacionales, como México no tiene por qué entrometerse en política interna del exterior ni cobijar delincuentes.

Contacto:

* Eduardo Navarrete es especialista en Estudios de futuros, periodista, fotógrafo y Head of Content en UX Marketing.

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/eduardo-navarrete

Mail: [email protected]

Instagram: @elnavarrete

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