Cuando uno está analizando una economía y quiere ver qué indicadores son los correctos para saber el estado de la misma, uno de esos indicadores en los que más se fijan los economistas, junto al PIB y la inflación, por ejemplo, es en el desempleo. El desempleo, como su propio nombre indica, es la situación en la que una persona no posee un empleo y, por ende, no desempeña una actividad económica. Y hay que decir que una elevada tasa de desempleo en un país indica que este país presenta síntomas de un serio problema económico.

De hecho, podríamos decir que técnicamente es así. Si tenemos en cuenta que se trata de un desajuste en el mercado laboral, donde la oferta de trabajo por parte de los empleados es superior a la demanda de trabajo por parte de las empresas, hablamos de una clara problemática, ya que no producimos todo lo que podríamos producir, de la misma manera que no somos capaces de crear toda la riqueza que, con pleno empleo, seríamos capaces de crear. En otras palabras, una alta tasa de desempleo supone un grave problema para un país pues afecta al crecimiento económico, además del problema que supone esta situación para las personas que se encuentran en ella.

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En una situación de crisis como la actual, y al tratarse de un duro shock a nivel global, los economistas siguen analizando la evolución del empleo en sus respectivos países para, en primer lugar, ver el empleo que se ha destruido con la pandemia, así como analizar la distribución de dicha destrucción. Y en segundo lugar, con el fin de analizar la evolución del empleo y, de la misma manera, la recuperación que esto supone frente a los niveles que presentábamos en 2019. Y hay que decir que, respecto a esta recuperación mencionada, los datos nos dicen que la situación mejora por momentos, y que el empleo, al menos en algunos sectores, ya se ha recuperado al contrastar las cifras en muchos territorios.

En México, pese a que el número de personas desempleadas en el país sigue siendo mayor a los niveles mostrados antes de que iniciara la crisis sanitaria por el coronavirus, en 2020, seguimos atendiendo a una clara recuperación del empleo. En este sentido, la tasa de desocupación fue de 3,5% de la Población Económicamente Activa (PEA), una cifra menor que el 4,4% registrado en el mismo periodo del año anterior. Así, las cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) nos muestran que, en comparación con el primer trimestre del año pasado, 3,1 millones de personas más tienen empleo.

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En un primer análisis, un preliminar, diríamos que hablamos de una noticia muy positiva, pues el empleo se recupera en tanto en cuanto lo hace la economía. Y así es, pues los datos, al menos los oficiales, nos dicen que el empleo sigue recuperándose y que, efectivamente, hay más personas ocupadas en el país. Ahora bien, como he indicado, hablamos de las cifras oficiales y de una medición que, pese a su validez, presenta carencias que nos obligan a utilizar otros indicadores complementarios. En otras palabras, hablamos de empleo en términos genéricos, por lo que no medimos, siquiera, la calidad del empleo. Pero, como con la calidad, tampoco estamos midiendo la informalidad laboral, un claro problema que en el caso de la economía mexicana se acentúa.

En este sentido, cuando hablamos de empleo, hay que decir que hay otra serie de indicadores que complementan el análisis. Las cifras que estamos utilizando en estos momentos se refieren a la tasa de desempleo, que mide el número de personas ocupadas entre los demandantes de empleo registrados en las oficinas públicas de empleo, entre otros lugares. Sin embargo, indicadores como la duración de los empleos creados, el tipo de contrato, el alto grado de formación de las personas que ocupan determinados puestos con una menor calidad laboral, o la simple presencia de trabajadores que no figuran en los registros oficiales, nos dicen mucho más a la hora de hacer un análisis completo.

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La temporalidad, el subempleo, la informalidad laboral, todos estos conceptos hacen referencia al empleo, a la vez que nos ayudan a analizarlo mejor. Y hay que decir que, en este sentido, lo que veníamos a analizar es una informalidad laboral que, en el caso de México, ya se ubica en 55,2 % de la fuerza laboral total. Dicho de otra manera, hablamos de una problemática que acaba de ensancharse en 0,1 puntos porcentuales, y que debería preocupar a los gobernantes que ven cómo el empleo oficial se recupera, pero, de la misma manera, ven como los desequilibrios y la calidad de este empleo sigue cayendo en tanto en cuanto crecen el número de personas ocupadas.

Y es que en economía, y especialmente los macroeconomistas, damos mucha importancia a la cantidad y a la medición absoluta, pero ello no quiere decir que la calidad y los datos relativos no presenten importancia. Y hay que decir que, en conclusión, el análisis nos dice que vamos bien, pero, de igual manera, que debemos seguir atendiendo problemáticas que carecen de reformas que nunca llegan.

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