Al hablar de toma de decisiones siempre nos enfrentamos con la incertidumbre.  No importa qué tipo de decisiones estemos a punto de hacer, la falta de certeza es el invitado incómodo con el que tenemos que convivir. Evidentemente, el tema no es algo nuevo para emprendedores, empresarios o ejecutivos. En su día a día, las opciones que se les presentan para evaluar la toma de decisiones siempre han estado orientadas a reducir riesgo y a generar confianza entre las partes relacionadas con sus proyectos y negocios.

No obstante, no siempre es posible encontrar esas alternativas. Especialmente hoy de cara a la actual crisis, en la que los ciudadanos tienen que hacer frente al temor a contraer la enfermedad o que se enfermen sus seres queridos; a restricciones de movilidad que limitan las relaciones sociales y encima, están los efectos de la pandemia sobre el empleo y la economía. Todo este caldo de cultivo hace que la incertidumbre con la que tendremos que convivir en los próximos meses se agigante.

Pero, no hay que dejar que cunda el pánico. Antes de entrar en crisis o de correr a toda prisa como el Conejo Blanco de Alicia en el País de las Maravillas, podemos respirar y tomarnos el tiempo para respirar y reflexionar. Frente a la escasez de certezas, el propósito se está revelando como una guía de valor inestimable para orientar la toma de decisiones. Hay que adoptar la sabiduría de otros tiempos que nos aconsejaba tener calma. Dicen que Luis XVI acostumbraba a decirle a su ayuda de cámara: vísteme despacio que voy de prisa. En fin, lo primero que debemos tener en mente es ser conscientes de la razón de ser de cada compañía. El papel que desempeñamos en la sociedad es clave para que las empresas se adapten a la nueva coyuntura y den una respuesta adecuada a esta crisis.

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La claridad del propósito siempre ha sido relevante. Peter Drucker nos proponía un modelo administrativo en el que lo colocaba en el centro como uno de los elementos de más alta importancia.   Por supuesto, antes de la irrupción del Covid-19, nadie podía tener certezas sobre su impacto, pero entendían que sus decisiones afectarían en el bienestar de las comunidades en las que sus empresas actuaban. La crisis originada por la pandemia ha ofrecido a las empresas y a sus directivos la oportunidad de demostrar hasta qué punto su compromiso con sus propósitos y sus valores es real.

La pandemia también ha dotado a los consumidores de mayor criterio para evaluar el compromiso de las organizaciones y su contribución a la sociedad. En un contexto de nuevos retos económicos, sociales, laborales, así como sanitarios, se espera que las empresas aporten respuestas que generen confianza. Para ello es necesario revisar el propósito de las empresas, de proyectos de emprendimiento y de planes. También es momento de reflexionar si es necesario replantearlo con el fin de que se adapte a las demandas de sus grupos de interés. Y, estamos atestiguando conclusiones interesantes: el propósito de las empresas es en buena medida el propósito de sus líderes. Por lo tanto, libran una labor fundamental en la ejecución y afianzamiento de la cultura corporativa.

Las organizaciones tienen vida propia y deben atender a sus objetivos para alcanzar sus metas. Sin embargo, los rieles sobre los que corren todo tipo de corporaciones son los valores que conforman el propósito para el cual fueron creadas. Es en las personas donde residen el conocimiento y las capacidades para afrontar los desafíos que se avecinan, desde la transformación digital hasta la mejora de los procesos o de la cadena de suministro, de la eficiencia financiera al control de riesgos. También son las personas las que, con su decisión de compra o contratación de un servicio, mostrarán si comparten el propósito y los valores de la empresa.

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No todo lo que hemos atestiguado en torno a esta crisis es malo. Esta pandemia ha traído consigo un nuevo concepto del propósito, más humano y empático, que dejará huella en las empresas. Por supuesto, nos ha regresado la posibilidad de planear a largo plazo y dejar de estar viéndonos la punta de la nariz. La inmediatez no está generando el mismo grado de esperanza que sí provoca el mediano plazo. Lo que los ejecutivos y los emprendedores deben tener es la calma de la reflexión, no pueden moverse como chivos en cristalería. Las decisiones que se tomen hoy serán de amplio espectro y en muchos sentidos, marcaran el destino.

Por supuesto, frente a la incertidumbre que se cierne en el horizonte, es normal querer actuar rápido para tratar de amortiguar los efectos nocivos. Pero el que actúa rápido y sin reflexionar es como el niño que busca pegarle a la piñata con los ojos vendados. He sabido de muchas personas que se precipitaron a seguir cierto camino y adelantaron consecuencias negativas que con un poco de calma se hubiesen podido evitar. Es verdad, no hay fórmulas mágicas ni recetas que proporcionen respuestas certeras. Pero, detenernos a pensar en torno al propósito de la empresa, del proyecto nos puede dar luz sobre las mejores opciones en tiempos en los que parece que caminamos por senderos oscuros.

 Cuando la pandemia por Covid-19 no sea más que un mal recuerdo, y ese momento llegará, vamos a enfrentar las buenas o malas consecuencias de las decisiones tomadas. Y, después de esta tempestad tan prolongada, aparecerá el arco iris. En ese momento, no querremos aparecer en el escenario transformados en algo que ni queríamos ni reconocemos como propio. Querremos todo lo contrario, nos regocijaremos si tuvimos la valentía para tomar el timón y llevar nuestra nave a buen puerto.

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En esos momentos, aparecerán nuevos retos y cambios que generarán una vez más incertidumbres. Lo ideal es que las lecciones aprendidas en estos meses permitan afrontarlos con mayor fortaleza. Tener siempre presente el propósito y guiar nuestras decisiones por él se ha revelado como una de ellas. En esos instantes tendremos una doble mirada, la que se tiende para recuperar lo que estamos viviendo actualmente y lo que será el futuro cercano. Todo eso estará pendiendo del hilo que tejimos con nuestra toma de decisiones. Entonces, estaremos en posibilidad de evaluar.

Si esto es así, es momento de tomar aire y hacer acopio de serenidad. Es tiempo de reflexionar en el propósito que dio vida a nuestros planes y proyectos para utilizarlo como guía valiosa para orientar nuestras decisiones. Les aseguro que Diógenes hubiera querido contar con una lámpara tan eficiente para iluminar su camino.

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