En el año 2003, los principales sellos discográficos del mundo (EMI, Warner Bros, Universal, Sony Music y BMG) atravesaban una feroz batalla legal en contra de servicios de piratería online como Napster, Kazaa, LimeWire, quienes ofrecían a los usuarios la posibilidad de descargar y compartir música de forma gratuita. Esta lucha por preservar su modelo de negocios significó el colapso de su industria.

Apple Computer —como se llamaba entonces—, por otra parte, vio esto como una oportunidad para desarrollar un servicio de venta online de música al que nombró iTunes Music. Por primera vez, el usuario podía acceder a una extensa biblioteca de canciones, elegir sólo las de su preferencia y pagar menos de un dólar por cada una. En sólo 1 mes de existencia, iTunes consiguió vender más de 14 millones de canciones.

Los sellos discográficos no vieron el interés de los consumidores por una plataforma digital como una oportunidad sino como una amenaza que los llevó a proteger su modelo comercial basado en la escasez; un modelo que forzaba al usuario a adquirir un sólo producto, en lugar de ofrecerle acceso a una gran variedad de contenidos.

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Como Peter Diamandis y Steven Kotler describen en su libro Abundance, el auge de las tecnologías exponenciales está generando una abundancia de todo. Ahora podemos acceder a la información del mundo a través de Internet; podemos tomar fotografías y grabar videos de forma ilimitada para distribuirlo en plataformas con miles de millones de horas de contenido gratuito (tan sólo en YouTube se suben más de 500 horas de video por minuto).

Este es un ejemplo de cómo una innovación puede trastocar toda una industria y volverla obsoleta, donde la pregunta que surge no es “¿le puede suceder a mi industria?”, sino “¿cuándo le sucederá?”

Futurólogos expertos de Silicon Valley como Salim Ismail, predicen que la próxima industria que podría desaparecer o transformarse como la conocemos, es la industria automotriz; lo que repercutirá en fabricantes, transportistas y hasta empresas aseguradoras.

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En los últimos años, la compra de automóviles nuevos a nivel global ha descendido drásticamente. De acuerdo con la consultora JATO, en sólo 2 años hubo una caída de 13% donde se pasó de comercializar 90 millones de vehículos a 78.35 millones; las ventas más bajas desde el 2011.

Esto se debe al incremento en la oferta de movilidad de aplicaciones de transporte como Uber, Lyft, Didi, Beat, Cabify, entre otras. Y al desarrollo de vehículos autónomos, los cuales poseen cada día un pilotaje más sofisticado que puede reconocer patrones, realizar predicciones precisas y hasta distinguir las luces de las señales de tránsito.

Un estudio de la Universidad de Columbia en Nueva York llegó a la conclusión que se podría transportar a toda la población de Manhattan con sólo 9,000 vehículos autónomos (con un tiempo de espera de tan sólo 36 segundos), lo que representaría tan sólo el 6,8% del total de 133,000 vehículos que actualmente circulan en las calles.

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La respuesta inicial por parte de los trabajadores de transporte será negativa y de gran nerviosismo, viendo el cambio como una amenaza —así como en su momento lo fue Uber para la mayoría de las ciudades del mundo—, pero tanto conductores y fabricantes tendrán la oportunidad de obtener nuevos puestos de trabajo y desarrollar organizaciones tecnológicas.

El Foro Económico Mundial espera que las innovaciones tecnológicas eliminen 85 millones de puestos de trabajo en todo el mundo para 2025. Sin embargo, estas tecnologías a su vez ayudarán a crear 97 millones de oportunidades laborales que requerirán un perfil con habilidades diferentes.

La revolución digital puede transformar todas las industrias, si no se está preparado para adaptarse y evolucionar, las empresas e industrias podrían desaparecer. Por ello, es esencial innovar en los modelos y estructuras empresariales que evitan proteger a toda costa lo que ha funcionado antes.

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Contacto:

Antonio Velázquez, Editor en jefe Growth Institute*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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