Los presidentes mexicanos han sido poco afectos para escribir sobre su mandato. José López Portillo publicó Mis tiempos, un diario en el que narra sus años en Los Pinos y que remata con comentarios de actualidad y hace algunos balances contrastando lo que pesaba en el momento y lo que ya sabía al paso de los años.

Carlos Salinas de Gortari se ocupó de elaborar un ensayo exhaustivo sobre el proyecto reformista que emprendió. México, un paso difícil a la modernidad es un alegato puntual sobre los anhelos, alegrías y frustraciones de su mandato.

El presidente Andrés Manuel López Obrador hizo lo propio en A la mitad del camino, un texto en el que reflexiona sobre los primeros tres años en el poder y en donde defiende los alcances y perspectivas de la 4T.

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Al margen de las discusiones que se puedan generar y de los contrastes de datos sobre lo que ahí apunta, hay un momento que recata los entretelones de la historia y que revela por qué actuó como lo hizo respecto al ex presidente de Bolivia, Evo Morales.

El presidente López Obrador sostiene que las acciones para que Evo Morales pudiera abandonar su país, luego del golpe de estado, respondieron a los principios que rigen la política exterior y que son justicia, igualdad, libertad y democracia.

Aclara que a Morales lo conoció en la toma de posesión el 1 de diciembre de 2018. Es más, señala que “cuando fuimos oposición en México, la actitud de Evo (…) no fue precisamente cercana.”

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López Obrador recuerda que el presidente boliviano nunca lo buscó cuando estuvo en nuestro país, en años anteriores,  y que inclusive ocurrieron cuestiones desagradables, que atribuye a la seducción que ejercían los presidente emanados del PRI en el continente sobre los mandatarios de otras naciones.

A pesar de ello, ordenó que una misión de la Fuerza Aérea y de la Cancillería lo recatará. En la Secretaría de la Defensa hicieron un relato pormenorizado de los riesgos que se enfrentaron para cumplir con la orden presidencial.

Alguna vez Evo Morales dijo que el presidente López Obrador le salvó la vida y tiene razón, al menos por lo que respecta al misil que tuvo que ser esquivado por Gulfstream G 550  que tripulaban el general Miguel Eduardo Hernández Vázquez, el teniente coronel Felipe Jarquín Hernández y el capitán segundo Julio César Sánchez Ruperto.

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En el informe se señala que después del despegue del aeropuerto de Chimoré, en Cochabamba, Bolivia, cuando alcanzaban los mil 500 pies sobre el terreno, se percataron “de una estela luminosa” que podría tratarse de un proyectil lanzado desde las inmediaciones de la terminal aérea. El avión efectuó un viraje para evitar un eventual impacto.

Los pasajeros, entre los que se encontraban, además del presidente derrocado, el vicepresidente Álvaro García Linera y la ministra de Salud, Gabriela Montaño,  solo se enterarían del percance ya en México. Por eso los militares que integraron la misión fueron condecorados meses después.

El rescate de Evo Morales hay que verlo no solo como reflejo de la política exterior de la actual administración, sino como un termómetro, una medición de cómo el presidente López Obrador entiende que debe ser su marca, por compleja que esta pueda ser por momentos. 

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