Se nos acabó un año en el que aprendimos a lavarnos las manos a todas horas, agregamos el tapabocas y la careta a nuestros artículos de uso personal diario y anexamos a nuestras actividades cotidianas formas diversas lo que antes hacíamos de modos totalmente distintos. No son pocas las personas que dicen: qué bueno que el 2020 ya se acabó mientras que otras sostienen que las enseñanzas que nos quedaron no se deben desestimar. Lo cierto es que ya estamos en los primeros días de enero y en un abrir y cerrar de ojos el tiempo pasa y nos hablan de la esperanza de volver a lo que éramos. ¿Es eso lo que queremos?

En los primeros cursos de administración, decimos que esta disciplina tiene como sustento la filosofía, pero luego nos olvidamos de ella. Sin embargo, la deberíamos de tener más en cuenta porque nos puede ayudar a iluminar caminos y determinar rumbos. Para entender por dónde empezamos en el 2021, habría que acercarnos a Sócrates. Recuerdo que en los tiempos escolares, nos encantaba citarlo antes de los exámenes: con grandilocuencia decíamos: “Yo sólo se que no se nada” y afilábamos el lápiz para enfrentar la prueba. Sin embargo, además de repetir la famosísima frase, podemos acercarnos a las preguntas socráticas.

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La mayéutica era el método por el que Sócrates planteaba una serie de preguntas por las que el interlocutor interpelado descubre las verdades por sí mismo. Dicho de otra forma, por medio de las preguntas socráticas iniciamos un diálogo que nos ayuda a ser conscientes de muchas creencias irracionales a las que nos podemos estar aferrando. En la plaza pública, Sócrates proponía que a partir de un cuestionamiento disciplinado podemos propulsar un examen lógico de nuestros pensamientos y creencias para determinar su validez.

Si la filosofía es un pilar importante de la administración —y lo es— podemos ayudarnos y ayudar a nuestro entorno (jefes, colaboradores, clientes, proveedores) a reflexionar sobre la validez de ciertos procesos que pueden estar siendo un verdadero dolor y nos conducen a tropiezos que pueden poner en peligro nuestras operaciones. Sin duda, tenemos la oportunidad de tomarnos un respiro y preguntarnos qué queremos de este año que empieza. Por supuesto, lo mejor es hacerlo con un método y el socrático puede ayudar. Sócrates clasifica las preguntas en grupos:

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  1. Las preguntas en torno al origen. Todo recorrido empieza por el primer paso. Por lo tanto, vale la pena preguntarnos: ¿de dónde nos viene la idea que queremos realizar?, ¿qué nos impulsa a tomar cierto rumbo? Y lo más importante, ¿podemos explicar la idea de otra manera?
  2. Preguntas de clarificación: Las ideas que se nos ocurren nacen en crudo, tenemos que amoldarlas, ajustarlas, arreglarlas para poderlas concretar. Las preguntas de clarificación nos ayudan al proceso de concreción. ¿A qué nos referimos? ¿Qué significa eso de lo que estamos hablando? ¿La gente capta el significado de lo que estoy proponiendo?
  3. Preguntas que ponen a prueba nuestros postulados. Estas son las preguntas incómodas a las que la mayoría de las personas les huimos. Son las que nos ponen en la palestra del escrutinio y nos dicen si nuestras ideas, propuestas o proyectos pasan o no la prueba. Es el momento de reunir evidencia que soporte nuestras palabras. ¿Qué es lo que me da valor para tomar este camino? ¿Por qué debo creer en este planteamiento? ¿Dónde está la rentabilidad de estas ideas?
  4. Preguntas sobre razón y evidencia. Si pasamos la fase anterior, podremos acceder a ésta. Estamos en la etapa de preguntarnos: ¿Por qué creo que esto es verdad? ¿Hay alguna alternativa o ejemplo que pruebe que lo que digo es correcto? Es el momento de mirar el entorno y ver si mi competencia está dándonos pruebas de que vamos por el camino correcto o ya nos desviamos. ¿Qué están haciendo ellos bien que yo debo mejorar o qué están haciendo mal que yo puedo aprovechar para hacer bien? ¿Qué otro tipo de información tengo a la mano que le de sustento a mis propuestas?
  5. Preguntas sobre puntos de vista alternativos. Solemos ser muy celosos con nuestras ideas, pero las miradas de otros suelen tener dos características preciosas: son objetivas y frescas. No tienen el sesgo de la ilusión o el cariño que nosotros les tenemos y pueden ayudarnos a descubrir debilidades que no logramos ver. ¿Hay algún detalle que desestimé? ¿Hay alguna alternativa que no vi? ¿Mi idea, propuesta o proyecto puede funcionar para algo más?
  6. Preguntas sobre implicaciones y consecuencias. El entusiasmo con el que iniciamos un proyecto nos puede nublar la visión y dejar de considerar que los beneficios para alguien pueden ser los perjuicios de otros. Por lo tanto, para proteger nuestros planteamientos, tenemos que ampliar la mirada y tomar en cuenta las posibles afectaciones. Se trata de hacernos responsables y, una vez determinados los daños y perjuicios, justipreciar si vale o no la pena lo que estoy planteando. Estas preguntas nos evitan malas sorpresas. ¿A quién y cómo estoy afectando?, ¿Qué implicaciones de largo plazo pueden surgir? ¿Puedo evitar los daños?

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Adoro las preguntas socráticas porque nos quitan la venda de los ojos y nos despojan de la ingenuidad. Son una excelente herramienta de reflexión. Nos ayudan a desvelar aquello que verdaderamente queremos. Nos permiten alinear nuestro rumbo a nuestros valores y creencias. Nos da una mirada aguda, profunda y plena. El resultado que Sócrates buscaba al plantear estos cuestionamientos era refinar nuestra comprensión y obtener respuestas que nos ayudaran a dar el primer paso. Por eso, me parece que ese sería un buen punto de arranque para el 2021. ¿Qué opinan?

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