Por Tereso Medina Ramírez* Estados Unidos está entrando en una espiral de presiones cada vez más confrontativas y radicales: partimos de la imposición de un arancel sobre paneles solares y lavadoras; en vísperas de una siguiente ronda de negociación del Tratado de Libre Comercio, anuncia la imposición de tarifas arancelarias sobre la importación de acero y de aluminio. Muy desafortunada ha sido la forma en que la administración estadounidense está abordando el tema de la industria siderúrgica. Primero, un arancel general de 25% al acero y 10% al aluminio aplicable a todos los países que exportan hacia ese país, y posteriormente, condicionando la aplicación de esta medida al resultado de la negociación del Tratado de Libre Comercio. Ante este nuevo escenario, la respuesta de los socios comerciales de Estados Unidos puede ir sólo en dos sentidos: terminar con el proceso de renegociación, o impulsar el trabajo en equipo creando una respuesta en común. El primer escenario no es viable ni en el corto o mediano plazo, dado que tanto México como Canadá han sido los principales impulsores de mantener discusiones propositivas orientadas a consolidar ventajas que pueden generar mayor competitividad regional. Un segundo escenario es que todos los socios comerciales de Estados Unidos emitan una medida en el mismo sentido, con lo que se sentarían las bases de una guerra comercial, lo que de entrada implicaría precios más altos trasladados al consumidor final, menores incentivos para la inversión y mayores presiones globales. En el caso de México, el principal efecto serían las presiones que enfrentaría la planta productiva, acotar nuevas fuentes de trabajo – actualmente la industria del acero suma unos 560 mil empleos directos en México-, además del impacto directo en diversas cadenas de valor: desde las industrias automotriz y manufacturera hasta el sector salud y de bebidas. No podemos ignorar que los tambores de guerra comercial resuenan. Aún queda un compás de tiempo en el que Estados Unidos pueda reconsiderar esta medida, que sería negativa en todos los frentes y cerraría oportunidades de nuevas inversiones, competitividad y mejora económica en la región. Mientras tanto, valdría la pena que México fortalezca la estrategia de incursionar en nuevos mercados y generar otras alianzas, que sin lugar a duda serán benéficas para el país, durante este periodo de reconfiguración en la relación con nuestros aliados en América del Norte. *Senador de la República y Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores de las Industrias Metalmecánica, Siderometalúrgica, Automotriz y Proveedoras de Autopartes en General, de la Energía, sus Derivados y Similares de la República Mexicana.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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