La inclusión de las mujeres en el ámbito laboral es uno de los pilares fundamentales para el desarrollo socioeconómico y la equidad de género a nivel global. A pesar de los avances en las últimas décadas hacia la igualdad de género, las mujeres continuamos enfrentando numerosas barreras que limitan nuestra participación plena y efectiva en el mercado laboral. Una de las manifestaciones más claras de esta disparidad se encuentra en el trabajo de cuidados, tanto remunerado como no remunerado, donde las mujeres asumimos una carga desproporcionada que afecta el bienestar, el desarrollo profesional y la independencia económica.

El trabajo de cuidados es el conjunto de actividades destinadas al cuidado de personas dependientes (niños, personas mayores, enfermos, etcétera) y la gestión del hogar, representa una contribución indispensable para el sostenimiento de la vida y el funcionamiento de las sociedades. Sin embargo, este trabajo es frecuentemente invisibilizado y subvalorado, especialmente cuando es realizado de manera no remunerada dentro del ámbito doméstico.

Históricamente, la asignación de roles de género ha relegado a las mujeres al espacio privado del hogar, considerando el cuidado y las tareas domésticas como una extensión natural del rol de género. Esta concepción ha perpetuado una distribución desigual de las responsabilidades de cuidado, donde las mujeres, independientemente de la participación en el mercado laboral remunerado, asumimos la mayor parte del trabajo de cuidados no remunerado. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres dedicamos aproximadamente tres veces más horas al día a estas tareas en comparación con los hombres, una disparidad que se acentúa en regiones y países con menores niveles de desarrollo económico y social.

Esta carga desproporcionada tiene implicaciones profundas no solo en la equidad de género, sino también en el desarrollo profesional y personal de las mujeres. La dedicación extensiva al trabajo no remunerado limita la disponibilidad para participar en el mercado laboral remunerado, acceder a oportunidades de empleo de calidad, avanzar en las carreras profesionales y acumular recursos y seguridad económica. Además, esta situación contribuye a la perpetuación de brechas salariales de género, ya que las mujeres, al tener menor disponibilidad de tiempo, pueden verse obligadas a optar por empleos a tiempo parcial, con menor remuneración y proyección profesional.

En el ámbito del trabajo de cuidados remunerado, las mujeres también enfrentamos desafíos significativos. A pesar de constituir la mayoría de la fuerza laboral en sectores como la salud, la educación y los servicios sociales, estas áreas suelen caracterizarse por bajos salarios, condiciones laborales precarias y un limitado reconocimiento profesional. Esto no solo refleja la subestimación social del trabajo de cuidados, sino que también limita el potencial de estas ocupaciones para ofrecer vías de empoderamiento económico y desarrollo profesional para las mujeres.

Abordar esta problemática requiere de un enfoque multidimensional que involucre tanto políticas públicas como cambios en los patrones culturales. Es esencial promover una redistribución más equitativa del trabajo de cuidados no remunerado entre hombres y mujeres, a través de políticas que fomenten la corresponsabilidad en el ámbito doméstico, como licencias parentales compartidas, servicios de cuidado infantil accesibles y de calidad, y campañas de sensibilización sobre igualdad de género. Asimismo, es crucial valorar y mejorar las condiciones del trabajo de cuidados remunerado, mediante el establecimiento de salarios justos, la protección de los derechos laborales y el reconocimiento del valor social y económico de estas tareas.

La inclusión plena y efectiva de las mujeres en el ámbito laboral pasa necesariamente por una revaluación del trabajo de cuidados, tanto remunerado como no remunerado. Solo a través de un compromiso colectivo hacia la igualdad de género, el reconocimiento del valor fundamental del trabajo de cuidados y la implementación de políticas que aborden estas disparidades, será posible construir sociedades más justas, equitativas y prósperas para todos.

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