Como hemos venido analizando a lo largo de estas semanas, el optimismo llegó para la economía mexicana, y lo hizo justo en un momento clave, pues su relación comercial con los Estados Unidos, así como otros factores asociados a esa vecindad con la economía más grande del planeta, han permitido una notable mejora en las previsiones, que cada vez que pasa son mejores. Unas previsiones que, como muestran los principales organismos, se han revisado al alza en varias ocasiones en lo que va de año.

Las últimas declaraciones, emitidas por una entidad dependiente del Banco Mundial, la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), nos muestran que el crecimiento esperado para la economía azteca en el presente ejercicio será del 6%, crecimiento que se moderará en 2022, aunque seguirá siendo notable, pues hablamos de un crecimiento previsto del 3%. Como vemos, con este empuje que prevé vivir el PIB azteca, muchos son los economistas que apuestan por una rápida recuperación de la economía mexicana.

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Pese a ello, no debemos olvidarnos de realizar la segunda lectura, pues el lector, leyendo lo anterior, puede llegar a creer que la economía mexicana está a escasas semanas de recuperar el nivel de PIB previo a la pandemia, pero conviene resaltar que esto, como cabe esperar, no es del todo así. La economía mexicana, para que lo sepamos y debemos tenerlo muy claro, no prevé recuperar su nivel previo hasta finales del año 2023, tal y como establecía la OCDE en su informe de perspectivas del mes de mayo. 

Para que nos hagamos una idea, México es la cuarta economía que más tarde recuperará su nivel previo de entre las economías del G20, tal y como recoge la gráfica que aquí se muestra. Una recuperación que, como podemos observar en estos mismos pronósticos tan optimistas, será más tardía que la que prevén experimentar otras economías. Y es que, pese al optimismo y como me gusta decir siempre, no podemos caer en una autocomplacencia más que injustificada; menos en un escenario en el que, tal y como muestran los indicadores, el presidente cosecha su tercera contracción o estancamiento económico en tres años de mandato.

La única realidad es que las debilidades estructurales que presentan economías como México, le han llevado a registrar una caída más acusada de lo normal. En este sentido, como pudimos observar, hablamos de una contracción que, salvaguardando la de España o la de Argentina, se situaba entre las más abultadas de entre las economías afectadas por la pandemia. Una contracción de casi el 10%, la cual figurará en los anales de la historia como la peor contracción de los últimos 90 años. 

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Pero como decía aquel, esta situación podía ser peor. La respuesta ofrecida por México, en lo que se refiere a la movilización de recursos y el apoyo a las políticas de estímulo suscitadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), no alcanzó el 1% de su PIB. La escasez en materia de recursos, siendo la economía de la OCDE que presenta un menor peso del Estado en la economía, ha provocado que la respuesta ofrecida por el país azteca no surta efecto en la economía. Pues recordemos que la media ofrecida en América Latina fue del 2,4%, mientras que en los países desarrollados, la media se situó en el 6,7%. 

Sin embargo, la respuesta ofrecida por los Estados Unidos, que fue de, ni más ni menos, que del 11% de su PIB, no solo ha hecho que la economía estadounidense registre su mejor crecimiento en una generación. Sino que, como podemos observar, contagió a la economía mexicana beneficiosamente. En este sentido, el comercio, la reactivación de la industria, así como otros frentes que presentaron un buen comportamiento antes, durante y tras la pandemia, han acabado reanimando una economía que, de haber tenido que hacerlo de forma unilateral, hubiera vivido una recuperación similar a la que muestra la economía argentina.

Pero no está todo dicho.

Hoy, una nueva variante del virus, la variante Delta, que viene de la India, está expandiéndose por todo el planeta, mostrando lo contagiosa que esta nueva variante puede ser. Una amenaza para la recuperación económica. Máxime en una economía como la mexicana, donde los ritmos de vacunación son más lentos, y los recursos sanitarios son más escasos. Una economía que, de tener que encerrarse de nuevo y ante la desprotección social que ofrece un incompleto Estado de bienestar, podría desviarse de estas previsiones tan optimistas. 

En resumen, otro reto se presenta en el horizonte, siendo una variante muy peligrosa para la nueva normalidad y la recuperación. Además, ese optimismo que recogen los indicadores no debe llevarnos a creer que, aunque el virus vuelva a entrar, la recuperación seguirá y la economía mexicana crecerá. Pues como hemos dicho, hablamos de una economía muy vulnerable, la cual, como hemos avisado a lo largo de estas semanas en numerosos artículos, debe ir pensando menos en estos indicadores y más en las reformas que le permitan, en futuras crisis, poder aplicar una respuesta aceptable; sin tener que recurrir a la economía vecina, tan determinante para esta economía.

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