Julio Zamora sueña con que su nombre brille por las calles de su natal Ciudad Guzmán, como sucede con el del escritor Juan José Arreola o el del muralista José Clemente Orozco. Pero, en su caso, por su aportación a la tecnología y la robótica. Este científico jalisciense, con menos 40 años de edad, es una de las mentes brillantes detrás de la filial de Intel en México. Zamora trabaja con algoritmos de inteligencia artificial y ha participado en la invención de métodos de razonamiento no humano, así como en la elaboración de 14 patentes, con lo que espera convertirse, a más tardar en cinco años, en el primer principal engineer de Guadalajara. La carrera de este ingeniero egresado del Tecnológico de Ciudad Guzmán no ha sido fácil. Por el contrario, destaca por los pasajes y retos que tuvo que enfrentar para pertenecer al selecto círculo de ingenieros con los que trabaja actualmente.   Vendedor de limones y de huevo de rancho A muy corta edad, Zamora tuvo que ingeniárselas para apoyar a su familia y pagar sus estudios. De hecho, su padre no le hizo las cosas fáciles; todo lo tuvo que ganar por sí mismo, desde lo más mínimo, afirma en entrevista para Forbes México. Miembro de una familia de cinco hermanos y con un padre dedicado a la agricultura y a la crianza de puercos, de joven comenzó a trabajar vendiendo artículos en las calles de su pueblo. “Vendía limas por las calles, huevos de rancho; también juntaba cartón y cajas de jitomate y las vendía en los tianguis. De ahí sacaba algo de dinero para ayudar a pagar mis estudios”, recuerda. Cuando deseaba algo, su papá lo guiaba por el camino del esfuerzo, así fuera un simple juguete, rememora. Uno de los momentos que marcó al científico de Intel fue cuando le pidió a su padre que le comprara una consola de Nintendo. “Lo que hizo mi papá fue comprarme un puerco pequeñito y me dijo: ‘Cría el puerco, hazlo crecer y, cuando ya esté grande, lo vendemos y compramos tu Nintendo’. Ese tipo de cosas hacía mi padre: que ganáramos las cosas por nosotros mismos”. Consejos así fueron los que sirvieron al futuro ingeniero electrónico para saber escoger lo que era necesario para forjar su sueño y pertenecer a las grandes ligas de las compañías tecnológicas, como Intel, la cual es enlistada este año, por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), dentro de las 50 empresas inteligentes que más destacan en el ámbito de la innovación. Te puede interesar: Intel, a punto de perder ante Samsung el trono del mayor fabricante de chips

Foto: Hector Guerrero/Bloomberg via Getty Images

Gracias a sus ingenieros, Intel no sólo es uno de los fabricantes de tecnología con los procesadores más robustos del mercado, sino que ha destacado, en los últimos años, por su adopción de ecosistemas más dinámicos que le han traído beneficios y ahorros. Por ejemplo, en su “Informe Anual de Desempeño de TI”, presentado hace un par de meses, detalla que, en el último año, tuvo un ahorro de cerca de 1 millón de dólares gracias al despliegue de 30,000 servidores dedicados al diseño de producto, reduciendo los costos hasta en 65%. Esto le trajo un ahorro de 50,000 horas a los empleados, al utilizar soluciones propias en dinámicas laborales, como iniciar sus equipos rápidamente para conectarse a juntas y reuniones. “Un poco vaguito” Un detalle que resalta en la carrera de Zamora es que, desde temprana edad, mostró su inclinación por el estudio, aunque acepta que, en algún momento de su desarrollo, tuvo que sentar cabeza y definir su camino como estudiante. “Yo era un poco vaguito, medio burro; pero llegó un punto en donde un maestro me hizo entrar en razón y me enseñó las matemáticas”, relata. “Me hizo entender que yo podía sacarle más provecho a mi carrera. Él me reviró y me encauzó por este camino”. ¿Cómo fuiste como estudiante? Estudié en la Escuela Independencia, de Ciudad Guzmán, una especie de mercadito en una de las colonias. Sólo tenía tres salones de clases: en uno se impartían primero y segundo grados; en otro, tercero y cuarto; y en otro, quinto y sexto, y eso provocaba que yo viera los temas del siguiente año, porque estábamos en el mismo salón. Un día, llegó la directora y, al ver que eso no estaba funcionando, decidió poner orden y aplicarnos un examen de conocimientos para reubicarnos en el grado en el que cada uno debía de estar. Yo era pequeño; la verdad, había pasado por algo de bullying, porque, como venía de un pueblito, mi forma de hablar era diferente; sin embargo, en el examen salí muy bien: tenía que estar en sexto. Prácticamente, me brincaron de cuarto año de primaria a sexto. No hice quinto, y pronto ingresé a la secundaria. Después entré al CBTIS 226. Empecé a participar en concursos de Física y Matemáticas. La primera vez, yo estaba en cuarto semestre… y gané, pero no pude representar a la escuela porque sólo podía hacerlo alguien de sexto semestre. Nunca representé a la escuela, pero gané dos años consecutivos y, más adelante, entré al Tecnológico. Te puede interesar: El TAG Heuer interconectado de lujo en colaboración con Intel y Google

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Pero, primero… A limpiar Luego se convirtió en estudiante de Ingeniería Mecánica en el Tecnológico de Ciudad Guzmán. “Aunque estudiaba, seguía concursando en competencias locales y nacionales y logré, para ese momento, tener ya 63 reconocimientos”, recuerda. En los periodos vacacionales, Zamora hizo sus primeros viajes a Estados Unidos, con la ayuda de su hermana y de sus ahorros. “Ahí fue donde comencé a trabajar en Intel, en el piso 1 del edificio 4. Yo era el que hacía la limpieza, aspiraba las alfombras, limpiaba los cubículos. Ahí me di cuenta de que era muy bonita la manera en la que ellos trabajaban; ahí me enamoré”. Los empleados le enseñaban el trabajo que hacían y lo entusiasmaban con su labor. “La gente me inspiraba mucho. En ese tiempo, tenían los diagramas de los procesadores pegados a las paredes y yo me detenía a verlos. Recuerdo que llegaba la gente y me decía: ‘¿A poco sí les entiendes?’. Yo les decía que sí, que sí les entendía. Me hacían preguntas: ‘A ver, ¿esto qué es?’”. Regresos tristes Sus viajes a México, después de las estancias en Estados Unidos, eran dolorosos, pero necesarios para lograr sus objetivos. Esto le sirvió para regresar, como él dice, con el 200% de pila. Una vez concluida su carrera, comenzó a trabajar en la también tecnológica IBM. Cuenta que era feliz; parecía que, por fin, el joven ingeniero, que en ese momento tenía 21 años, encontraba la estabilidad. “En IBM estaba muy contento porque ganaba muy bien; pero mi líder técnico me impulsaba a hacer mi maestría. En ese momento iba a casarme, pero mejor decidí que haría la maestría. Todo cambió. Fue el día de mi cumpleaños cuando renuncié a ese trabajo. Mi papá se molestó y la que era mi novia se molestó mucho más. Terminamos… y ya no me casé”. Zamora siguió su camino y pasó a formar parte de las filas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav). Otra vez, sin dinero y con tan sólo lo básico, comenzó desde cero. Partió a Guadalajara para poder estudiar su maestría. Te puede interesar: Intel prevé que vendrán más ataques cibernéticos

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“A veces no tenía ni para comer. Mis hermanas me mandaban un poco de dinero para salir del paso. Mi maestría la hice acerca de robots móviles y manipulación de objetos con robots móviles. Con esto conseguí una estancia postdoctoral y me fui a vivir a Corea del Sur”. Es más difícil atender bebés Después de su titulación, Zamora hizo un freno en su vida para encontrar a quien ahora es su esposa. Se casó y se fue a vivir a Corea del Sur, y allá nació su hija, Emilie. Sin embargo, su país otra vez lo solicitó. “Decidimos regresarnos a México porque, básicamente, no sabíamos atender bebés”, acepta. “Me era más difícil atender bebés que robots. Con esto, también vino mi entrada a trabajar a Intel”. A su regreso a esta compañía, a una posición muy diferente de la que tuvo antes, y con una mayor estabilidad personal, Zamora estableció una relación laboral más sólida. En los primeros años, se desempeñó en el área de cuestiones gráficas y, nueve años después, está convertido en pieza fundamental del organigrama de la compañía tecnológica. “El problema es que me enseñaron a conseguir. Ahora no sé cómo parar. Sonará engreído, pero ahora es así”, comenta. ¿A dónde quiere llegar julio? Cuando entré a Intel, era muy difícil que alguien consiguiera una patente. Pero lograr [la obtención de] cinco patentes en menos de un año, eso nunca nadie lo había hecho en la historia de Intel en Guadalajara. Y nos propusimos ese objetivo. En Guadalajara no hay un principal engineer [dentro de Intel], no hay nadie con ese grado o reconocimiento, y yo estoy luchando por ser esa figura. Es un reto muy grande y un plan a cinco años; no es algo que voy a lograr mañana, pero de aquí a entonces me propongo convertirme en el primer principal engineer de Guadalajara. Como carrera de vida, pretendo lograr 100 patentes. Quiero ser catalogado como uno de los hijos ilustres. Como ves, mis retos no son comprarme un carro; son cosas mucho más agresivas, porque ya me he enseñado que son cosas que puedo lograr.

 

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