“Cuando veo a alguien con un maletín negro pienso en lo triste y pesado de su jetlag, en lo gris de su traje y lo cansado de su mirada”. Crónica del viajero de lujo y de sus guarda objetos de sobriedad cautivante que le dan sentido a los trayectos. Crónica del viajero de lujo, Italia, día 1, año nuevo. 1985. Durante mis últimos viajes he pensado mucho en la comodidad de los contenedores, su relación intrínseca con lo único de los viajes. Cada vuelta por una geografía determinada es una experiencia única. Las maletas son contenedores, guardan herramientas de viaje, definen un poco lo que somos. También las carteras, los bolsos. Decían por ahí que la inteligencia de un individuo se mide por el tamaño de su maleta durante el viaje. También por el color, el diseño y la exclusiva tecnología de la misma, me atrevería a decir. La marroquinería es todo un arte. Hay un jovensísimo veinteañero que será clave en el tema, ¿su nombre? Marco Palmieri, fundador de Piquadro. Crónica del viajero de lujo, Italia, día 23 de diciembre, 1998. Cuesta mucho esfuerzo distinguirse del resto. No debe ser un afán, sino un proceso natural. Mi maleta Piquadro tiene algo que el resto no posee: se nota a la primera sin ser escandalosa, hay sobriedad. En retrospectiva, tiene algo que va más allá de ser un artículo de lujo, hay una concordancia con mi estilo de vida. Hay color, brío y personalidad, y todo eso se encuentra de forma natural sin ser un forcejeo publicitario. Sobriedad cautivante. Eso, pienso, lleva años perfeccionar. La gente piensa en los artículos de lujo para su viaje, en sus contenedores, como un objeto suntuario, sinónimo de su status. Pienso que la lógica detrás de Piquadro es inversa, casi con los mismos dinamismos de ejecución que en las artesanías y con la originalidad del arte más representativo. Resulta extraño pensar que un artículo tan utilitario como un bolso, una cartera o una maleta de hermosa piel, derivado del perfeccionamiento y gusto italiano, pueda percibirse como universal. Así viajar con atención, así las maravillas de la creación. Crónica del viajero de lujo, Milán, Calle Spiga, día 1 de enero, 2001. Hace meses quería estar aquí y presenciar un momento tan importante para la moda como el que se está viviendo. Ese tesón en el trabajo y diseño ha rendido frutos para las huestes más empeñadas de Piquadro. Ojalá hubiera algo similar en México. Creo que los italianos y los mexicanos tenemos demasiadas cosas en común. Hay una suerte de unión con nuestra identidad, una familiaridad que nos hace ser y sentir especiales, distintivos sin dejar de escuchar otras voces.

“Cuando alguien me pregunta la marca de mi maletín, mochila o cartera me gusta sonreír antes, que las arrugas de mi experiencia contrasten con el acabado de la piel de mi maleta”.

Piquadro se ha nutrido de eso, lo notas en sus formas y en sus colores, pienso que la homogeneización de los productos mata el sentido de la moda. Hoy se inaugura un templo para los viajeros que le dan sentido a sus trayectos, para quienes viajar es un sentido mayor a sólo trasladarse por negocio o placer. Personas que saben que vivir es algo más que sumar millas. Y termino este viaje con una reflexión: las mejores cocinas son las que se cocinan a fuego lento. Crónica del viajero de lujo. Sala de espera, lugar secreto, 20 de diciembre, 2004. De nueva cuenta estoy viajando, no lo puedo evitar. He venido a Barcelona por unos regalos para mis primos. Adivinen. Exacto, Piquadro. Y es que desde aquellos albores ochenteros en los que Palmieri terciaba su creatividad, hasta hoy, hay un tramo bastante espectacular, una transformación dramática. Son pocas las marcas que se han adaptado a la internacionalización sin perder su esencia, eso las hace aún más especiales, diferentes. Cuando veo a alguien con un maletín negro pienso en lo triste y pesado de su jetlag, en lo gris de su traje y lo cansado de su mirada. Para mí, una sala de espera es un trampolín hacia un nuevo reto, no la antesala del letargo. Colores, diseño, funcionalidad y exclusividad, son palabras y motivos que leo constantemente en los aparadores de las ciudades más importantes del mundo, pero pocas veces tienen sentido para mí. El otro día, un anciano vio mi mochila Piquadro azul claro y sonrió. Algo le dijo al oído a su elegante nieto de apenas doce años. Me gusta pensar en que sé la respuesta. Crónica del viajero de lujo, 19 de diciembre de 2011, México. Durante los últimos cinco años mis viajes son cada vez más cortos y locales, y aunque mi edad es mayor y el cuerpo comienza a hablar al respecto, mi mente no piensa en el pasado. Al contrario, el futuro se pone cada vez mejor. Sigo pensando también en las transformaciones dramáticas de la moda y como Piquadro no ha dejado de tomarle el pulso. Su exclusividad es sinónimo de competencia bursátil y mi maleta de viaje ahora tiene más consonancia con quién soy yo. Desde mi iPad puedo personalizarla. Sí, hago viajes más cortos pero más significativos, siento que lo mejor está por venir. Crónica del viajero de lujo. 19 de diciembre de 2016, México. Por fin, las mejores recompensas llegan después de años de perfeccionamiento. Ahora que la gente joven me consulta sobre la moda, la exclusividad y el lujo, siempre respondo lo mismo: es un vínculo que no tiene par. Un lazo para siempre. Piquadro ha sido de esas marcas con las que reconozco todo eso, que difícilmente generan un discurso sólido de identidad, al tiempo que siguen siendo sobrias, relajadas y diversas. Son únicas, y como tal habitan en un templo único para ellas aquí en México: Liverpool. Adquirir una es como cuando un extraño te trata como si te conociera desde hace más de 20 años y te dice “pasa, te he estado esperando todo este tiempo”. Cuando alguien me pregunta la marca de mi maletín, mochila o cartera me gusta sonreír antes, que las arrugas de mi experiencia contrasten con el acabado de la piel de mi maleta. Eso se llama equilibrio.
  Piquadro  

 

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