En el 2018, las expectativas de justicia, equidad, burocracia eficiente, mejores oportunidades y la erradicación de la corrupción encajaron bien en una sociedad agobiada y asediada por la violencia, la crisis económica, la postergación del desarrollo, la inequidad y la falta de oportunidades; en las urnas explotaron su frustración, agotamiento y los escándalos acumulados.

La ciudadanía sigue a la espera de los resultados que solo se perciben en la demagogia repetitiva, permanente y omnipresente de gobierno. Si bien la emergencia sanitaria por la Covid-19 y sus secuelas eran inevitables, ya antes de la pandemia la tendencia era negativa y, por si fuera poco; los factores detonantes han sido la incapacidad, las eternas excusas y -nuevamente- la corrupción del gobierno.

La política es como la serpiente que se devora a sí misma; lo mismo que te puso al frente puede terminar revolviéndose en tu contra. Las promesas, los cuentos de hadas, y los milagros prometidos que no llegan, revientan a los magos, merolicos y mesías que no le cumplen a lXs ciudadanXs. Los elementos de este uróboro de la propaganda política de la 4T son los siguientes:

  1. Mesianismo, maniqueísmo y populismo exacerbado. Pocos políticos pueden resistirse al espejo mágico, ocupar un cargo los lleva al alter ego de sus aspiraciones; cuando se tiene un fundamento irracional y se llevan cargando revanchismos, traumas y complejos, el ejercicio de poder se vuelve enfermizo, obsesivo, compulsivo.

El mesías de la 4T, se aferra a la aclamación, los cantos, poemas, sonido de caracoles y muestras de popularidad. Las liturgias mañaneras diarias ya no le alcanzan. El síndrome abstinencia lo llevan a ocupar más y más espacios, más y más discursos; ¿trabajo, resultados, hechos, cifras? esas son invenciones del demonio neoliberal.  

El gobierno actúa conforme al capricho personal y absoluto del ejecutivo, los funcionarios son reclutados por su obediencia ciega, pastores que repiten el mismo “mensaje”, su única preocupación es el culto al “iluminado”, la defensa con todo de la “verdad incuestionable”; sin criterio, marionetas conformistas saben que su vigencia depende de la sumisión; jamás de hacer algo bien, frecuentemente hacen muy obvio que no tienen NPI (no poseen información, aclaro) de la administración pública.

El temor al fracaso electoral en el 2021 del que depende su reelección lo lleva a convocar a una confrontación anticipada, denostando a las fuerzas “malignas” de sus adversarios.

El populismo se agota desde el discurso de segregación, divisionismo y discriminación presidencial. En su visión existe un país enfrentado; despepita contra todo, las leyes, las instituciones, los medios, las redes sociales y las encuestas solo son libres y democráticas si están conmigo. Los bienes de mis amigos son legítimos, los de los demás son robados. Traiciones del subconsciente, excesos de lengua, mordidas de cola.

  • El Melodrama eterno. El vicio telenovelero se ha vuelto la marca de la vida política nacional de los últimos 20 años; el virus de publicistas que todo lo quieren resolver a punta de historias, intrigas, complots, montajes y distractores es patético.

Sobrexplotar la ignorancia, ingenuidad y el bajo nivel educativo de una parte de la sociedad está llevando a otros segmentos a reaccionar enérgicamente. Una crisis con efectos devastadores está llevando a todos a rechazar el discurso de víctima eterna; la cursilería, los héroes inventados y las excusas.

La realidad se impone contundente y cruelmente, las tarjetas “de bienestar” ya no alcanzan ni para chelas ni cigarros. Los municipios de la “esperanza” se borraron del mapa antes de que llegarán los letreros y se advierte de un “frenazo” a los semáforos de reactivación.    

Los indicadores realistas son contundentes; la felicidad la borran las fiebres, el hambre, el desempleo, los asaltos, los muertos, los enfermos, los contagios. Los inconformes y críticos se acumulan, no se ofrece nada más que verborrea y las frases que sus asesores “religiosos y humanistas” se fusilaron de Internet.

Cada hogar esta bajo estado de sitio, las secuelas persiguen a los hasta ahora sobrevivientes, enfermedad, orfandad, carencia, delincuencia, cancelación de expectativas, el hartazgo se les viene encima.

  • Corrupción, fetichismo y simbolismo. En medio de la emergencia, muchos programas y acciones de gobierno son víctimas colaterales, pero las mega obras prevalecieron, sin transparencia y con la mayor indiferencia al sentido común, el medio ambiente se mantuvieron estas obsesiones, delirios de grandeza, el imperativo de mantener la ilusión nacional.

Con la apertura de Los Pinos se quiso revivir la toma de las haciendas y la entrada en la casa grande; y hasta se abrieron dormitorios para personal médico, otro capítulo más de sus series (más las que producen para Netflix y Amazon) para vender su “verdad histórica”. 

El avión presidencial -otro fetiche arrebatado a la clase “fifi” dominante- más revanchismos, reciclar la envidia, mantener vivo el sentido de revancha de lo que “nos robaron”; recuerdos de novias pérdidas, bullying de los riquillos del pueblo, una infancia y juventud atormentada ahora vuelta Política Pública. La corrupción sigue, impera, permanece, ni siquiera enfermarse de “Covid-19” alcanza para ocultar miles de millones derrochados, complicidades, contratos, propiedades, excesos, hipocresía descarada, cada proceso se pierde, los acusados denostados pero libres y de devolver lo robado nada hace cuentas.

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