Los sabores, olores y colores de Oaxaca son los que hacen de ella una tierra cautivadora. Recorrer sus mezcalerías, talleres artesanales y galerías de arte es descubrir un Oaxaca que se quedará contigo por siempre.     Por Marck Gutt   El olor a ahumado de un maguey que pronto será mezcal, las paredes de una vieja fábrica de hilos en la que se refugian artistas y pintan lienzos y el púrpura intenso de una cochinilla para dar color a un telar, son escenas de todos los días en Oaxaca. Su gente está ávida de compartir estas tradiciones con los visitantes que regresarán a casa con más de una botella de mezcal, tejidos artesanales, alguna obra de arte y, sin duda, un poco de la esencia oaxaqueña.   Cata de mezcales en El Mezquite Ya dijo Lila Downs que en Oaxaca se toma mezcal con café. Y no es un decir. Acudimos a una de las mezcalerías más nuevas de la ciudad para comprobarlo. El Mezquite se encuentra a sólo unas cuadras de la iglesia de Santo Domingo y a escasos meses de haberse inaugurado ya ha hecho bastante ruido. Y no es difícil entender por qué: desde el minucioso trabajo en el diseño y la propuesta gastronómica hasta la atención en el servicio y calidad de sus mezcales han sido cuidados detalladamente por expertos en sus áreas. Y el resultado es un espacio poco pretencioso, sin poses, que por momentos nos recuerda a las viejas cantinas donde la gente se reunía para terminar el día. El edificio, que hace algunas décadas sirvió como billar de pueblo, fue intervenido por el artista  y arquitecto mexicano Ricardo Pinto Gollas, quien se basó en un sencillo patrón geométrico para diseñar todo el espacio. El mural de ladrillos que se encuentra en la barra del lugar y un poco de luz sirvieron como inspiración para crear los patrones de diagonales que se aprecian en las lámparas y loseta, ambas creadas especialmente para El Mezquite. Por su parte el chef Ricardo Lemus, originario de Mexicali, desarrolló un menú de tiempos cuya función principal es maridar con los diferentes mezcales que se ofrecen, en la medida de lo posible, utilizando ingredientes regionales. Y finalmente la variedad de mezcales: El equipo de El Mezquite creo un menú que incluye mezcales oaxaqueños tan variados como se es posible. Los hay de pechuga, artesanales, destilados en alambique de cobre y ollas de barro, añejos. Y para los curiosos, cada trago puede ser acompañado de la historia que hay detrás de cada mezcal: su origen, el maestro mezcalero, la variedad de agave, etc. Una noche en la terraza de El Mezquite garantiza, además de un buen rato en compañía de una excelente cena-maridaje, una apreciación más profunda al elíxir del agave.   Barriga llena… Ninguna visita a Oaxaca está completa sin probar un bocado de los sabores de esta tierra. En estos restaurantes icónicos algunos de los chefs más reconocidos y galardonados del estado nos deleitan con sus versiones de los platos tradicionales oaxaqueños.   El majestuoso oro de Monte Albán Rescatando la técnica de vaciado a la cera perdida, esta joyería 100% oaxaqueña reproduce de forma artesanal algunas de las piezas más emblemáticas de la joyería precolombina. Sus diseños aluden a las piezas encontradas en la Tumba Número 7 de Monte Albán, hasta la fecha considerado como uno de los mayores descubrimientos de joyas prehispánicas en el continente. Con más de 65 años de historia, los diseños en oro y plata de esta joyería son motivo de orgullo y sinónimo de primerísima calidad. Además de su taller cuentan con varias sucursales en la ciudad de Oaxaca.   El arte del telar en Teotitlán del Valle Teotitlán está a 25 kilómtetros del centro de Oaxaca. A primera vista puede aparentar no ser sino otro pueblo carretero cualquiera. Pero sus habitantes esconden un gran secreto. En cada una de las casas que se encuentran a orillas del camino se exhiben letreros anunciado tejidos artesanales, y aunque todo parece indicar que se trata de algún tipo de trampa turística, se trata de todo lo contrario. Teotitlán es un pueblo históricamente de tejedores y su gente conoce este arte como pocos. En consecuencia, los tejidos de Teotitlán se han ganado la fama de ser los de mayor calidad en la zona del valle. Un enorme diferencial que tiene el pueblo, en contraparte con los mercados de artesanías donde se venden sus productos, es que cada taller es una especie de museo vivencial. Recorrerlos no es sólo apreciar piezas artesanales a la venta, sino adentrarse en el mundo del tejido y conocer sus orígenes y procesos desde cero. Uno de tantos talleres es El Adobe Rojo, una casa copropiedad de tres familias en la que, desde 1943, los visitantes pueden conocer de cerca el trabajo de los tejedores. A excepción de la lana en bruto, que compran en su mayoría de proveedores de los estados del norte del país, el resto de los ingredientes y materiales que se utilizan en el telar son locales y artesanales. Toda visita contempla un acercamiento al proceso de elaboración de un tejido. El primer paso es cardar la lana –en una hora los más hábiles cardan un kilo de lana–, después, con una rueca se hila hasta obtener el grosor deseado y una vez que se tiene el hilo se tiñe de diferentes colores, utilizando sólo materiales naturales: la cochinilla para los tonos morado y púrpura, la cáscara de nuez y el pericón para el café, flor de cempazúchitl para el anaranjado o amarillo , alfalfa para el verde, huisache para el negro. Una vez que los hilos se han teñido –la mayoría no necesita fijación para el color porque el ingrediente natural lo provee, en caso contrario se utiliza el limón– se pueden utilizar en el telar. Los diseños son variados y van desde patrones geométricos hasta creaciones personalizadas por encargo. Además, los interesados también pueden tomar clases de telar de rodilla, o de zapoteco, ambas se ofrecen al público previa cita.   Arte emergente en CaSa San Agustín Etla es una las joyas que Oaxaca ha resguardado con más celo. Se encuentra a sólo 19 kilómetros del centro de la ciudad, unos 25 minutos de trayecto en coche, y en él se encuentra uno de los centros de las artes más ambiciosos del país y el primero en su tipo considerado como ecológico en Latinoamérica. El CaSa, como se conoce coloquialmente al Centro de las Artes de San Agustín, ocupa el espacio de una vieja fábrica de hilados y tejidos construida hacia finales del siglo XIX. Luego de permanecer en el abandono, el reconocido artista oaxaqueño Francisco Toledo la compró con la idea de convertir el espacio en un centro dedicado a la creación y experimentación artística. Con las intervenciones de la arquitecta Claudina López Morales, la ex-fábrica se transformó en una sala de exhibiciones temporales y talleres de gráfica, teñido y diseño textil. También cuenta con un laboratorio ecológico experimental de revelado fotográfico. Visitar el CaSa sólo para redescubrir el inmueble ya vale la pena. Los detalles de la arquitectura original aunados a la intervención de fuentes como sello de la restauración son capaces de sorprender a quien sea, pero no son sólo la gentrificación de la fábrica o las vistas que se tienen del valle desde sus terrazas y jardines que hacen tan especial a este recinto. Además de su aquitectura, su biblioteca abierta al público e incluso los espacios en los que se exhiben muestras itinerantes, lo que hace especial al CaSa es que verdaderamente es un centro de fomento a la creación artística. En sus talleres trabajan artistas de todas las tallas que después tienen un lugar donde mostrar y vender su obra. logos-oaxaca       Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa.

 

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