Nuevamente el secretario general de la ONU volvió a encender las alarmas al afirmar que “la humanidad ha abierto las puertas del infierno” y reiterar que el empeoramiento de las olas de calor, inundaciones e incendios forestales anticipan para toda la humanidad un futuro “peligroso e inestable”

La advertencia no es la primera y desafortunadamente, puede volver a quedar en el olvido en tan solo unos días tal y como pasó cuando se abrió el debate sobre el paso del cambio a la “ebullición climática”. 

A pesar de lo visto, tornados, granizo, tormentas, sequias e incendios fuera de control en todas las latitudes, la indiferencia e indolencia del ser humano se mantiene a pesar de que quizá ya sea demasiado tarde.  

En la reunión sobre cambio climático se advirtió: estamos décadas atrás en la transición a la energía limpia. Vamos hacia un aumento de la temperatura promedio global de casi 3°C, en comparación con la era preindustrial, lo que significaría un desastre económico, la extinción masiva de la vida como la conocemos y sin duda obligaría al escalamiento de los conflictos sociales y políticos derivados de los efectos colaterales.

Nadie parece imaginar lo que se viene en menos de 15 años; escasez de agua y comida a escala global, una situación económica insostenible; granizo, tolvaneras, tornados, huracanes, vórtices polares, derretimiento de los glaciares; miles de especies aniquiladas, selvas y tierras productivas convertidas en desiertos; migración, insurrección y guerra por las reservas de agua y comida disponibles.  

Se ha perdido tanto tiempo y nadie parece responder o comprometerse en serio; serán las naciones más pobres y vulnerables las que sufran con mayor severidad todas las consecuencias de la inacción, ambición e indolencia 

Entramos en una espiral crítica. Las decisiones, acciones y programas deben comenzar de inmediato y de manera acelerada y prioritaria o los cambios en el clima afectarán más temprano de lo esperado a la humanidad amenazando su supervivencia de manera irreversible. 

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Ya no es posible postergar ninguna decisión ni inversión; estamos en medio de un contexto marcado por los efectos visibles:

Casi el 40% de la población del mundo enfrenta problemas de salud, alimentación y costos por la falta de agua.

Dos terceras partes de la humanidad estamos expuestos al consumo de alimentos y agua contaminada o en condiciones muy por debajo de las normas aceptables.

Se presenta un aumento constante de padecimientos crónicos, enfermedades y muertes por cáncer, diabetes, calor, obesidad, cardiacas, pulmonares, e infecciones relacionadas con el cambio climático y la contaminación.

Cada año se rebasan los registros históricos de inundaciones, sequias, temperaturas, derretimiento de hielos perpetuos; olas de calor, tormentas, incendios forestales, ruptura del ciclo de cultivos, nivel de los mares, desertificación, pérdida de especies; con todo las implicaciones y costos económicos, demográficos y ambientales que esto acarrea.

Más de la mitad de los hábitats naturales, bosques, zonas de reserva, selvas y valles han quedado convertidos en tierras estériles, condenando a la extinción a la fauna y flora.

La sobrepoblación y la escasez de oportunidades generan grandes flujos migratorios incontrolados acarreando conflictos y tensiones políticas hacia los países desarrollados.

Las masas de hielo polar, glaciares y permafrost se extinguen más rápidamente y de forma irreversible que lo previsto por la comunidad científica. 

Las “zonas muertas” y los “mares de plástico”, siguen aumentando en su extensión eliminando la vida misma y las fuentes de alimentación en los sobreexplotados y contaminados océanos. 

Los enormes volúmenes de basura, contaminantes aéreos; desechos químicos y nucleares se siguen multiplicando y están presentes en todo el planeta, no hay escape para ellos.  

A los escépticos todavía les parece exagerado, millones de dólares se invierten en publicidad falsa para esconder la gravedad de la situación y la corrupción sigue imperando como mecanismo para facilitar la acción depredadora de grandes corporativos.

Las transformaciones esperadas y los acuerdos internacionales no se han cumplido por lo que las viejas prácticas se mantienen inalteradas, nada mueve ni conmueve a las grandes empresas de la energía sucia, la industria, el transporte, agua, comercio, vivienda y la basura.

Los gobiernos, hundidos en la corrupción se la pasan en debates, excusas, culpas, expiaciones, discursos y complicidades. Las empresas no buscan sino mayores y más diversas formas de aprovechar la situación. 

Cada enfermedad, padecimiento, inundación, incendio, huracán y tornado, así como la migración obligan a millones de seres humanos a renovar, comerciar o perder vehículos, casas y muebles o resignarse a quedar en la ruina permanente.

Para todos, es el momento de actuar. Desde la organización política, la información, los comentarios y el fortalecimiento de redes de influencia en el tema, como para informar, presionar y participar en los cambios requeridos en los sistemas social y económico.

La ebullición climática nos tiene en efecto al borde del infierno; debe obligarnos a un cambio de mentalidad y de generar la disciplina y cultura necesarias para hacerle frente. Para aportar algo se puede partir de transformar nuestros hábitos de transporte, consumo, menos plásticos, concientización, el cuidado de las zonas verdes, el turismo sustentable y ecológico, manejo consciente de desechos personales; lucha contra el maltrato animal, un estilo de vida y una dieta ambientalmente responsables. 

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