México no es la excepción, tenemos que buscar y preservar la continuidad de las empresas familiares. Lamentablemente la gran mayoría de los negocios de familia en el país desaparecen por la falta de un plan de continuidad, aunque estas lleven más de tres décadas en el mercado. El problema tiende a la tragedia, pero se puede resolver si ponemos atención y llevamos a cabo un plan. Estamos acostumbrados a evaluar a las empresas por sus parámetros de eficiencia, rentabilidad, desempeño, liquidez, apalancamiento e incluso, por sus factores de crecimiento. Buscamos calibrar nuestras herramientas de análisis con los planes y estrategias que nos permitan pronosticar los mejores escenarios, los resultados más óptimos y las ganancias más jugosas. Sin embargo, en afán de poner la mirada en los objetivos más altos, hemos dejado de ver las amenazas que podrían parar el negocio y acabar con él: por fijar los ojos en la cima, nos tropezamos con el hoyo que tenemos a un lado. En los últimos tiempos hemos sido bombardeados por teorías administrativas que nos impulsan a entrar a la arena de los negocios sin mucha reflexión. Nos dicen que, si esperamos mucho para tomar la decisión perfecta, jamás nos atreveremos a mover las piezas y traer a la realidad una gran idea. Es verdad, el exceso planeación lleva a la inacción, pero esto nos ha llevado al otro extremo, en el que los planes y los programas han sido borrados del mapa, donde la previsión suena a parálisis y la rentabilidad es la reina ante la cual sucumben todos los demás índices. Este es uno de los riesgos que han seducido también a las empresas familiares. Pensar que sin planear se puede sobrevivir y así se aumenta el riesgo de perder el patrimonio. Muchos ingredientes se mezclaron para llegar a la euforia de la inmediatez empresarial. Por un lado, los buenos resultados de muchas empresas en internet que iniciaron operaciones, casi sin capital, y reportaron ganancias extraordinarias de inmediato. También la escasez de empleos y la dificultad para encontrar trabajos bien remunerados, impulsó el rol de emprendedor. A la voz de las ventanas de oportunidad se abren una sola vez y hay que aprovecharlas antes de que otros tomen ventaja, muchos empresarios se entusiasmaron y empezaron a operar. Así han nacido muchas empresas familiares. En efecto, hay ocasiones en que no hay más remedio que iniciar actividades y ya sobre la marcha acomodar las cosas. El problema fue que muchas de estas empresas se aventaron al ruedo y luego se olvidaron ordenar. En el vértigo de salir al mercado, dejaron en el tintero uno de los principales objetivos que debe tener toda organización: la continuidad. Gran cantidad de empresas se regodearon en las glorias del éxito y no se detuvieron a reflexionar. Olvidaron cuál era su razón de ser, qué procesos integraban su cadena de valor y en dónde se encontraban sus eslabones más débiles. Los que creyeron en las teorías enfocadas en las fortalezas y dejaron de lado oportunidades, riesgos y debilidades, han tenido fuertes descalabros. Las quiebras no se han hecho esperar. Por ello, hoy existe una fuerte tendencia a enfocarse en la continuidad del negocio. Especialmente, si hablamos de empresas familiares que son el tipo de unidad empresarial que tiene mayores riesgos de supervivencia. Las nuevas corrientes de teoría administrativa acentúan la importancia de cuidar las condiciones que permiten a una empresa seguir con sus operaciones, así como evaluar aquellas circunstancias que pueden poner en riesgo su marcha saludable. El primer paso será iniciar un proceso de análisis. Se evaluarán los puntos de vulnerabilidad de la empresa, así como el impacto y la probabilidad de que una disrupción afecte a la compañía. Una vez obtenido este informe, la compañía tiene la capacidad de clasificar los procesos de negocio en función de su criticidad y lo que es más importante: establecer la prioridad de recuperación. A partir de que se conocen los puntos de mayor vulnerabilidad y afectación de la empresa, se genera un plan de continuidad. En el eventual caso de que un suceso disruptivo trastoque la actividad preponderante, se generarán estrategias de emergencia que operarán hasta el momento en que la compañía vuelva a un estado de normalidad. Es decir, cuando se reestablezcan las condiciones anteriores a la disrupción. Podrá parecer un tema sencillo, pensar en la continuidad de la empresa implica mirar de cerca las vivencias y situaciones que tienen los empresarios con sus negocios. Se abre todo un universo de posibilidades para no lograr la continuidad en el negocio, cuando no se planea. Los planes de continuidad de negocio son un estupendo ejercicio de reflexión, lo mismo para empresas grandes que para las chicas. Son un punto álgido para negocios familiares y también representan una gran oportunidad y una tablita de salvación para la continuidad. Se trata de poner atención en la parte más delgada de la cuerda para fortalecerla y que no se reviente. Es, bajo cualquier circunstancia, estar en control. Hay que reservar un tiempo para reflexionar sobre el futuro que se desea para la empresa y la familia. Decidir darse el espacio para elaborar el plan de continuidad para su negocio, ya que al final no solo ellos pierden sino también muchas familias que dependen de estas empresas y entre los que se encuentran los empleados, proveedores y clientes. Por años hemos calibrado nuestras herramientas de análisis para visualizar los mejores escenarios. Con el cambio vienen nuevas tendencias: es tiempo de planear para la crisis y así asegurar la continuidad del negocio.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @CecyDuranMena Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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