El combate a las drogas está sustentado en diversos acuerdos y compromisos internacionales y por eso es difícil salirse de la trama y sin pagar un alto precio.

El cambio en las estrategias e inclusive la reglamentación de algunas substancias se inscriben en procesos complejos donde se tiene que evaluar, siempre, lo que ocurre en otros países.

Colombia, en particular durante el gobierno de Juan Manuel Santos, hizo esfuerzos notables por visibilizar el trabajo de las fuerzas de seguridad, la inversión de recursos y las pérdidas de vidas humanas, en el empeño de evitar que la cocaína llegue a EU.

Un buen número de exmandatarios, como Fernando Henrique Cardoso, César Gaviria y Ernesto Zedillo, han señalado que se tiene que cambiar el modelo de combate a las drogas, establecido desde los años setenta, porque no ha producido los resultados esperados.

La clave estaría en quitar al crimen organizado el control de los mercados ilegales, para reducir sus ingresos y poder, aunque nunca para dejar de enfrentarlos.

La apertura a la venta de mariguana con fines médicos o recreativos, solo resultó posible después de que en EEUU inició una oleada, hasta ahora incontenible, de leyes más permisivas, aunque no sin pleitos entre los estados liberales y el gobierno federal conservador.

En México se está experimentado un escenario extraño. Por un lado, se señala que el énfasis en la política de seguridad no se pondrá en el combate a los jefes de los grandes grupos criminales y por el otro, existen dudas sobre la pertinencia de reglamentar el uso de la mariguana, aunque esto sea una instrucción de la Suprema Corte.

Está tensión se resolverá tarde o temprano y las presiones van a venir de Washington.

Cada día es más evidente que la administración del presidente Donald Trump está preocupada por la falta de resultados en el combate a los grandes grupos criminales que operan al sur del río Bravo.

Esto no es nuevo, porque siempre han pretendido conducir la política de seguridad, marcando agenda y estableciendo objetivos prioritarios para la acción de las policías y de las áreas de seguridad.

En la etapa de Felipe Calderón fue notoria la presencia e influencia de la DEA y en la de Enrique Peña Nieto la de la CIA. Eran esas las instancias de comunicación con la administración de George W. Bush y posteriormente con Barack Obama.

Con Donald Trump al parecer el procurador William Barr es el encargado de moldear una relación que siempre es delicada y de alta complejidad.

Conviene recordar que hace unos meses el propio Trump señaló que se requería de mayor fuerza para combatir a los cárteles y que su gobierno estaba listo para ayudar a México si esto se consideraba necesarios.

El asesinato de nueve integrantes de la familia LeBarón, en Sonora, añadió presión a una olla de la que no hay salidas sencillas y que puede estallar en cualquier momento.

No habrá que esperar mucho para conocer el tamaño del desafío que vendrá del norte y más valdría estar preparados, con anticipación y con modelos que realmente funcionen. Hay que trabajar en reducir las condiciones sociales que propician la violencia, pero al mismo tiempo hay desmantelar a las grandes bandas de delincuentes, en las orillas del Potomac los nervios están de punta y eso suele traer muchos problemas.

 

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