Por Antonio Ocaranza Fernández* Sin duda ha sido un gran logro para México llegar a un acuerdo con Estados Unidos que permita continuar contando con un tratado comercial que ofrezca estabilidad al desarrollo económico del país. Al final, el gobierno mexicano aceptó las posiciones de Estados Unidos en materia automotriz a cambio de 16 años de certidumbre. Quizá México está satisfecho con el fondo, pero la forma deja mal sabor de boca. El tratado trilateral ha sido desmembrado y negociado de manera bilateral, a conveniencia de Estados Unidos y en detrimento de la visión regional de la integración de América del Norte y de la relación bilateral México-Canadá. La muerte del TLCAN tiene un dejo de tequila. Por eso el presidente Peña Nieto ha insistido en pedir que Canadá se reintegre a la negociación y destacar que el acuerdo trilateral sigue siendo viable y deseable. Para México el camino bilateral fue inevitable. Las elecciones en Estados Unidos y México y la presión por concluir la negociación debido a los tiempos establecidos por el Congreso estadounidense obligaron a México a hacer a un lado a Canadá para solucionar con Estados Unidos los temas que mantenían empantanadas las pláticas. Los dos países aceptaron que el 75% del valor de la fabricación de autos en América del Norte provenga de la región, comparado con el 62.5% actual, y que entre el 40 y 45% por ciento de los vehículos sea fabricado por trabajadores que ganen al menos 16 dólares la hora. Habiendo resuelto estos y otros temas la mesa está dispuesta para que Canadá regrese a la negociación comercial. Aunque las formas de Trump disgustan a los canadienses no tienen más alternativa que sumarse al acuerdo. Canadá está presionado por el ultimátum de Trump: aceptas el acuerdo o lo dejas, y si lo dejas Estados Unidos está para firmar el acuerdo bilateral con México e imponer tarifas del 25% a autos canadienses, además de las sanciones al acero y aluminio ya existentes. Canadá tiene otra razón adicional: su temor a que Estados Unidos continúe negociando acuerdos bilaterales con diferentes países, empezando con México, y en cada uno incremente su poder de negociación y beneficios a costa del resto de los socios. Esta fue precisamente la preocupación que llevó a Canadá a sumarse a la negociación del Tratado de Libre Comercio México-Estados Unidos en 1990 y para convertirlo en un acuerdo trilateral, el actual TLCAN. Queda por analizar el impacto que tendrá esta forma de negociar en la relación de México con Canadá. Es posible que el camino bilateral haya sido inevitable para destrabar las negociaciones y que incluso Canadá haya comprendido el dilema del gobierno mexicano, pero más de un canadiense puede estar pensando que México cedió a las presiones de Estados Unidos para consentir condiciones que habrían sido inaceptables en una negociación trilateral. Por ejemplo, no se sabe si México aceptó cambios que debilitan el mecanismo de resolución de controversias del TLCAN que tanto incomoda a Trump y que ha permitido a empresas de Canadá y México llevar ante paneles trilaterales conductas comerciales estadounidenses indebidas. Por último, hay que aceptar que ha triunfado el discurso belicoso de Trump contra el TLCAN/NAFTA. El presidente de Estados Unidos ya anunció que le cambiará de nombre al tratado porque el TLCAN ha sido perjudicial para Estados Unidos y tiene una carga muy negativa. Sin duda, la muerte del TLCAN y el nacimiento del nuevo tratado será tema de campaña en una narrativa electoral estadounidense en la que el TLCAN será presentado como el origen de todos los males y el nuevo tratado el de todas las virtudes. A menos que algo extraordinario suceda, México y Canadá convivirán por un tiempo con un vecino empoderado y arrogante que les recordará con frecuencia cómo pudo dividirlos para negociar un tratado en los términos que mejor le convino. A su vez, México y Canadá se verán el uno al otro con recelo e impotencia por no haber podido tener la determinación de defender conjuntamente un proyecto regional equilibrado y fundado en una visión en común y que ha sido sustituido por el proyecto America First. *Director de Oca Reputación.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @aocaranza Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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