En Los agudos picos de la pobreza: la escasez financiera está relacionada con niveles más altos de intensidad de la angustia en la vida diaria, el profesor de la Universidad de Harvard, Jon Jachimowicz, explica que el dinero es un bien para llegar a la felicidad, pero que no es la felicidad en sí. 

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El efecto de la holgura financiera

Jachimowicz y su equipo solicitaron a 522 participantes, cuyos ingresos oscilaban entre 10 a 150 mil dólares, anotar en un cuaderno los eventos y las emociones que iban teniendo cada día por todo un mes. Los resultados indicaron que, en esencia, el dinero brinda calma y control para lidiar con imprevistos: las personas con ingresos altos tenían menos estrés y, debido a eso, experimentaban una sensación de tener el control frente a algún eventual suceso negativo.

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El estudio citado por la Gaceta UNAM fue complementado por Melisa Chávez Guerrero, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM, quien destacó la relación de esos resultados con el postulado de la pirámide de Maslow.

En esta pirámide, propuesta en 1943, el psicólogo estadounidense Abraham Maslow jerarquiza las necesidades humanas y postula que, conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide). Los cinco niveles de la pirámide son:

  1. Necesidades básicas o fisiológicas. Son las inherentes a toda persona y básicas para su supervivencia: respirar, alimentarse, hidratarse y vestirse.
  2. Necesidades de seguridad. Seguridad física (salud), económica (ingresos) y vivienda.
  3. Necesidades sociales. Relacionadas con el sentido de pertenencia y el desarrollo de afecto (familia, amigos y pareja).
  4. Necesidades de estima o reconocimiento. Confianza, autorreconocimiento, reputación y éxito.
  5. Necesidades de autorrealización. Es el nivel más alto y solo puede ser alcanzado una vez que todas las demás necesidades han sido satisfechas. Es aquí cuando el individuo busca su crecimiento personal.

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“Si nuestras necesidades básicas están satisfechas (aún si van más allá de la jerarquía de Maslow como indican otros teóricos), eso nos permite pensar en otras cosas: usar nuestro ancho de banda cognitivo, es decir, nuestros recursos de atención, memoria y procesamiento de información para otros objetivos que identificamos con el bienestar. Cuando lo básico está cubierto, da tiempo para otro tipo de pensamientos”, asevera Chávez Guerrero. 

El efecto de la vergüenza financiera

Otro estudio liderado por Jon Jachimowicz encontró que las personas con dificultades de dinero sienten vergüenza y que esta ocasiona que sus problemas empeoren, en una “espiral de vergüenza financiera”.

Al estar pensando en sus problemas económicos, su desempeño laboral empieza a decaer y tienen dudas con respecto a las decisiones a largo plazo e incluso sus relaciones sociales se ven afectadas.

En relación con la investigación de Jachimowicz, la profesora Chávez Guerrero advierte que ciertos estudios revelan que el estrés agudo provocado la escasez de recursos financieros hace que disminuya el ancho de banda cognitivo, es decir, nuestra atención y procesamiento de información es menor y se ve afectada la memoria. De ahí que las personas con limitaciones económicas vivan al día, sus pensamientos y acciones sean solo a corto plazo cuando se trata de dinero. 

“No hay una receta para la felicidad, aunque el dinero es un elemento importante para llegar a ella, no lo es todo. Se debe ver más como un ‘apoyo’ para realizarnos personalmente, para disminuir el estrés cotidiano y así lograr diversos objetivos. Es un escalón para llegar al lugar que aspiramos”, finaliza la catedrática. 

Con información de Revista UNAM Global. 

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