Cinco años hace que los ciudadanos decidieron, con su voto, cambiar el rumbo político de México. El recorrido hasta este punto ha sido intenso y de claroscuros.

Todavía existe el eco de las celebraciones del 1 de julio de hace un lustro, cuando arrasó López Obrador en la contienda por la presidencia de la República, pero es un sonido que, por necesidad, terminará por agotarse, entre otras cosas, porque en la actualidad ya se cuenta una oposición política que está actuando de modo pragmático.

El 2024 no será un paseo.

El presidente López Obrador tiene altos niveles de popularidad y su partido, Morena, es el más poderoso. Los programas asistenciales le han permitido generar una amplia base social. Está ahí uno de los cimientos de su proyecto en el largo plazo.

Pero no es el julio que esperaban en Palacio Nacional, porque también ya se tienen los datos que muestran el fracaso en una de las variables más relevantes: la seguridad pública. 

Ya no será López Obrador quien corrija esa situación y, en todo caso, le tocará a quien lo releve, pero esto no ocurrirá si no hay ajustes de fondo y si no se acepta que la ruta no es la correcta.

 Algo similar acontece con el sistema de Salud, donde malas decisiones desde el principio, complicaron la buena marcha de clínicas y hospitales públicos. El talón de Aquiles es la compra y distribución de medicamentos. Al presidente le vendieron la idea, o a él se le ocurrió, que sería sencillo el sacar de la jugada a las grandes empresas encargadas de llevar las medicinas a cada punto del país. No fue así, porque es un trabajo especializado para el que el IMSS y el ISSSTE no estaban preparados, debido a la magnitud de lo que se les estaba encargado. 

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Pero donde hay un aspecto más que serio es en lo que respecta a la democracia. 

Es curioso que en la 4T estén empañados en desmontar el entramado institucional que les permitió acceder al poder. El INE y el TEPJF fueron claves porque se dedicaron a proteger el sentido del voto ciudadano en todo momento. 

Para nada fue un hecho casual, sino una consecuencia de un largo periodo de construcción de buenas prácticas y de reformas sucesivas. 

Siendo estrictos, mucho del entramado legal aún vigente, provino de propuestas de la izquierda. Es como un Saturno devorando a su hijo, una autodestrucción de lo que fueron en el pasado.

La cancelación del Plan B en la Suprema Corte estableció una pausa en la embestida contra las autoridades electorales, pero los ataques y condenas se reanudarán pronto, tanto como empiecen las sentencias alrededor de la selección del aspirante presidencial de Morena, por el evidente adelanto que hay en las campañas. 

Estará ahí otra prueba de fuego para la democracia mexicana y para las posibilidades de llevar por buen cauce la disputa por el poder político. 

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