Yubé Ortíz dejó los libros de derecho para dedicarse a perseguir su sueño: ser escultor;  su próximo proyecto es colocar a México como un referente en el panorama de arte internacional.     A pesar de que nació en la Ciudad de México, posee un corazón con raíces oaxaqueñas que influyen de manera determinante en las elecciones de su vida. A los 22 años, Yubé Ortíz dejó los libros de leyes para tomar el camino del arte y emprender el sueño de convertirse en escultor, “yo estaba decidido a ser abogado, pero el arte me llenó completamente de felicidad”. Tras 15 años de trabajo y con más de un veintenar de exposiciones de forma individual a nivel nacional e internacional, desea colocar a México como un referente artístico, sobre todo en el ámbito de la escultura. Desde que estudiaba en la Facultad de Derecho de la UNAM, Yubé se sintió atraído por el mundo del arte. Sus primeras incursiones fueron con tallados de madera en los festivales que se realizaban al interior de la institución, sin embargo por falta de dinero no podía crear piezas con el material por el que siempre se había inclinado y que lo llevaría a consagrarse como escultor: el bronce. Se autodenomina mitad chilango y mitad oaxaqueño, mezcla que ha dado el equilibrio perfecto al momento de crear, pues combina los elementos  de la tierra con la modernidad de la ciudad, “mi cuerpo y mi corazón son de aquí y de allá. Mi papá es de Oaxaca y a corta edad trabajé con él en su taller de escultura, de ahí aprendí a valorar los detalles que nos ofrece la naturaleza”.  

Foto: Cortesía Yubé Ortíz

    Boleto al extranjero Fue en Carrara, Italia, punto referente para el comercio de mármol, donde aprendió las técnicas básicas de tallado del material. Más tarde, de Italia saltó a París, donde encontró un refugio artístico ideal para lograr sus metas al ingresar a la École nationale supérieure des beaux-arts (Escuela Nacional Superior de Bellas Artes). Durante el tiempo que permaneció en la escuela perfeccionó su técnica de dibujo, mosaico, litografía y pintura, posteriormente fue invitado a exponer en la Casa de México en París (Cite Universitaire) y en galerías independientes. Al término de sus estudios decidió emprender la aventura hacia Suiza, país que acogió sus esculturas en la Syberhaus de Lyss. Pero su camino por Europa sería el impulso para tomar otra decisión importante: vivir y trabajar en Nueva York. Lugar donde realizó dos exposiciones, una en la Grady Alexis Gallery y otra en la Casa Puebla. Yubé Ortíz afirma que una de las experiencias más gratas fue realizar un diplomado con el renombrado escultor Sebastián. A lo largo de su trayectoria como escultor ha logrado encontrar la madurez en el lenguaje de sus creaciones, en su técnica y sobre todo al momento de entender el sentido de sus piezas.  

Foto: Cortesía Yubé Ortíz

  Una musa llamada inspiración Yubé significa “cimiento de hogar” y deriva del mixteco. El artista indica que en su nombre lleva grabadas las raíces que su padre le inculcó desde pequeño, que lo han inspirado a resaltar detalles mexicanos en su obra. Los paisajes con cactus, las flores, las formas orgánicas de las montañas, el águila o el alacrán se convirtieron en materia prima para sus creaciones. El principal reto es siempre crear nuevas piezas, “estar en la ciudad me inspira desde un ángulo y estar en Oaxaca desde otro. Allá me maravillo de los paisajes semidesérticos y las criaturas que viven en ellos. Aquí por los extremos que se viven, en el día prevalece el caos y por la noche el silencio, esos elementos los interpretó en mis piezas”. El proceso de modelar una escultura va de la mente, al papel, a la plastilina y finalmente al bronce, cada pieza debe superar a la anterior, ninguna puede asemejarse a otra. Actualmente está desarrollando una colección basada en la comunicación. Comparte que ser constante con lo que se desea, es la clave para tocar el éxito. Se siente dichoso de poder vivir de lo que le apasiona y que las personas reconozcan su trabajo no sólo en el ámbito nacional, sino en el extranjero. Continuará con la misión de llevar su arte no solamente a galerías, sino en espacios públicos a fin de que todo tipo de personas “aprecien (su trabajo) en el presente y también en el futuro, ya que las obras se quedan, pero uno se va”, concluye.  

Foto: Cortesía Yubé Ortíz

 

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