Carles Puigdemont vive en el exilio, en Waterloo, para ser precisos, pero tiene en sus manos las llaves para que Pedro Sánchez y el PSOE puedan encabezar un nuevo gobierno. 

Es una de las posibilidades en un escenario donde el PP ganó la contienda, pero no le alcanza para formar una mayoría. Es consecuencia, también, de una campaña plagada de mentiras y en la que se estiró la cuerda al pretender que la llegada de Vox al poder no haría sonar todas las alarmas liberales y democráticas. 

Porque, de algún modo, lo que se votó el domingo fue una suerte de referéndum en el que los socialistas supieron colocar con inteligencia lo que estaba en juego: la integridad misma de la sociedad española, ya que no se trataba de descalificar a una legislatura dominada por el PP, sino de advertir el riesgo enorme que significaría que el socio más relevante fuera Santiago Abascal, un fascista sin complejo de serlo y dispuesto a dinamitar derechos adquiridos desde hace cuatro décadas. 

Y en ese embrollo, tiene una notoriedad especial Cataluña. Abascal había amagado señalando que volverían los jaloneos y se impediría cualquier avance de los independentismos. Mano dura anunció contra la élite política de Barcelona y los describió como una especie de vividores del nacionalismo. 

Al margen de lo obtusas que suelen ser las opiniones de Abascal, resulta que en este momento son los catalanes los únicos que pueden inclinar la balanza y no lo harán hacia donde se les repudia. 

Si se observan los resultados de la jornada del domingo, no es el mejor momento para los independentistas, pero con los apoyos que obtuvieron tienen 14 diputados, siete de Junts (la formación de Puigdemont) y un tanto igual de ERC (la izquierda nacionalista), son indispensables, bajo cualquier esquema, a la hora de construir una mayoría o, en su caso, la abstención que la propicie. 

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Operadores de Sumar y del propio PSOE ya están en la tarea de conversar para establecer los ejes de una negociación que seguramente sacará chispas, aunque es muy probable que fructifique, porque la derecha carga con el fardo de Vox, que impide que otras fuerzas políticas de acerquen al PP y a Alberto Núñez Feijoó.

Puede ayudar que Sánchez ha tenido una actitud que ha mejorado la situación catalana y en la que se restablecieron puentes de diálogo y reformas de corte legal que dieron un respiro a los nacionalistas. 

Ahora es el momento de la retribución, aunque no sería extraño que Puigdemont, desde Bélgica, quiera elevar el costo del acuerdo haciéndolo poco transitable. 

Pronto los sabremos y seguramente delineará lo que ocurra en España en los próximos años, cruciales ante una Europa que tiene una guerra en Ucrania y que está a la espera de sobresaltos de magnitud, política y económica. 

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