El Día de muertos es una de las tradiciones más emblemáticas de México que se hace acompañar con una ofrenda para nuestros difuntos. Así, en los panteones y casas se colocan altares a los cuales, según la tradición, las almas llegan para departir con los vivos lo ofrendado.

De acuerdo con la doctora María Angélica Galicia Gordillo, investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hay elementos que componen la ofrenda y que no deben faltar, como:

  • Comida: Aquella que más le gustaba a nuestro difunto “porque se trata de que los vivos compartan con los muertos la generosidad de la tierra”.
  • Luces: Esta parte tiene una relación más con la religión católica que se convierte en la guía para que las almas lleguen hasta la parte en donde se está compartiendo el altar y en el caso de la cultura prehispánica era un elemento que contribuía a la luminosidad de los espacios.
  • Agua: La especialista señala que al humanizar a los muertos se les ofrece agua para que beban después de recorrer su largo camino, pero con la llegada de los españoles el agua significaba la parte del bautismo, “principalmente se pone agua cuando los niños mueren y no alcanzaron a ser bautizados”.
  • Algo aromático: En la época prehispánica se usaba el copal y durante la colonia, señala la experta, se usó el incienso para aromatizar las iglesias. En el caso de la ofrenda se usa el incienso como un conductor para el espíritu del difunto hacia los alimentos.
  • Flores de cempasúchil: Estas flores, además de representar al sol y la luz, su aroma conduce el alma hacia la ofrenda. El cempasúchil se deshoja y los pétalos se van regando desde la calle hasta la entrada de nuestra casa en un camino que conduce al altar o desde la entrada del panteón hacia la tumba. “Ya en la mezcla con la religión católica se hace una cruz de flores al final del camino”.
  • Fotografía del difunto: Esta se pone dentro del altar.
  • Calaveritas: En la época prehispánica se usaban calaveritas de amaranto en representación de los dioses, pero con la llegada de los españoles se cambió el amaranto por azúcar, precisa la investigadora.
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Foto: Freepik.es

Aunado a esto, se suelen colocar objetos que más le gustaban a nuestro ser querido, como juguetes y dulces en el caso de los niños (cuyo Día de Muertos es el 1 de noviembre), mientras que para los adultos (que se recuerdan el 2 de noviembre) se ofrenda algún tipo de bebida alcohólica que fuese de su agrado.

Niveles en una ofrenda

La doctora Galicia Gordillo señala que en la época prehispánica se pensaba que había 9 niveles hacia abajo para llegar hasta el dios de la muerte y 13 niveles hacia el cielo o el sol, una diferencia entre el inframundo y el supramundo, respectivamente.

“En la época prehispánica se pensaba que el inframundo, la parte de abajo, era el espacio de los transformados, o sea, nuestra carne se cae y nos hacemos esqueletos, y en la parte de arriba conviven los muertos con los dioses”, detalla la investigadora.

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Actualmente, señala, no importa cuántos niveles se ponga y no hay un orden para colocar los elementos imprescindibles de la ofrenda de Día de Muertos, con excepción de las flores, que se deshojan para deliminar el camino a seguir hacia el altar. Si no se ponen pisos, la ofrenda se debe colocar sobre una mesa con su respectivo camino de flores y en la parte de arriba la fotografía de nuestro difunto.

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