Si alguien me preguntara si soy un atleta, la respuesta inmediata sería “no”. Sin embargo, sí me considero deportista. El objetivo no es competir contra algún oponente de alto rendimiento, sino realizar actividad física de manera continua. Pero, más allá del beneficio inmediato, retomo todo lo que implica este universo: disciplina, responsabilidad, mentalidad ganadora, trabajo en equipo, esfuerzo, etc. Por: Braulio Arsuaga. Director general grupo presidente y consejero editorial de Forbes Life. Durante años hemos escuchado
lo que implica practicar un deporte; 
es bueno para la salud, para tener 
más energía durante el día, para
 dormir mejor y, en general, para 
sentirnos emocionalmente mejor. 
Es verdad. Desde hace tiempo —10
 años aproximadamente y por decisión e iniciativa propia— comencé
 a levantarme diariamente a las 5:30 
am para ir al gimnasio, correr, hacer 
crossfit o ejercicios aeróbicos. De
 inmediato noté cambios: mejor
 manejo del estrés y la presión, mayor dinamismo en mis actividades, una mente mucho más despejada para tomar decisiones importantes a lo largo del día y resultados alentadores en mis check-ups médicos. Los fines de semana me permito algunos minutos más de sueño, me levanto a las 7:00 am y realizo deporte de una forma más social, es decir, en grupo. Y, sin planearlo, esta práctica me ha ayudado en mi vida laboral. Por ejemplo, durante una mañana de sábado conocí al arquitecto que realizó nuestro restaurante El Chapulín, en el Hotel Presidente Intercontinental de Polanco.
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El deporte me ha enseñado varias lecciones vitales. La convivencia de cada fin de semana me ha dado a conocer otros puntos de vista y diferentes ideas, ha ampliado mi visión y ha contribuido a la toma de mejores decisiones. El deporte es el paradigma del alto rendimiento y, por lo tanto, permite jugar con los extremos, que es donde los argumentos se entienden mejor. Es un idioma universal. Pero, sin duda, lo que más disfruto de esta faceta de mi vida es el vínculo que he logrado forjar con mi familia y mi esposa. Mis hijos son los motores de esta transformación, ellos motivaron al deportista que existía dentro de mí. Espero servirles de ejemplo para involucrar al deporte en su vida diaria y que logren superar retos impensables. La diferencia entre lo posible y lo imposible es una línea muy delgada y, como decía Pelé, “todo es cuestión de práctica”.
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