Faltaba media hora para que llegara la Reina Sofía y, de pronto, me di cuenta de que todo estaba listo. Los invitados habían llegado, uno de los premiados, Philippe de Montebello, director durante de 31 años del museo Metropolitan de Nueva York y, en mi opinión la mayor autoridad museística que existe en el mundo charlaba relajado con un grupo de amigos y mecenas. Fue en ese momento cuando me di cuenta de la profundidad de nuestra cultura, de lo que somos, de lo conseguido y de nuestra inmensa capacidad para tener una voz en el futuro. Fue como una especie de vértigo que me conectó con Tepotzotlán -ahora lo explico- y me di cuenta de que todo tenía sentido.

El Palacio en el que estábamos, sede de la Real Academia de Bellas Artes de España, había sido proyectado hacía justo 300 años por Churriguera que había sido nombrado arquitecto real inicialmente por Carlos II cuyo retrato de Carreño yo había contribuido a que llegara y se quedara definitivamente en México. Es difícil pensar en alguien que, sin pisar América, influyera tanto en una de las formas de arte más destacadas del continente -el Churrigueresco-. El arte del hombre que había concebido este palacio alcanza para mí su cúspide en el Colegio de San Javier de Tepotzotlán que no pude evitar que me viniera a la memoria. Dice De la Mata que el Churrigueresco “arraiga con tal fuerza y pujanza, que más semeja planta autóctona que trasplantada”. Montebello, como presidente del Patronato de la Hispanic Society de Nueva York, está empeñado en que la planta de nuestra cultura hispana reverdezca también de nuevo al norte del Rio Grande apoyándola desde una institución que posee la mayor colección de obras de arte y documentos fuera de nuestros países.

La soprano Angélica de la Riva en la cena benéfica de los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo ©Julián Ribas.

Su Majestad la Reina Sofía hace que cosas muy difíciles sean posibles y su presencia sanciona para mí esta nueva etapa de los Premios iberoamericanos de Mecenazgo en que se vincula a la Real Academia convirtiéndose, además en benéficos para la casa. Todos los asistentes a la cena de gala pagaron su cubierto con donaciones que permitirán aportar fondos al arte. Para mí que unos premios a que se otorgan a mecenas sean mecenas en sí mismos es algo que llena de “verdad” todo lo que significan.

Cena benéfica de los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ©Julián Ribas.

Prácticamente la mitad de los invitados a la celebración procedían de Iberoamérica. De Chile, de Perú, de Colombia, de República dominicana… y de México, por supuesto. El apoyo de personas como Ernesto Fuentes, Chairman de CITI PRIVATE BANK Latam o el propio Duque de Alba, hacen que este milagro sea posible cada año.

La vida tiene momentos de felicidad, de tristeza y momentos de rutina. En todos ellos me ha ayudado el arte, a tener los pies en la tierra el primer caso, a encontrar un lugar donde agarrarme en el segundo y a saber que vivir siempre merece la pena en el tercero.

Exterior de la Hispanic Society of America en Nueva York.

Carlos III, el Rey ilustrado, compró el Palacio de Goyeneche para que fuera la sede de una Academia dedicada al arte. ¿Con qué interés? Tomás Moro en “Utopía” recuerda que hay que apartar a los niños de la violencia para que no pierdan la virtud más humana: la compasión.

Juntos empresa, sociedad, e Instituciones debemos promover el arte, porque además de humanizarnos, nos integra como sociedad y como personas.

Galería del Entresuelo, Hispanic Society of America en Nueva York.

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