El glamour de la 5a Avenida encuentra uno de sus íconos más representativos en The St. Regis New York. Desde hace más de un siglo, esta propiedad ha materializado los anhelos de celebridades, diseñadores, miembros de la realeza, protagonistas de la escena global y sibaritas consumados. Todos ellos han encontrado en sus lujosas instalaciones un espacio ideal para brillar y reposar con suma privacía.
El reconocimiento de esta exclusiva ubicación, justo en el corazón de Midtown Manhattan, le ha permitido ser hogar de legendarias escenas inmortalizadas por el cine y las series de televisión que han marcado época, como El padrino o Sex and the City, por mencionar algunas producciones que han sucumbido a su encanto.
Desde su misma fundación, este espacio de lujo máximo fue concebido para ofrecer un abanico de experiencias capaz de rivalizar con aquellas que son tangibles en los hoteles europeos. De esta forma, a la postre habría de consolidarse como una alternativa irresistible en América.
Lo anterior llevó, en 2015, a culminar una extensiva renovación para actualizarse a las demandas contemporáneas, pero sin perder su carácter clásico, mismo que armoniza a la perfección con el pasmoso estilo Beaux-Arts francés del inmueble que lo alberga, considerado el primer rascacielos que se construyó en esta ciudad estadounidense.
En armonía con el resto de las propiedades de St. Regis Hotels & Resorts en Norteamérica, la de Nueva York ha implementado un menú de actividades sibaritas para complacer por igual tanto a sus huéspedes como a las personalidades locales.
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UNA ENTREGA AL PLACER
Muestra del compromiso con el estilo de vida más elevado es la reciente implementación de las clases magistrales de sabrage. Éstas pueden ser solicitadas por los huéspedes y se ofrecen de manera privada, bajo la dirección de un mayordomo con amplia experiencia en el sublime arte de destapar una botella de champán.
Esta propuesta, más que adiestrar a los participantes en el ritual, busca conducirlos, en sesiones de 30 minutos, por un viaje a través de la historia y las técnicas de una tradición ancestral que, en esta propiedad, se remonta a 1904, cuando su fundador, John Jacob Astor IX, todas las noches, en el hotel, abría una botella con su sable para celebrar así la transicióna del día a la noche.
Entre estas exclusivas propuestas, dispuestas para que los huéspedes se entreguen al placer de una estadía inolvidable en la Gran Manzana, también se encuentran sus 238 habitaciones y suites, reflejo fiel de la sofisticada atmósfera que ha hecho de este hotel una ubicación emblemática, resultado de su diseño interior, con techos altos, molduras de corona talladas, revestimientos de madera y magníficos candelabros.
Algunas de las suites, incluso, fueron diseñadas por Bentley y Dior para elevar la experiencia y crear espacios plenos de refinamiento. No se puede reservar una estancia sin darse tiempo para visitar el famoso King Cole Bar, uno de los espacios que atrae a la élite del destino.
Fue ahí, en 1934, donde el entonces barman del hotel, Fernand Petiot, perfeccionó la receta del Bloody Mary, mismo que se ha convertido en un coctel insignia del lugar y, por supuesto, en favorito del mundo entero.
Aunque en esos ya lejanos años 30 el trago fue renombrado como “Red Snapper” (pues se pensó que era más apropiado para su distinguida clientela), este coctel, independientemente de su apelativo, habría de mantener el caracter que lo mantiene vigente hasta nuestros días.
En este espacio sui géneris conviene apartar un momento para contemplar con calma el mural “Old King Cole”, de Maxfield Parrish, auténtico ícono del lugar, que fue sometido a una ardua restauración. En este espacio, sin importar el punto cardinal hacia donde la mirada se pierda, uno habrá de habitar algún rincón en el cual, alguna vez, Salvador Dalí, Marlene Dietrich o Alfred Hitchcock encontraron inspiración. Y esto sucederá, quizá, bebiendo el mismo coctel que ellos.
En St. Regis New York, clases magistrales de sabrage aguardan a los huéspedes deseosos de introducirse en este arte ancestral.
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