¿Gente caminando sobre el mar? La vista no deja lugar a dudas; acaso apela a la razón, pero, desde este espacio al pie de calle, a unos 100 metros de distancia, el asombro pinta una sonrisa en mi rostro cuando confirmo, en un segundo vistazo, que sí, la escena es auténtica: una pareja tomada de la mano se abre paso en el mar, a unos 50 metros de distancia de la orilla de esa playa que, asumo, es mágica, en consecuencia.

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En realidad, lo que tarde o temprano se descubre es la presencia de una duna discreta e invisible que permite a esa pareja dar la impresión de que camina sobre el mar, cuando en realidad lo hace sobre un tapete de arena que, a cierta distancia del ojo, construye postales fantásticas que retan la capacidad de asombro. Hasta el más cauto cae en la tentación de pisar esa “pasarela acuática” para sucumbir, al instante, al encanto de Holbox, destino turístico del Caribe mexicano.

Holbox
Foto: Villas Flamingos

Las cabañas de Villa Flamingos se ubican a unos metros de esta pasarela de ensueño, en el extremo norte de las islas. En ellas, un jacuzzi ubicado en la parte más alta ofrece nuevas vistas a ese horizonte isleño, pero, esta vez, bajo la sombra de una palapa gigante, a cuyo cobijo el tiempo parece transcurrir más despacio y que, sin embargo, conduce inevitablemente al atardecer; ese momento cumbre del día que hace mirar en una misma dirección, tanto a turistas como a locales.

Todos apuntan la vista a ese punto centelleante que se derrite, irremediablemente, el horizonte. La caída de la noche alienta la búsqueda de nuevos momentos que permitan conocer una nueva cara de la isla.

Villas Flamingos
Foto: Villas Flamingos.

Una parada en Milpa es un buen punto de partida en esta dirección. Su cocina de autor reinterpreta la gastronomía mexicana, al mando del chef Adrián Barajas, cuya visión arriesgada deriva en presentaciones fantásticas que visten un menú presto a sorprender a los comensales más avezados en la culinaria de alta gama. Y la atmósfera del restaurante, auténtica y francamente encantadora, endulza la estancia.


Holbox materializa el concepto de “paraíso terrenal”, con el que suele nombrarse a los destinos más bellos del planeta. Al pie de sus aguas transparentes, aguardan experiencias de vida que obligan a regresar, irremediablemente, y por fortuna, a esta isla escondida en el caribe mexicano.

Con el espíritu despierto, la marcha de la gente apunta a un mismo objetivo: Salma, un espacio frente al mar que cuenta con su propia marca de mezcal, arropada en un concepto de inspiración pirata que se magnifica en las noches, cuando el DJ congrega a un grupo de sibaritas para bailar, reír, comer y beber a la luz de un centenar de velas derretidas, además de calaveras y múltiples evocaciones a la vida en altamar. Y los cocteles de casa demoran el momento del descanso.

El camino que separa Salma de Villas Flamingos se disfruta más caminando sobre la playa. Los reflejos de una noche estrellada habrán de acompañar un paseo sólo interrumpido, cada tanto, por el irresistible impulso de mirar hacia arriba para maravillarse ante la inmensidad del universo. Al fondo, el vaivén calmo del mar acompaña, con su murmullo, los pensamientos más profundos; ésos que acechan y emergen en silencio.

Nace el sol

Para explorar el mar transparente de Holbox y obtener vistas panorámicas de la isla y sus cercanías, conviene tomar un paseo en catamarán. A bordo del Tequila Holbox, el paseo transcurre en calma, alentados por el viento, hasta llegar a la Isla de la Pasión.

Al llegar, es posible descender de la nave para explorar esta tierra, o bien, recostarse en esas aguas serenas, que apenas llegan a los tobillos, para olvidarse del calor y buscar con la mirada a los flamencos rosados que suelen arribar en la cercanía. Su presencia reafirma la convicción de que, en Holbox, la conexión con el entorno es total.

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De regreso a la isla, un paseo en bicicleta garantiza un recorrido entrañable a través de los senderos de arena del destino. Algunos de ellos lucen inundados por la presencia de lluvias repentinas que, por supuesto, no restan ánimo en nadie.

Y, al llegar a Punta Cocos (en el extremo opuesto de la isla, al considerar la duna de arena de frente a Villas Flamingos), un nuevo paraje de ensueño emerge a la vista, esta vez protagonizado por un muelle de madera que se levanta sobre la transparencia de unas aguas donde yace anclada la barca de un pescador.

Después, un alto en Básico, espacio culinario ubicado en el corazón de la isla, permite reencontrarse con el sabor de la cocina mexicana; esta vez con un acento cosmopolita que permea en la selección de bebidas. Desde su cálida atmósfera (particularmente en los sitios que dan a la calle), el tiempo se disfruta más de la mano de un coctel edificante.

Coctel
Foto: Salma.

Y, al cabo de unos minutos, la llegada del atardecer anticipa un reencuentro previsible y anhelado. En segundos, me uno al ritual de observar cómo ese punto centelleante se derrite, una vez más, en el horizonte del inigualable Caribe mexicano.


Las noches estrelladas de Holbox habrán de acompañar paseos a la orilla del mar, que serán interrumpidos únicamente por el impulso irresistible de mirar hacia arriba, cada tanto, para maravillarse ante la inmensidad del universo.

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