Xóchitl Gálvez avivó los fogones de la contienda electoral al desempeñarse con acierto en el segundo debate electoral.

Despejó dudas y volvió a la pelea luego de semanas de incertidumbre y ajustes en su campaña.

Se asumió como la candidata del PAN, PRI y PRD, pero al mismo tiempo de las organizaciones ciudadanas agrupadas en la Ola Rosa, no cayendo en la trampa de deslindes que solo convienen a sus adversarios.

Gálvez ganó el debate, porque se reconcilió consigo misma y con los resortes de emoción que la catapultaron a la contienda por la presidencia de la República.

Llegó a los Estudios Churubusco con expectativas inciertas y salió con un costal de posibilidades.

Este aspecto es de la mayor relevancia, porque es justamente lo que se requiere a poco más de un mes de la cita con las urnas. Al margen de las mediciones demoscópicas, lo interesante es que la candidata de Fuerza y Corazón por México mostró el talante que se requiere para generar emoción y esperanza.

Si eso alcanza, y los niveles a los que pueda llegar, lo sabremos en poco más de un mes, el 1 de junio, pero ante la expectativa de que todavía falta un encuentro más con Claudia Sheinbaum y con Jorge Álvarez Máynez el próximo 19 de mayo.  

Dura, desde el arranque, Gálvez mostró flancos débiles de Sheinbaum, quien en muchos casos optó por no contestar a profundidad o por señalar que eran temas aclarados, como la caída de la Línea 12 del Metro o los que respectan empresas y patrimonio.

Olvidó que las historias tienen novedad cada que se presentan y que más vale cerrarlas de tajo.

La candidata de Morena optó por una estrategia de celebración de logros de la 4T y del presidente López Obrador, para aprovechar la popularidad de este último, pero también para evitar contratiempos como los que vinieron del encuentro anterior, donde la percepción fue que había tenido un muy buen debate, pero luego vino el balde de agua fría desde Palacio Nacional.

Para no errar, Sheinbaum se refirió a ciudadanos que le han dicho que el presidente López Obrador “les quitó el hambre” y los “sacó de la esclavitud moderna”.

Es curioso, Gálvez y Sheinbaum se acusaron de corrupción y en realidad no hay elementos para sostener esa premisa en ninguno de ambos casos.

Y no es que el problema no exista, sino que se genera en otros grupos, a los que ninguna de las aspirantes defendió.

Por lo demás, quedó establecida una línea clara entre proyectos, aprovechamiento del capital privado con Gálvez y preeminencia del público con Sheinbaum.

Vendrán análisis y debates sobre el debate, encuestas de unos y otros, pero algo no puede perderse de vista, hay pelea y eso se reflejará en las próximas semanas.

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