Esencialmente un debate es una discusión de fondo, con argumentos, ideas, razonamientos, propuestas, en torno a temas sensibles, importantes, relevantes, prioritarios.

En una campaña debería ser un espacio de exposición comparativa de capacidades, habilidades, recursos, proyectos y propuestas para someterlas a la evaluación ciudadana y que esta pueda ponderarlas y seleccionar la mejor.

Sin embargo, en la realidad ocurre lo contrario, los debates en campaña son encuentros emocionales hechos para capitalizar el morbo social alentado con la expectativa de acusaciones, vilipendios, descalificaciones, agravios y autoalabanzas en torno a las personas; su patrimonio inmoral e inexplicable, grandes defectos, graves falacias, relaciones sospechosas y serias omisiones.

Y es que los debates se parecen cada vez más a esas discusiones de parejas en crisis, donde salen todos los desatinos, los reproches, agravios y controversias, donde ni el tiempo cuenta (es más ni los cronómetros funcionan) y se contesta igual solo con el fin de herir a la contraparte mientras la relación se hunde y se carga a los que puede aún a los que nada tienen que ver.   

El saldo es esa sensación de incertidumbre, confrontación y pesimismo sobre lo que puede seguir, será electX alguien que carecerá de un liderazgo cohesionador y motivador a la altura de los grandes retos; sin la integridad para actuar como ejemplo.

Será precisamente la confrontación, la división, la intriga y las ocurrencias los recursos sobre los que se justificará la falta de resultados, la pauperización de la política y la devaluación estructural de la relación entre sociedad y el gobierno.

De poco sirvió el formato de preguntas, las respuestas dadas siempre fueron incompletas, insulsas, superficiales y concentradas en las agresiones, las contra-agresiones y los argumentos preparados en contra de los adversarios.

También fue irrelevante precisar los temas de fondo, la agenda ciudadana, las iniciativas y las soluciones en materia de seguridad, salud, desarrollo económico, crecimiento, sustentabilidad, agua, empleo, tecnología, deuda, comercio, corrupción, nepotismo; la prioridad era denostar al contrincante y conectarse con la audiencia mediante el rechazo y la intriga.

Más decepcionante y -lo peor del caso- es que las acusaciones hechas tampoco tuvieron una respuesta contundente, nadie puede decir que la libró y que demostró su inocencia a cabalidad. Al final todos salieron embarrados y tambaleantes dejando más dudas, hundiéndose en la inmundicia compartida en la que su inocencia, su pulcritud y su “impecable trayectoria” y “virtudes” se fueron por el caño. 

Un debate debe servir para fortalecer la conexión entre lXs ciudadanXs y sus candidatXs, agregar voluntades y adhesiones a un proyecto superior, a una visión de país y a una cruzada compartida con la seguridad de un liderazgo capaz, fuerte, intachable y sólido.

Ocurrió todo lo contrario, ganó más la repulsa que la atracción; crecieron la duda, las preocupaciones y los cuestionamientos; se dañaron los cimientos y se quedó en la mesa un cochinero difícil de justificar, lavar y explicar. Abusos, excesos, complicidades, impunidades, lagunas de información, mentiras, etiquetas y grandes errores se van a quedar ahí de por vida.

Una sociedad dividida de forma tan visceral no va a funcionar para construir consensos, fortalecer acuerdos y facilitar las negociaciones tan necesarias para hacer frente a un cumulo de problemas evidentes que se vuelven tan cotidianos y que son serias amenazas para el desarrollo nacional.

Malas noticias para todos, los grupos políticos de cualquier color solo han dejado destrozos aquí y allá en formas más imaginativas, haciendo mofa de la ley, superando sus recursos para engañar, mentir y saquear el presupuesto público.

Lo mismo con empresas, con prestanombres o con estafas aquí y en otros territorios, no parece haber salida a la corrupción cuando cada día se vuelve más viral, compleja, extendida, profunda y contagiosa. Qué desalentador saber que entre lXs aspirantes no hay quien le pueda -por lo menos- poner cara.

Los chismes, las intrigas, las revelaciones y trascendidos generan impacto, eso es muy cierto, pero al final resultan como las deyecciones, siempre que salen con fuerza se extienden por todos lados, no hay quien las quiera levantar y terminarán apestando. Mal augurio cuando es precisamente esa la razón que lleva al desaliento y acaba con las esperanzas de mejoría o al menos un cambio positivo para lXs electorXs.

Qué bueno que se saquen los harapos al sol porque se exhibe la cruda realidad de los “seleccionadXs”; qué mal que los partidos que los postulan no se tomaron el tiempo para decidir y sacar una candidatura un poco menos demeritada.

Qué mal que esas organizaciones políticas no puedan producir liderazgos cabales y libres de todo cuestionamiento y que al contrario solo sirvan de tapadera, estructuras de acarreo y reproductores de los vicios de siempre.

TodXs se declaran ganadores, arman fiestas con sus seguidores “espontáneXs, libres y voluntariXs” que celebran un triunfo que solo existió en lo que les repartieron para llenar el camión.

Encuestas y sondeos de pago, bots, granjas e influencers de alquiler, sitios, las redes sociales y los medios de comunicación en la nómina confirmaran las falacias, los vilipendios de su patrón y se volcaran resaltando este tremendo ejercicio triunfal de la democracia, esos son los ornatos de esta rutina.  

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